Michelle entre la audacia y la prudencia

Michelle entre la audacia y la prudencia

ANTONIO SKÁRMETA
A la larga hubo un claro desenlace en Chile. Michele Bachelet venció con una sólida votación en un país donde la oposición de derecha establemente merodeaba el 48% de las preferencias populares. Este 53.5% de la ganadora (más o menos) de hoy es algo superior al que tuvo Ricardo Lagos en la finalísima del 2000 y castiga a la derecha a un 46.5%. La rubia candidata se vio sin duda beneficiada por la brillante gestión del gobierno saliente.

Según las últimas encuestas, Lagos sigue subiendo en el aprecio de la gente que le da una aprobación del 75%. Búsquese en América Latina, e incluso en cualquiera democracia occidental, un presidente que tras un sexenio de mandato pueda exhibir semejantes cifras.

No es esta sin embargo la única victoria que ha de estar saboreando la simpática médico. Su triunfo en las urnas es también un éxito del decidido avance de las mujeres en la reconstrucción democrática de Chile y una derrota del machismo. Ellas, que padecieron los rigores de la dictadura, que vieron desmembradas sus familias por la represión, y con ribetes de heroísmo e inteligencia táctica supieron hallar el camino para derrotar al dictador y recomponer la democracia, se merecían esta victoria. Si Chile no se la hubiera dado, habría cometido una ligereza inexcusable. En la señora Bachelet desemboca mucho de la trágica historia de mi país: su padre fue un general constitucionalista torturado y asesinado por sus camaradas de armas golpistas. Ella misma fue arrestada y sufrió en el presidio vejaciones. Tuvo que partir al exilio. Vio quebrarse su matrimonio. A cargo de sus hijos, logró remontar su ánimo y obtuvo el título de médico en Alemania.

Dos ministerios en el gabinete de Lagos la ponen en sintonía con la gente. Como encargada de Salud, se esmera en una tarea titánica para superar la precaria situación de los hospitales chilenos. No triunfa, pero la gente la siente preocupada y cercana. De allí, en una genial movida de Lagos, pasa a ser Ministra de Defensa, donde muestra carácter y una inmensa altura moral. Ella, que viene de una familia victimizada, elabora sus sentimientos y asume con energía y calidez el papel de comandante en jefe de las fuerzas armadas. Un momento emblemático de la nueva democracia chilena.

Hacia mediados del 2005 da la impresión que su camino hacia la presidencia es imparable. Las encuestas la dan con dosis de simpatía popular e intención de voto a su favor cercana al 60%. Sin embargo en la primera vuelta electoral, obtiene un dramático 46%. Casi 30% menos del apoyo que le dan los sondeos de aprobación a su presidente Lagos. Más grave aún, en el mismo día de las elección presidencial, las fuerzas políticas que la apoyan, socialistas y democratacristianos, obtienen para el Parlamento más del 51% de los votos. Extrañamente, Michelle queda 5% por debajo de esa cifra.

¡Alarma roja en las filas gobiernistas! Los expertos de Lagos y la Democracia Cristiana entran a ordenar el rebaño. Los adictos a la dama, que dormilones habían previsto una cómoda victoria, salen a las calles a recordarle a la gente de qué se trata la derecha y enaltecer los méritos de la doctora. Ella misma dijo, tras la conflictiva primera vuelta, “Me faltó trabajo en terreno”.

Pues bien, en la segunda etapa sus huestes hicieron “terreno” con creces y lograron holgadamente marcar la diferencia.

¿Qué espera Chile ahora de su Presidenta?

Pues, a pesar del éxito de Lagos, ¡no más de lo mismo!

Tanto el instinto como la sabiduría política del pueblo entendió que tras una crisis grave como la que vivió Chile la democracia se consolida en etapas.

Los demócratas que han gobernado desde 1989, tras la derrota de Pinochet en el plebiscito de 1988, han contado con el apoyo y la paciencia del pueblo que han visto como sus gobernantes estabilizaban la economía y la democracia. Michelle Bachelet es ahora depositaria de la esperanza de avances sustantivos en justicia social. Chile no sólo debe tener una buena imagen, de la que se ufanan políticos y empresarios, sino que una buena realidad que permita a la gente tomar mayor parte de los beneficios.

Para intentarlo la nueva presidente precisará de toda su inteligencia, delicadeza y ternura. Ella ha hablado de “audacia y prudencia” ¿Será capaz de conciliar en una fórmula aún inédita en América Latina los éxitos que trae la economía liberal y las necesidades de justicia social sin romper los equilibrios macroeconómicos no despertar la cólera de los empresarios que pudieran ver dañadas algunas de sus granjerías?.

Si lo logra, la actual coalición gobernante, tras sus cuatro años de gobierno, podrá ganar fácilmente las elecciones. Pero aún si no alcanza esta meta, basta con que Michelle avance en esta dirección y no cometa grandes errores para pronosticar otro triunfo de los suyos el 2010. Pues hasta que la derecha se regenere y se sacuda de algunos sus líderes autoritarios, con tufillo a Pinochet, es muy difícil que supere el cuarenta y tanto por ciento al que parecen condenados.

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