Michael Camilo estrenó suite en Dinamarca

Michael Camilo estrenó suite en Dinamarca

Copenhague, EFE. Un reto continuo, un compromiso de honestidad con el público, “lanzándose sin paracaídas”: así ve su carrera el pianista dominicano Michael Camilo tras el estreno mundial en directo de su “Suite para piano, cuerdas y arpa” en Dinamarca.

En la sala de conciertos del parque de atracciones del Tívoli en Copenhague, Camilo (Santo Domingo, 1954), con la Orquesta Sinfónica de Nueva Zelandia, presentó un programa doble con “Rhapsody in Blue”, de George Gerswhin, y la nueva suite.

Con una brillante carrera de más de tres décadas, es indiscutible referente del jazz latino y un pianista reputado en el mundo, defensor del mestizaje musical, de que “la música se amplía cuando las culturas se encuentran” y “lo más importante es saber que todo es posible de entrada”, manifestó a EFE.

“Quiero romper barreras. A la gente le gusta encasillarse, pero soy músico, mi vida es la música, en mi familia hay intérpretes de todo tipo, y no creo que haya gran diferencia entre esos mundos; aunque he hecho carrera en el jazz, no me gusta quedarme en lo seguro, sino abrir caminos, para mí y los que vienen detrás”, señala.

Camilo lo define como “puente entre la música clásica y el jazz”, y al que abordó de forma sentida, dándole un toque latino y con mucha percusión.

Luego llegó la suite en cuatro movimientos –que tocará en octubre en las ciudades españolas de Zaragoza, León y Madrid , obra jazzística que reúne sus “tres ángulos” –latino, clásico y jazz y en la que adapta en el segundo movimiento el “Tango para diez”, su primer tango, surgido de la inspiración tras los experimentos con el guitarrista español Tomatito en “Spain” (2000).

Incluida en su disco con la Orquesta Sinfónica de la BBC (2001), a las órdenes de Leonard Slatkin, no había sido estrenada en directo hasta ahora por el protagonismo de la pieza mayor de esa grabación, el “Concierto para piano y orquesta”, que ya ha interpretado en vivo en 27 ocasiones.

[b]Reacción[/b]

Camilo sedujo al público con un crisol de sonidos brillantemente interpretados y provocó el delirio con su primer bis, en el que enlazó un fragmento del “Concierto de Aranjuez”, de Joaquín Rodrigo, con “Spain”, de Chick Corea, donde exhibió su virtuosismo, para cerrar su actuación con una delicada balada, otro de sus fuertes.

La orquesta tocó luego otra de las recordadas piezas de Gerswhin, “Un americano en París”, que puso el punto final al concierto.

Gerswhin será el protagonista de tres noches en L’Auditori de Barcelona el 29, 30 y 31 de enero de 2005, donde el pianista y la Orquesta Sinfónica de Barcelona, dirigida por Ernest Martínez, abordarán “Rapshody in blue” y el “Concierto en Fa”.

De esta colaboración y la “buena química”, según el músico, existente entre él y la orquesta, nacerá un disco en directo que saldrá al mercado probablemente en otoño de ese mismo año.

Ese es uno de los nuevos proyectos de Camilo, al igual que el DVD de un concierto con una “Big Band” en Santo Domingo en 2000, filmado hace un lustro por Fernando Trueba, para quien compuso la banda sonora de su “Two Much” y que ya grabó un cortometraje sobre él y lo incluyó en “Calle 54”, su homenaje sentido al jazz latino.

Para 2006 espera ofrecer el segundo capítulo de su colaboración con Tomatito, aplazado por los compromisos de ambos y que seguirá la línea de “Spain” –ganador de un Grammy latino , esa “tierra de nadie en que cada uno viene con su equipaje musical”, nacida de la amistad y admiración mutua, que explora nuevos vías entre flamenco y jazz.

En unas semanas grabará en Nueva York un disco, su primera obra en estudio sólo con su piano, con estándares de jazz y obras propias, un “gran reto personal, pues todo pianista debe grabar un disco sólo con piano”; para un futuro queda su deseo de plasmar su atracción por la música étnica.

Desde que compuso su primera pieza a los cinco años y debutó con 16 con la Orquesta Sinfónica Nacional de su país, se ha labrado un incuestionable prestigio y ha sido protagonista de la “segunda edad de oro del jazz latino”, que define por “no quedarse en el género, sino en ampliarlo, entrando y saliendo de la corriente central”.

“Soy afortunado por haber cumplido mi sueño, es un privilegio recorrer el mundo con distintos músicos y públicos, pero no he llegado al máximo: cuanto más alcanzas, más descubres que te queda por hacer. Me he vuelto maestro y quiere compartir lo que sé con otros músicos, y eso me sirve para seguir aprendiendo”, confiesa.

Este “fanático” del fallecido pianista de jazz español Tete Montoliú, defiende que “al fin y al cabo, el jazz es libertad” y que “hay que dejar fluir la música, darse cuenta de lo afortunado que se es por subir a un escenario y poder provocar emociones y recuerdos en la gente, y si se es capaz de lograrlo, aunque sólo sea durante veinte segundos, eso es arte”.

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