Mi aventura en el concierto de Aventura

Mi aventura en el concierto de Aventura

POR MANUEL EDUARDO SOTO
Aunque a lo largo de toda mi carrera profesional me he mantenido al día de la evolución de los gustos musicales del público, no siempre he concurrido a las presentaciones de los solistas o grupos de moda, quizás pensando que sólo se trata de éxitos pasajeros, lo que ha ocurrido la mayoría de las veces.

Pero cuando recientemente vino a Santo Domingo el grupo Aventura, en la culminación de una gira internacional organizada por la Secretaría de Turismo, quise ver de cerca el fenómeno que ha traspasado fronteras y ha impuesto un estilo único que lo ha llevado a ocupar lugares privilegiados de popularidad en países que tradicionalmente no consumen masivamente canciones con raíces latinoamericanas.

Desafortunadamente, el concierto del viernes 29 de julio fue en la Fortaleza Ozama, en la estrecha Zona Colonial de la capital, donde es difícil encontrar un espacio de estacionamiento en una noche normal y prácticamente imposible cuando hay un evento de esta magnitud.

Pero la curiosidad fue más fuerte y a pesar de que tuve que dejar el coche a varias cuadras de distancia (pagando 50 pesos a un supuesto cuidador que me exigió el dinero por adelantado, sin garantizarme que estaría vigilándolo toda la velada), el ambiente festivo que se vivía en el sector auguraba una noche divertida en medio de una temperatura agradable.

La Fortaleza Ozama tenía dos puertas de acceso: una para los que habían pagado la entrada general de 350 pesos (que eran los más, por supuesto) y otra para los VIP (Very Important Persons, para los que usan estas siglas sin saber lo que significan individualmente). Como no tuve tiempo de recoger mis credenciales en las oficinas de la producción durante el día, me imaginé que en la puerta habría algún representante con la lista de los periodistas. Pero no fue así. Después de casi una hora parado allí, sin que ningún guardia de seguridad se molestara en caminar los cinco pasos que me separaban de los organizadores, por fin apareció el encargado de las relaciones con la prensa—Juan Carlos Jiménez—y me hizo pasar amablemente.

El reloj ya marcaba las 9 y media, pero Aventura todavía no subía a escena, así que hubo tiempo para acomodarse a un costado de la tarima—donde se podía ver el show en una pantalla gigante de televisión—para ser testigo del éxito masivo que ha tenido el grupo de dominicanos nacidos en Nueva York que vinieron a darle un sabor bilingüe a la bachata.

Los guardias de seguridad formaron una barrera infranqueable para que los integrantes de Aventura, con un elegante Anthony a la cabeza, pudieran salir del camerino rodante y caminar hasta el escenario. La ovación fue ensordecedora y el público cantó junto a él sus composiciones más populares, dándoles el espaldarazo que los consagraba como el grupo dominicano de mayor popularidad del momento.

Inteligentemente, y para no aburrir al público con una presentación monótona, Aventura invitó al rapero puertorriqueño Don Omar para que cantara con ellos e individualmente, en un gesto que fue apreciado por el público. El concierto se transformó allí en una fiesta y en un espectáculo sensacional con la presencia de varios motociclistas.

Para mí, fue una aventura provechosa, pues me permitió conocer de cerca al grupo Aventura y admirar a las bellas seguidoras que tienen en el país, con edades entre los 10 y los 30 años.

Un amigo que residía en Nueva York fue el encargado de informarme sobre la existencia de Aventura a fines de la década de 1990. Estuvo unos días alojado en mi casa de Miami, y entre los discos compactos que llevó había uno del grupo. «Estos dominicanos de Nueva York van a triunfar porque cantan bachatas en las que mezclan el español con el inglés», me dijo mi amigo, el santiaguero Chapo Fermín. «Con eso van a conquistar a los latinos que han crecido en Estados Unidos, ya que les cantarán en el idioma de sus padres y en el inglés que tienen que hablar en la escuela».

Y tenía razón.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas