Mi madre está ahí adentro

Mi madre está ahí adentro

Mi madre está ahí adentro”, me dijo la sobrina política Rocío de los Milagros. Lo expresó al salir hasta la galería de su casa.

Yo había preguntado a su padre, Perucho, por una hermosa hilera de flores de distintos colores, plantadas entre el borde de la galería y el inicio del jardín frontal, en la avenida Sarasota, ubicado hacia el final del sector.

Perucho Morales, su padre, acomodado en su mecedora,  se levantó para recibirme.

Su hija, Rocío, se aproximó a la galería: Nos juntamos tres, unidos a un sentimiento común. La ocurrencia de esa hilera de plantitas de flores cerca de la galería provocó mi curiosidad:

-En verdad, están preciosas ¿Quién fue el autor de esa ocurrencia?

-Yo misma las escogí y las sembré, dijo Rocío. Lo hice cuando creí que era la oportunidad de cada una, de ésta o de aquélla, en seguida la sembraba. Y seguía pensando en la próxima del gusto mío o del gusto de ella.

La madre, Gilda Franco, mujer hacendosa, madre entregada y esposa inigualable; santiaguera, hija de don Ulises Franco que, al final de sus años fue a vivir a Nueva York.

De mi parte ya he contado algo acerca del cuñado Perucho. Fue aquella ocurrencia suya acerca de dos arbolitos de nísperos que trajimos del vivero de San Cristóbal, hace buen tiempo, pero lo relaté recientemente. El ejemplar que me tocó creció en seguida; la plantita del cuñado le dio por quedarse enana.

A Perucho le chocó tanto esta situación que al níspero sembrado en mi casa lo bautizó con el nombre de Alonzo Perry, jugador de pelota del Licey, altísimo; mientras que al enano que sembró en su casa, lo apodó Nelson Ned. Vaya ocurrencia.

En tanto en medio de los recuerdos, Rocío explicaba, quizás se desahogaba:

-No tengo más nada que cuidar. Tengo mi hijo que es casi un hombrecito, tengo a mi padre…”

Yo la oía con atención, tal vez con reverencia.

Me dio la impresión de que ella quería decir más…, decir algo importante… Nadie intentó detenerla… Entonces, prosiguió:

-No creo ni en cementerios, ni andar encendiendo velas por los rincones. Ni en ninguna de esas cosas que muchos ejecutan en nombre del Señor. Creo que todo esto debe nacer, debe brotar desde cada pecho. Mi madre nunca ha salido de aquí, de esta casa y señaló hacia el interior del hogar:

-Ella no necesita más nada, no reclama nada, más son muchos los años de despedida y me parece que eso acaba de suceder, porque todavía late con la misma intensidad.

Pongo esas florecitas…

Se detuvo, y habló en la forma sensible:

-Papá, Lalo, ten la seguridad de que Gilda Franco, mi madre, nunca ha salido de esta casa.

Ella está ahí. Y sonríe, disfrutando sus flores, y nos resguarda de todo mal.

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