Michelle Bachelet, una
razón para celebrar

Michelle Bachelet, una<BR> razón para celebrar

Ser mujer no asegura éxito, ni supone tampoco una gestión gubernativa necesariamente mejor. Pero como las mujeres han sido históricamente marginadas de las funciones públicas por una supuesta incapacidad, hay que celebrar que Michelle Bachelet concluya su período presidencial con buenas ejecutorias y con una alta aprobación que ronda el 75%.

Llegó al poder sin ayuda de un padre o un marido. Escaló posiciones en el Partido Socialista y el presidente Ricardo Lagos la nombró ministra de salud y luego de defensa. En esta última posición se fogueó con los hombres de la milicia todavía infiltrada por el pinochetismo.

Llegó a La Moneda sin marido, con hijos y declarada agnóstica. Angelical era sólo su rostro y las intenciones de construir un Chile mejor, menos pobre, más igualitario.

Al tomar posesión anunció un gabinete paritario, con igual cantidad de hombres y mujeres; pero cuando tuvo que cancelar funcionarios lo hizo por su ejecución, no por el género.

En los primeros meses de gobierno enfrentó revueltas de jóvenes y un amplio rechazo de la población al sistema de transporte público que había establecido su predecesor. Su popularidad cayó abruptamente, pero siguió adelante con sus transformaciones sociales.

Su ministerio de Salud aprobó el uso de la píldora del día después para evitar embarazos no deseados, y la derecha, en coro con la jerarquía católica, la rellenó de críticas.

Durante el boom del cobre decidió ser austera. Ahorró por instrucción de su ministro de Hacienda, y cuando la crisis financiera de 2007-2008 llegó, Chile tuvo recursos para mantener sus programas sociales sin endeudarse.

La Concertación por la Democracia en el poder desde 1990, ha combinado los principios de libre mercado con una amplia inversión social y una tecnocracia gubernamental de alta calidad. Estos tres factores explican el éxito económico y los avances sociales en las últimas dos décadas.

De 1998 a 2005, el ingreso per cápita chileno se duplicó, de 6 a 12 mil dólares, y se redujo la pobreza de 40 a 19%. Al llegar al poder a principios de 2006, Bachelet se propuso ampliar los programas sociales para asistir a la población necesitada. Actualmente Chile tiene el porcentaje más bajo de pobres en América Latina con 13%.

Bachelet redujo los niveles de inequidad social con diversos programas sociales, entre ellos, el establecimiento de más de tres mil guarderías infantiles para familias de escasos recursos, que permiten a los niños pobres avanzar en el sistema escolar.

La Constitución chilena no permite la reelección inmediata, y a pesar de su popularidad, Bachelet no intentó cambiarla. En eso también se diferencia de muchos presidentes latinoamericanos que no escapan la “atracción fatal por el poder”, a la que ella se refirió en una entrevista publicada el pasado domingo 1ro. de noviembre, en el periódico español El País.

Cuestionada sobre la reelección, dijo en esa entrevista: “Creo que en la vida como en la política hay que ser ética y estética. Jamás cambiaría yo una situación para beneficio personal… Los cambios en las leyes y en las instituciones tienen que ser para mejorar la situación del país, no las situaciones personales”.

En los últimos años, Bachelet ha repetido que cuando una mujer llega sola al poder, la política la cambia, pero cuando muchas mujeres llegan, cambian la política. Llegó sola, llevó mujeres al gobierno, y termina su mandato con un Chile más próspero y menos desigual.

Ojalá muchas mujeres latinoamericanas irrumpan en la política y emulen a Bachelet en la defensa de principios de igualdad humana y en buenas gestiones públicas.

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