Mi carro y yo…¿nos parecemos?

Mi carro y yo…¿nos parecemos?

Desde que el sol ha dicho ‘estoy aquí’, Píndaro le agarró la llave del carro a Herminio para aprovechar y dar una vuelta por los tapones de la ciudad… Mientras, Herminio ha estado revisando el Hoy en interés de ponerse al día con el cúmulo de noticias matutinas… Mientras Herminio finaliza su lectura, Píndaro se dirige raudo a ocupar el asiento detrás del guía… El solo hecho de escuchar a su alter ego encender el vehículo, hace que Herminio salte de una sola pieza en su asiento y ponerse de pies para no dejarle aventurarse por su cuenta… Su mano derecha alcanza a tiempo abrir la puerta derecha del carro, la abre y casi salta al asiento del pasajero, mientras mira fijamente a Píndaro, y le cuestiona: “¿Hacia dónde vamos?” La respuesta no se hace esperar. “¡Vamos a ver que nos trae este nuevo día, en el que ya hay un solazo que quema!”. Mientras eso comenta, su mano derecha se extiende y se dispone a encender el botón del aire acondicionado, ya que al entrar al carro notó que la capota había empezado a calentarse… Herminio se pasa su mano por su brillosa calvicie y exclama: “¡Por fin encuentro alguien que piensa en nosotros los desprotegidos cerebrales.. Ahora voy a pensar más claro!”.

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En minutos, que luego se convierten en horas de tapones, ¡Píndaro, Herminio, y su vehículo se lanzan a conquistar la vida!

Han transitado por espacio de 45 minutos cuando el carro muestra signos de que algo anda mal en el aire de una de sus gomas… El volante en manos de Píndaro hala para un solo lado, mientras están en la fila de la izquierda… El carro a la derecha de ellos pita fuerte un bocinazo en aviso de un posible choque… Píndaro inicia una lucha para controlar la dirección del volante y poder salir a camino… Es justo en ese momento cuando Herminio trae a su memoria una reciente experiencia en que, a la s 11:30 de la noche, mientras todo estaba en orden y estaba en pleno análisis de unos delicados datos, un inesperado apagón le alteró su espacio de trabajo, dejándole sólo con la luz de su computador disponible mientras el resto del área de trabajo poco a poco se sumergía en tinieblas… Con cierta impotencia e incomodidad, hizo un esfuerzo para, con ayuda de la luz de su cel completar por lo menos la etapa de análisis iniciada… El vehículo estaba ya estacionado y, ciertamente, Píndaro se vio obligado a colocar la bombita para reponer el aire que faltaba en su goma y así poder retomar su aventura callejera.

Herminio baja el vidrio de su ventana e intenta sacar su calva para ligeramente refrescarse, mientras Píndaro le dice: “Hace un rato la capota del carro estaba como un tizón y no se le podía poner la mano pero, al arrancar de nuevo, ya no está tan caliente”… En ese momento, Herminio mira a Píndaro y medita en voz alta: “Qué coincidencia, el carro ha presentado situaciones casi similares a las que se nos han dado a nosotros en esta hora y media de paseo… ¿Será que nos parecemos?” Es ahí cuando su alter ego, que va feliz al volante, razona: “ No creo, Herminio… Hay un elemento básico que sólo nosotros podemos cultivar y luchar por preservar: ¡nuestra motivación! Y es precisamente en este momento que viene al caso destacar que, para encender el carro, tuve yo que poner la llave para encender el motor de este carro… Sin embargo, la iniciativa de tú iniciar esta experiencia de vida fue únicamente tuya. Nadie más, ni yo tu alter ego, influyó. La diferencia está en que la motivación al carro se la incentiva la llave al encender, mientras a ti te la da tu automotivación… Por eso es que debemos fomentar y defender en nosotros esta cualidad única y exclusiva… ¡En la automotivación está nuestra diferencia como seres humanos!”.

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