Mi cumpleaños

Mi cumpleaños

Hoy se inicia el Estío, el cálido verano, sin embargo  ésta estación aquí es semántica, en razón de que nuestro verano se inicia desde que pasan las brisas frescas de enero. El mes de junio, es el mes de el cumpleaños de los tres hijos de Don José Silié Gatón y Doña Vaganiona; al parecer fuera del derecho, ellos saben de matemática, en razón de que el 5, 10 y 15 de este mismo mes, mis hermanos Celeste y Gustavo, y un servidor llegamos a este mundo con exactamente un año de diferencia, hace ya  algunas primaveras.

En razón de la fecha, habré de ¨conversar¨ con ustedes de la celebración de mis 50 años, los que fueron cumplidos hace ya un tiempo, pero sin caer aún  en la década de los 60, así que con la benevolencia de los siempre amables lectores habré de referirme a un hecho que aún recuerdo con nostalgia, en razón de que esa fecha fue en mi existencia un verdadero ¨debuking¨, como dirían los ingleses, fue una palabra que acuñó la  intelectualidad  del Reino Unido,  en la década de los 50, y que traducida al español significa bajar del pedestal, poner las cosas  en su  sitio verdadero, traer a la realidad. Sería  convertirse en un verdadero iconoclasta, en un rebelde con madurez, un ¨contestario¨ inteligente.

Esos 50 años me tocó celebrarlos en Barcelona, en razón que como delegado en el país de la Sociedad Mundial de Movimientos Anormales y Parkinson, fuimos invitados en esa oportunidad por el doctor Eduardo Tolosa, a la sazón Presidente de dicha entidad, y coincidió con mi cumpleaños. Me obsequié una cena en el Restaurante Drolma, dado que no se  cumplen 50 años frecuentemente. Todas las grandes capitales tienen, en su arteria más característica, un hotel que aloja un restaurante de gran categoría. Así sucede en Nueva York, en Londres o en París. En Barcelona, una ciudad que hasta hace poco carecía de esta saludable dualidad encontramos en el Hotel Majestic, donde estábamos alojados, el Restaurante Drolma, situado en el primer piso con vistas al tramo más elegante del Passeig de Grácia;  la selección  fue acertada.

El lugar encierra todos los detalles que aprecia un ¨connaisseur¨: silencio, distinción, exquisitos vinos, buena comida y elegancia en la decoración, con una cocina en esa oportunidad con nombre propio: Fermí Puig, en verdad fue una cena exquisita. Al iniciar mi encuentro en el lugar, le expliqué al capitán la razón de mi visita, él sabiamente luego de yo ver la carta, me sugirió que le permitiera a ellos hacer las selecciones para que yo me sintiera «atencionado» y de hecho, probamos un mosaico de bogavante, las cigalas reales y la trufa, entendido con una generosidad que cuadra también con la riqueza artística de la escultura de luz de Raquel Cohen. Pero lo más importante, fueron las reflexiones que asumí esa noche y que iniciaron mi ¨debuking¨ íntimo,  un enfoque de vida práctico, y son las que deseo compartir.

A partir de la fecha reafirmé que cada cual se guíe por su propio gusto. El solo hecho de que nos agrade hacer algo, es razón suficiente para hacerlo. No se entienda que me declaro a favor de los goces egoístas,  ni del libertinaje, ni del hedonismo. Lo dicho significa sencillamente que me inclino a que hagamos la vida más placentera. Quien no disfruta la vida, no vive realmente: existe apenas. Esto no obstante, hay personas, y yo sé de muchas, que se empeñan en privarse de toda diversión y amenidad.

Una de las cosas que reafirmé esa noche, fue mi trabajo. Es verdaderamente afortunado el que se gana la vida trabajando en lo que le gusta, no sólo se siente uno más dichoso sino que cuenta con mayores posibilidades  de vivir más feliz. Partiendo del hecho de que el corazón alegre es la mejor medicina. ¿Qué nos impide ser felices? Verifíquelo en usted.

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