Mi decisión/2016

Mi decisión/2016

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Muchos de mis amigos, relacionados, familiares y compañeros que me han servido de soporte esencial en el marco del activismo partidario están convencidos de que debo participar en el proceso electoral. Y tienen razón, porque mi naturaleza y personalidad andan muy alejadas de posturas pasivas y comportamientos neutrales.
Como no soy el joven de hace años, siento que debo actuar con el nivel de coherencia suficiente para no perder credibilidad frente a importantes segmentos de la sociedad, asqueados de dirigentes orientados por beneficios económicos y de una enorme versatilidad para saltar todos los parámetros de la decencia.
Lamentablemente, el néctar del descrédito de la clase política tiene una directa relación con exponentes que ocupan lugares indiscutidos en la galería de comportamientos indecorosos.
Nací en un hogar de tradición política. No obstante, el contexto en que se desarrollaron mis padres está a millas de la actual coyuntura. Antes, la vocación de servicio, abnegación y defensa de un ideal pautaron la norma de vida en una generación que entregó su vida defendiendo las mejores causas del país. Ahora, la arena pública ha sido asaltada por un club de filibusteros que pretenden prevalecer por su enorme capacidad en cerrarle el paso al talento y estimular el desarrollo de colaboradores que ocupan las primeras líneas de los mandos partidarios y campañas debido a su enorme “capacidad” de obedecer al jefe institucional o candidato presidencial.
Reconozco mis desventajas en el actual esquema partidario. Además, los amos partidarios no se sienten cómodos con gente de pensamiento independiente y de profundo sentido crítico. Todos los obstáculos en mi vida política tienen de común denominador el “no ser controlable”. Y es lógico entenderlo: no tenemos dirigentes estructuralmente democráticos. Aunque simulen comportamientos amplios y respetuosos del disenso, se sienten muy a gusto en una relación de total subordinación de sus seguidores.
Siento que un político no le rinde tributo a las mejores causas cuando actúa movido por una mochila de resentimientos. Aunque parezca irónico, he recibido del litoral donde me desarrollo la mayor carga de intrigas y perversidades. Eso sí, esas malsanas acciones, se articulan en las cúpulas y no en los segmentos medios y de base. Afortunadamente esas vilezas no me dañan humanamente. Por el contrario, trato de no ripostar todas las bajezas de la gente que degrada la actividad partidaria al andar siempre dispuesto a la zancadilla artera.
Un político tiene que saber el precio a pagar por sus posturas. Y me siento extremadamente satisfecho por los gestos de solidaridad que recibo a diario. Por el contrario, me anima la gente que sin importar credo religioso, orientación ideológica y militancia está dispuesta a contribuir con causas nobles y decidida a reorientar el rumbo de un sistema político terriblemente desacreditado.
Las distancias entre los parámetros de los ciudadanos y las inconductas de exponentes de la clase política conducen a la estructuración de modelos de militancia ciudadana donde la gente rebasa la lógica de las organizaciones partidarias. Cada día en que pactos inentendibles mezclan a mansos y cimarrones, posturas se acomodan a cambio de ventajas financieras y tenemos acceso a información de dirigentes “opositores” asociados a negocios oficiales, se crea un ambiente enrarecido, urgente de cambiar.

Hacia el compromiso electoral del 2016 no me voy a cruzar de brazos. Mis opciones están claras: 1- me quedo en el PRD, consciente de que ese es un negocio al servicio de Miguel Vargas, esperando que pasen las elecciones para recomponer esa organización. 2- milito en una de las ofertas opositoras, bajo el convencimiento de que la unidad de todo ese sector es la única garantía de competir con éxito. 3- desde un ejercicio de militancia ciudadana, salgo a promover y apoyar las candidaturas de mayor compromiso democrático y ético en el orden congresual y municipal. 4- desde la trinchera mediática hago mis aportes al proceso priorizando el sentido crítico de las propuestas presidenciales existentes.

Tomaré una decisión. Y eso que nadie lo dude.

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