Mi amigo Miguel Cocco

Mi amigo Miguel Cocco

En febrero de 1973, aun estando profundamente en desacuerdo, hicimos todo lo que estaba a nuestro alcance para solidarizarnos con Francis Caamaño. Tenía conocimiento, que en un litoral que  desconocía, una persona tejía y amarraba planes de apoyo donde participaban, entre otros, José Daniel Ariza, y Luis Gómez. Era el “comandante Guillermo”.

En ese mismo 1973, teniendo mi esposa escondido a Baby Mejía, que recién había entrado clandestinamente al país, hube de llevar a Baby, para que este transbordara el vehículo, que lo conduciría a otro escondite. En la oscuridad, identifique a Miguel Cocco al volante de un Taurus verde.

Desde esos días, cuando por fin nos conocimos personalmente, fuimos amigos de una sola palabra. En esos meses difíciles, me comprometí con él a imprimir clandestinamente los folletos de los Comandos de la Resistencia, en una imprenta que teníamos instalada clandestinamente para editar la Revista Nuevo Rumbo.

Unas veces compartimos planes y estrategias, como en el esfuerzo de la Convergencia Socialista y en otros diferíamos, a veces agudamente, como cuando el ominoso “Frente Patriótico”, del cual Coquito fue estratega y constructor. Paso táctico, de acuerdo a lo que me decía en la intimidad, para frenar el ascenso del PRD y llevar “a los buenos al gobierno”. Lo que resultó fue que los buenos se transformaron en los más malos, empujando el país hacia el despeñadero.

En mi cumpleaños 71, cuando lo acompañé al carro, me comentó amargado, delante de Minerva, todo lo que pensaba de la involución de “los buenos”. Pero Miguel era un hombre para quien el poder era esencial. Lo ejerció plena y asombrosamente como jefe supremo de los Comandos de la Resistencia, lo ejerció cuando Bosch delegó en él los contactos con Balaguer, preludio del “Frente Patriótico” y lo ejerció desde la Dirección de Aduanas, donde, con puño de hierro, hizo y deshizo sin que nadie, ni el Presidente, interfiriera en sus decisiones y en el tipo de relaciones y preferencias que él practicaba.

Nunca le solicité un favor personal pero no hubo un solo caso de solidaridad y apoyo a personas e instituciones donde Miguel Cocco no dijera presente sin chistar.

Creo, en el fondo de mi corazón, que Miguel compartió hasta la muerte el siguiente pasaje que escribió, en 1990, en la contraportada de mi libro Operación Verdad, de Héroes y Traidores: “La historia dio un salto, cuando estructuró la base de una sociedad basamentada en el supremo valor del trabajo, en la libertad, solidaridad y dignidad humanas. El reloj del tiempo no retrocederá. No importan los malos augurios de traidores y renegados, que de vigencia publicitaria, no pueden borrar el negro expediente de su existencia. El tormento y el repudio precederán a la conquista del futuro que no puede ser otro que la sepultura de la explotación y del capitalismo”.

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