Mi vida en 500 palabras

Mi vida en 500 palabras

Una vida, ni la mía y creo que la de nadie, cabe en 500 palabras, porque entre otras cosas la vida no se mide en años, se mide en vivencias. Si acaso, al final, como dice Fernando Pessoa, la biografía puede reducirse a dos fechas, las de mi nacimiento y las de mi todavía por venir, muerte. Esas fechas son además de índole público, pues sirven para los documentos de identidad y quizá para los quiromantes o astrólogos (hoy para sus equivalentes en data mining y diseño de logaritmos, muy atentos a las edades y expectativas de vida).
Lo que ocurre (o esté por ocurrir) entre esas dos fechas son de competencia estrictamente personal. Y eso significa que muy poco es lo que uno puede compartir, de la vida de uno que pueda ser realmente útil a los demás. De hecho, una de las cosas que aprendí en mis 50 años de vida es que ningún sabio (en la rama que sea) acertó en sus recomendaciones, a veces ni siquiera para sí mismos. Así, en estas 500 palabras no tengo un recetario, y como mucho tengo una reflexión sobre lo que se puede decir de la vida, en breve espacio de mis 50 años de vida.
Aprendí que todas las edades tienen sus crisis. El apellido de esas crisis: adolescencia, crisis de la juventud, crisis de la mediana edad, son herramientas para algunos especialistas de la conducta, para escritores de auto ayuda o son mero mercadeo. En realidad, cada día, cada semana, cada mes, cada año, cada edad viene con sus propios retos, algunos llegan incluso a ser crisis. La crisis es más normal que lo que quisiéramos admitir. La conclusión es que duelan más o duelan menos, tenemos en la crisis la oportunidad de aprender y crecer… y si no lo aprovechamos tampoco será que la crisis siguiente más difícil necesariamente, pues superada o no, cada día, cada año, cada edad, traerá su propio reto, su propia crisis… pero también su propia oportunidad de felicidad. La vida fluye, aunque nosotros no se lo permitamos.
Esto es más banal, quizá, pero lo otro que he aprendido es que los viajes son buenos. Y que todo viaje es un viaje hacia adentro aunque implique (y normalmente lo es) un cambio geográfico, donde la distancia no es proporcional a la distancia que recorremos externamente. No es necesario, pero ayuda en los viajes, tener una conversación con alguien… lo importante es que podamos tenerla con nosotros mismos. Quizá por eso, viajar es menos cansarse haciendo cosas que en realidad no quieres hacer y más admirar cómo otros van viviendo su vida al margen de tu contemplación.
Y, algo que, también aprendí es que así como existe para cada momento su propio reto y quizá su propia crisis, la felicidad existe. No, sin embargo, como está de moda documentar en las redes sociales, pero existe, aunque de una forma muy simple, y casi siempre en nada necesariamente extraordinario: como el agua fresca, el sabor sorprendente o el aroma, que te lleva no sólo a la infancia (no soy muy de añoranzas ñoñas) sino más bien a lo infantil que llevamos dentro, y que dejamos salir muy poco.
Y… llegué a las 500 palabras. Lo dicho, la vida no cabe en IG, en Facebook, ni en 500 palabras. No pretendí otra cosa que conversar, primero conmigo, espero que un poco contigo. No sé si sirve ni importa. La vida no tiene manuales, sólo ese tanto puedo añadir. Y es bueno que no lo tenga.

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