Miami a oscuras y bajo un estricto toque de queda

Miami a oscuras y bajo un estricto toque de queda

Por Emilio Sánchez
Miami (EEUU), 25 oct (EFE).- Por culpa del huracán «Wilma» los rascacielos monumentales de Miami han dejado de brillar. La ciudad está a oscuras con seis millones de personas sin electricidad y bajo un estricto toque de queda para evitar el pillaje y los asaltos.

El ciclón «Wilma» ha oscurecido al gran Miami. La ciudad, una gran mancha negra sin luces ni semáforos, espera en silencio el amanecer, pendiente de los cuatro mil trabajadores de la compañía eléctrica de Florida (FPL) que, por el momento, no se atreve a hacer un pronóstico sobre cuando se restablecerá el servicio eléctrico.

«Vamos a tardar semanas en recuperar la normalidad. La prioridad se centra en reparar de inmediato las plantas generadoras de electricidad y las grandes líneas. A partir de ahí se restablecerá el servicio a hospitales, comisarías de policía, bomberos y otros servicios esenciales», afirmó un portavoz de FPL abrumado por la tarea que se avecina.

«Wilma» no será tan dañino como el huracán «Andrew», que en agosto de 1992 ocasionó pérdidas superiores a los 20.000 millones de dólares, pero su impacto se dejará sentir en la economía de una región que mantiene los menores índices de desempleo de Estados Unidos y se encuentra en plena expansión.

Para empezar se calcula que las pérdidas no bajarán de los 10.000 millones de dólares, una cifra que podría aumentar si persisten los cortes del fluido eléctrico.

El aeropuerto internacional de Miami no podrá operar en 48 horas y las empresas y negocios temen perder una semana de trabajo.

Los portavoces de FPL no se atreven a confirmar cuánto tiempo necesitan para arreglar el desaguisado provocado por «Wilma». En el mejor de los casos serán 48 horas y es posible que sea mucho más.

Antes del atardecer, recorrer las calles de Miami y sus alrededores es toda una aventura. Apenas cada cien metros hay un árbol en medio de la carretera o un peligroso tendido eléctrico que corta el paso.

En el distrito financiero de Brickell, donde los coloridos edificios iluminados por la noche marcan la imagen de un Miami moderno y caribeño, la desolación es absoluta.

Muchas fachadas dan cuenta del impacto de «Wilma», mientras en la calle el agua impide el paso de vehículos.

Al atardecer, con los últimos rayos de sol reflejándose en las cristaleras de Brickell, las únicas luces son las de los automóviles, que se apresuran para llegar a su destino.

Hay que cumplir a rajatabla la orden dictada por el alcalde del condado de Miami-Dade, Carlos Alvarez, de un riguroso toque de queda para evitar el pillaje, los robos y los asaltos.

«Los agentes de policía van a cumplir estrictamente con el toque de queda. Cualquiera que lo inflija será detenido», aseguró Alvárez en un mensaje transmitido a la población.

El toque de queda estará vigente hasta las siete de la mañana (11:00 GMT), y proseguirá hasta que se haya recuperado parte del fluido eléctrico.

La población ha reaccionado con calma y cierta resignación.

«Nos mudamos desde Nueva York hace unos meses y nunca imaginamos que íbamos a padecer esta oleada de huracanes. Afortunadamente nuestra casa no ha sufrido daños», afirma Mónica Stevens, de origen chileno, y residente en Coral Gables, uno de los barrios con pérdidas más leves.

Las zonas más castigadas, además de Everglades y Naples, donde «Wilma» tocó tierra, han sido los condados de Broward, la parte norte de Miami-Dade y algunas áreas en torno a Ft. Lauderdale.

Alrededor de 160.000 personas siguen atrincheradas en refugios y se desconoce cuando podrán regresar a sus hogares.

Hoy, martes, comenzará el despliegue de ayuda organizado por el Gobierno federal y el Estado de Florida, que por nada del mundo quieren que se repita el caos de Nueva Orleans tras el impacto en agosto del huracán «Katrina».

El gobernador de Florida, Jeb Bush, no sólo ha pedido a su hermano, el presidente George W. Bush, la declaración de desastre para varios condados, sino que además ha organizado personalmente el reparto de lo más imprescindible: agua y comida.

Bush, el gobernador, quiere dar un ejemplo, dentro del desastre, de buena gestión de una crisis provocada por la activa temporada de huracanes que concluye a finales de noviembre. EFE

 

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