Mi papá escribió a maquinilla durante gran parte de su vida profesional. En realidad no recuerdo la marca de la maquinilla, pero sí el sonido que hacían las teclas al dar en el rolo y cuando movía de un lado al otro el carro.
Luego vinieron las computadoras y él tuvo que adaptarse, paso a paso, empezó con el disquete y ahí llevaba sus artículos y trabajos…imagino que alguno de sus libros habrá sido llevado a la imprenta en uno de estos artefactos.
Cuando ya los disquetes estaban a punto de volverse obsoletos recuerdo una discusión que tuvo con mi hermano Anatoli, este le insistía en que tenía que usar una memoria USB y mi papá se negaba porque le había llegado la información de que eso “cogía virus”, pero al final fue convencido.
El tiempo fue pasando y estando yo en París, una mañana me sorprendió un correo, breve, en el que mi papá me anunciaba que “tenía email” y así siguieron los días…Más adelante la novedad consistió en una invitación en Facebook, pero la sorpresa aún mayor fue verlo posteando sus artículos y ver la cantidad de comentarios que recibía.
Hoy tiene el límite de amigos (poco más de 5,000) en esa red y finalmente cedió al wasap donde ya, incluso, manda notas de voz.
Logró adaptarse al medio y utilizarlo para influir positivamente en los temas que le apasionan: literatura, poesía, redacción, ortografía, política… en fin, que se ha vuelto un influencer.
El paso a lo digital ha sido así para muchos, algunos más lentos que mi padre, a otros la covidianidad nos ha enseñado a hacer hasta ejercicios físicos a través de zoom y así vamos tejiendo la vida entre virtual y análoga.
Ahora nuestro país se enfrenta a un reto aún mayor: un año escolar virtual. Con profesores, que, quizás como mi papá, aún no entran del todo en la virtualidad y sin tiempo para irlo asumiendo poco a poco.
Es un reto también para los padres que tendrán, sin manual o guía, que acompañar y hasta servir de maestros para la educación de sus hijos. Y aunque mucho hemos avanzado en el uso de las tecnologías, el reto es de utilizar ese avance para algo totalmente nuevo: educar a nuestros hijos.
Es un desafío del cual uno espera que el país salga bien, que como me sorprendió muchas veces mi papá, el país sorprenda. La educación es un derecho fundamental y el compromiso es impartir docencia a miles de niños en todo el país en un tiempo sin precedentes, como este que vivimos a propósito de la COVID. Que salgan bien es lo que todos esperamos. Y como el viejo, el país se adapte, inclusive volverse casi un influencer, hasta pasar de curso.