Mi pueblo blanco,  pero no vencido

Mi pueblo blanco,  pero no vencido

“Hemos persistido en la esperanza utópica, porque fuimos fundados por la utopía, porque la memoria de la sociedad feliz  está en el origen mismo de América y también al final del camino, como meta  y realización de nuestras esperanzas.” (Carlos Fuentes).  

En una dramática pincelada,  llena de  colorido, Joan Manuel le canta a su Pueblo Blanco. Es una dolorosa estampa, un canto a la desesperanza de todo un pueblo atrapado por un destino que le condena irremisiblemente porque su pasado, todo lo que él es y lo define: su cultura, su lengua, su religión, los seres que amaron, sus héroes, sus recuerdos y quimeras, se encuentra  enterrado allí, como un espejo, en las entrañas mismas de ese terruño querido e inolvidable, que no les deja escapar en un vuelo de palomas, sentenciándole a vivir y morir lánguidamente, sin redención.

¿Será esa la historia y el destino de nuestro Pueblo? ¿La que debemos aceptar? Muchos lo creen así y lo pregonan: – Este pueblo no tiene salvación alguna. -Estamos atrapados y sin salida. – No hay alternativa  que nos permita pensar siquiera en un cambio para lo mejor, en el corto o mediano plazo. – Hay que ser realista. Actuar con sentido práctico. Si no cabemos en el carrousel de la corrupción, lo aconsejable es irnos de aquí. Dejarles este país a la canalla,  y a quienes, desde el poder, han demostrado ser más fuertes que la ley, la justicia, la equidad,  el derecho, y la razón,  burlándose  y adueñando de todo. Saqueando las riquezas,  explotando  el  miedo, la ignorancia y  las miserias “del noble y sufrido pueblo”. Lo único que nos queda  – concluyen todos – es  largarnos de  aquí, comenzar una nueva vida.  Asentarnos en otro país por inhóspito que sea, donde, siendo ignorados, podamos sentirnos satisfechos construyendo el olvido. Triste encrucijada. Pavorosa opción la de aquel que no  siendo capaz de luchar y combatir las adversidades de su patria, la abandona.  El costo es terrible. La decisión dramática, pues no se abandonan tan fácilmente aquellos fantasmas.

No deja de ser triste la situación de aquel que opta por la huida, sin fuerza ya para enfrentar las fuerzas que les humillan. Las que nos trazan e imponen, desde el poder secuestrado, un futuro que no les pertenece. Un porvenir que sólo pertenece a los creyentes de la utopía: el eterno anhelo de redención: de paz, de justicia, de libertad, de igualdad, y bienestar para todos,  aun cuando  este anhelo no  haya podido plasmarse en una fórmula convincente que nos una y nos identifique para hacer de este quimérico sueño, una hermosa realidad.

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