A la memoria de mi querido hijo Rodil Antonio
Nunca, ni siquiera cuando murió mi adorada madre doña Pola, había sentido un dolor y un vacío tan grande en mi vida, que el sufrido con la inesperada pérdida de mi querido Chupi, como cariñosamente le llamaba. Mi madre vivió por más de nueve décadas; sin embargo, mi queridísimo hijo, apenas dos y media, justo cuando empezaba a descollar y como dicen los campesinos: “hacerse hombre”. La parca le apaga la tea cuando iniciaba su fulgor, para dejarnos en la mayor oscuridad y desamparo.
La villa de El Mamey en la provincia de Puerto Plata en donde nací, fue la misma en donde perdiste la tuya, al chocar la motocicleta que conducías, con un poste del tendido eléctrico que por coincidencia tenía el rótulo de tu abuela “Leopoldina Rojas Vda. Martínez”. Este domingo 31, al cumplirse un mes de tu inverosímil partida, llevo sin poder apartar de mi pensamiento, tu inocente mirada llena de planes que no pudiste alcanzar.
Te propusiste sembrar de cafetos nuestra plantación devastada por la roya en El Rejón en las estribaciones de la Cordillera Septentrional. Sin apenas notarlo, cuando iba contigo a la Comisión Nacional del Cacao, te apartabas e ibas a las oficinas aledañas del Instituto Dominicano del Café (Indocafé), donde habías trabado amistad con el excelente técnico cafetero Alcides Morel, quien al saber que eras mi hijo, te dispensó el apoyo que necesitabas para la tarea que te ilusionaba de sembrar parte de dicha cordillera, de cafetos como lo era antes de la aparición del funesto hongo hermilea vastatrix.
Solicitaste inicialmente 25,000 fundas para iniciar el vivero, pero muy pronto debiste volver a pedir otras tantas, debido a la rapidez con que emprendiste esa ardua pero satisfactoria labor, de ver surgir de un “fosforito” apenas visible, un robusto cafeto. Entonces, decidiste sembrar otras 30,000 que quedaron truncas al arroparte las sombras de la calaca y trasladarte al espacio celestial para convertirte en un ángel a la diestra del Todopoderoso.
Tenías de asesor al joven agrónomo Eddy Cuevas, quien semanalmente te visitaba para orientarte y comprobar el progreso y el tratamiento que debías darles a las plántulas para su completo y sostenible desarrollo; esto incluía: compost para la tierra, fumigación y aplicación de abono foliar, lo cual evitaba que los nematodos dañaran las incipientes hojas que empezaban a brotar. Fue tan grande tu entusiasmo, que iniciaste conversaciones con propietarios aledaños, con la finalidad de hacer siembras masivas para revivir este cultivo tradicional, que una vez fue el sustento de los pobladores de esos remotos parajes y resurgiese el interés perdido por la caficultura.
Notaste que la plantación tenía sembradas a nivel experimental unas quince variedades de cafetos tolerantes a la roya, que cuidadosamente teníamos plantados en pequeñas parcelas demostrativas para desde ellos proceder a sembrar los más promisorios, de variedades arábicas que habían sido introducidas en el país desde Kenia, como el Batian y el SL.34. De África también, el Ruiru 11 y el Kayira. Por supuesto, unas 10 americanas, entre ellas Costa Rica 95, Castillo, Lempira y Tupi.
Me regodeaba de placer, cuando al correr de los días me llamabas y por medio de fotos proyectadas por WhatsApp donde se notaba el orden, separación y membrete que le asignabas a cada variedad, lo cual me decías, servirían como indicación para seleccionar posteriormente las que más se adaptan a ese tipo de suelo, demostrando una aptitud muy difícil de encontrar entre los jóvenes que se inician en la noble tarea de sembrar plantas para el futuro.
Con posterioridad a tu deceso, tu hermano Osmany fue avisado por el Indocafé, que podía retirar otras 20,000 fundas que habías solicitado y que deberán ser sembradas por tu inseparable hermano, quién, además, tendrá que injertar unas 17,000 plántulas de cacao clonado con varetas de alta productividad. Esto contribuirá, a que MALLANO pueda resurgir como el ave fénix y ganar como en el pasado, premios ganados en el Salón del Chocolate de París, como uno de los mejores 50 en el mundo y también entre los mejores cinco de América Latina.
Ahora que ya no te tengo, contemplo con amor, la carpeta que estabas organizando con los artículos que escribí en el HOY y me dijiste, ese montón que falta, cuando regrese de El Mamey te lo ordenaré, para que selecciones por tópico y los edite en un libro. Ahora, la angustia y la pesadumbre creo no tendré el temple para completar tu obra.
Carajito, echaste por la borda los estudios realizados en dos academias militares en los EE. UU., así como, tu estadía en la universidad de Munich en Alemania, que te valieron para obtener el diplomado de la Universidad de Pace en New York, donde orgullosamente asistieron tus padres, hermanos y primos a unirte en regocijo.
Me consuela pensar que sea verdadera la existencia de otra vida, lo cual me permitirá abrazarte de nuevo y concederte el cariño que te tenía guardado hasta mi partida hacia lo ignoto, ya que nunca reflexioné que te irías primero. Te exhorto, que en donde estés busca la protección de tus abuelos, que aquí nosotros velaremos porque tu lugar de descanso final, tendrá flores y velas para que tu recuerde perdure entre nosotros. ¡Que Dios te haya reservado el lugar que como hijo ejemplar fuiste merecedor!