Michelle Jiménez brilla en el Ballet de Washington

Michelle Jiménez brilla en el Ballet de Washington

POR CARMEN HEREDIA DE GUERRERO
Septiembre, 1958. La noticia de la llegada al país del Ballet de Washington, que traía como invitados a los célebres bailarines Alicia Alonso e Igor Youskevitch, produjo una verdadera conmoción en la entonces Ciudad Trujillo. Llegó el Ballet de Washington con cuarenta integrantes, entre los que sobresalían sus primeras figuras, Marcia Barret y Robert Davis, bajo la dirección de Frederick Franklyn.

Durante tres noches inolvidables se presentó esta compañía acompañada por la Orquesta Sinfónica Nacional, dirigida por Roberto Caggiano, en un escenario que para la ocasión fue construido en el Teatro Agua Luz. El programa presentado incluía el segundo acto de El Lago de los Cisnes, Las Danzas Polovetzianas del Príncipe Igor, el ballet “Etalage” y los “pas de deux” de Don Quijote y El Cisne Negro, en los que brilló, bajo un cielo estrellado, Alicia Alonso, “ballerina absoluta”.

Cuarenta y siete años después vuelve el Ballet de Washington, una nueva compañía fundada en 1976 por Mary Day, dirigida hoy por Septime Webre, y que trae como primera ballerina a Michelle Jiménez, la más alta figura de la danza dominicana.

EL ESPECTÁCULO

El atractivo programa presentado por el Ballet de Washington incluye tres ballets: “Serenade”, “Carmen” y “Nueve canciones de Frank Sinatra”.  En cada uno de los ballets, de caracteres diferentes, hay una excelente interpretación del estilo. La compañía muestra dinamismo, coordinación en los ensambles y plasticidad. Cada uno de los integrantes, con sus particularidades, se acopla a la perfección al todo, haciendo de cada entrega una experiencia visual extraordinaria.

SERENADE

Este ballet de George Balanchine y música de Tschaikovski, estrenado el 6 de diciembre de 1934 por la compañía de la School of American Ballet, es el primero compuesto en Estados Unidos, por el célebre coreógrafo ruso.  “Serenade” es un ballet abstracto dividido en cuatro partes sin interrupción. De exquisita limpieza coreográfica, el ballet no tiene intención narrativa, aunque sugiere emociones y situaciones humanas. La creatividad de Balanchine es exuberante y se expresa en múltiples formaciones que se transforman en estampas, para dar paso a nuevas creaciones. La filigranada sucesión de pasos, creada por Balanchine, contiene toda la poética del clasicismo de danza.

La pureza del estilo académico elegido, le sugiere una elemental escenografía, únicamente ciclorama azul y sencillos trajes celestes para los bailarines, y es, que para Balanchine “lo importante en el ballet clásico es el movimiento en sí mismo, el espectáculo visual y no la historia, es el elemento esencial”.

Los bailarines del Washington Ballet de excelente formación académica, proyectaron en toda su magnificencia, la plasticidad embriagante de este ballet de Balanchine, una de las obras maestras del ballet moderno.

CARMEN

La temperamental y pasional gitana de Merimée, Bizet y Alonso, adquiere una connotación un tanto diferente desde la óptica de Septime Webre. Enfatiza el coreógrafo en los conceptos del individualismo y la libertad, como elementos esenciales para Carmen, por encima de la pasión, y simplifica su entorno. Los personajes que conforman el triángulo amoroso, Don José, y Escamillo, son mantenidos dentro de los perfiles tradicionales, mientras Micaela, es más símbolo que personaje.

La propuesta de Webre es interesante, porque mantiene la intensidad dramática del ballet y el rigor teatral, pero logra un rompimiento en lo estructural, que la separa de la paradigmática Carmen, de Alonso. La Carmen de Webre nos muestra una coreografía diferente, novedosa, que refleja en la interpretación de duetos y tríos, efectos consecutivos que en nuestra percepción recrean en cada segundo de su desarrollo la visualización de estampas alucinantes. El manejo de los grupos es apasionante, la sonoridad del palmoteo y el taconeo es un elemento sustancial en la recreación del ambiente español propio del ballet. La escena de la muerte es sobrecogedora en su dramatismo, impactante en su lirismo. La sugestiva escenografía, alegoría taurina que nos remite a los lienzos de Picasso, se convierte en personaje vivo y protagónico, en consonancia perfecta con el vestuario.

Michelle Jiménez es una “Carmen” orgánica, entre frívola y dramática. Su técnica excelente, define los límites de la perfección, pero la técnica no es lo único que determina el grado artístico de Michelle, que se crece en  escena radiante, vigorosa, no se limita a interpretar  y trasciende, siendo capaz de “crear”, privilegio que solo ha acompañado a las grandes figuras de la danza universal.

Don José y Escamillo tienen intérpretes magníficos, Jared Nelson y Jason Hartley, se complementan en una dialéctica formidable de pasión y muerte. Brianne Bland, prototipo de la bailarina clásica, proyecta la sutileza del idealizado personaje de Micaela.

NUEVE CANCIONES  DE SINATRA

La coreógrafa norteamericana Twyla Tharp rinde homenaje al famoso cantante Frank Sinatra, en un “collage” de canciones inmortales en su voz, utilizando como base coreográfica el baile de pareja o de salón. El divertimento ligero y atractivo resalta el hermoso vestuario, diseño original de Oscar De la Renta.

La presentación del Ballet de Washington en el país será siempre recordada junto a la memorable actuación de Michelle Jiménez. Nosotros que la hemos conocido desde niña y seguido su trayectoria ascendente, nos sentimos felices y orgullosos. El 21 de enero de 1994 escribimos un artículo sobre el ballet “Cenicienta” en el que decíamos: “Concluido el espectáculo nos unimos a los aplausos y cuando estos callan y cae el telón, nos abstraemos, meditamos unos segundos, y llegamos a la conclusión de que hemos presenciado el nacimiento de una estrella, Michelle Jiménez”. Hoy el tiempo nos ha dado la razón.

Publicaciones Relacionadas