Michelle, la «roca» de la familia Obama

Michelle, la «roca» de la familia Obama

Washington, (AFP).- Michelle Obama, nacida en una familia pobre de la periferia de Chicago (Illinois, norte), representa la herencia del verdadero Estados Unidos negro en el seno de una pareja donde ella cumple el papel de «una roca», según ha expresado su marido Barack.

   La primera dama, que festejó el sábado sus 45 años justo antes de mudarse a la Casa Blanca, vivió una infancia difícil, opuesta a la de Barack Obama, criado como un niño mestizo en la familia de su madre en Hawai, islas de la pequeña burguesía blanca.

   Nacida el 17 de enero de 1964, Michelle Robinson creció en el South Side de Chicago, el barrio más pobre de la ciudad, en una casa de dos ambientes para sus cuatro habitantes. Su padre, Frazer Robinson, empleado de la alcaldía, trabajó toda su vida pese a una esclerosis en placas. Marian, su madre, se ocupaba del hogar.

   Su árbol genealógico se remonta a un ancestro esclavo, antecedente que no comparte con Barack Obama, hijo de un keniano que se mudó a Estados Unidos para estudiar.

   «Al elegir casarse con una afro-estadounidense, (Obama) decidió consciente o inconscientemente enraizarse en la comunidad negra», estimó David Mendell en el libro biográfico «Obama, from promise to power» («Obama, de la promesa al poder»).

   Michelle brilló en la escuela. Con sus 1,82 m de estatura, huyó de los deportes justamente porque era «alta, negra y atlética» y prefirió alejarse de los estereotipos raciales.

   Sus logros escolares le permitieron entrar en la prestigiosa universidad de Princeton, y luego a la aún más prestigiosa facultad de Derecho de Harvard (Massachusetts, noreste).

   «A veces me sentía como una pasante en el campus, como si ése no fuera verdaderamente mi lugar. Fuera cual fuera mi relación con los blancos, a menudo tenía la sensación de ser, a sus ojos, primero negra, y luego estudiante», contó a Mendell.

   De regreso a Chicago, se convirtió en abogada en una gestoría. Allí conoció a quien más adelante la desposaría. No sin dificultades, pues supo resistir los embates de Barack Obama durante un buen tiempo. Pero claudicó ante una invitación a ver una película de Spike Lee, controvertido cineasta negro caracterizado por la crítica social en sus filmes.

   Luego de su boda en 1992, Michelle Obama dejó el sector privado para trabajar en la alcaldía de Chicago y después en el hospital universitario, de donde acaba de renunciar a su puesto de vicepresidenta a cargo de asuntos exteriores y comunitarios.

   Con 44 años, Michelle Obama admite haber visto con desconfianza la decisión de su esposo de lanzarse a la carrera por la Casa Blanca: quería preservar su vida familiar.

   Pero aceptó bajo dos condiciones: que Malia, de 10 años, y Sasha, de 7, vieran a su padre al menos una vez a la semana. Y que él dejara de fumar.

   Hacer campaña «fue una decisión común», observa Fay Williams, presidenta de la Organización Nacional de Mujeres Negras.

   Michelle multiplicó entonces las entrevistas con la prensa y pronunció un caluroso discurso en la convención demócrata.

   Se dio a conocer por su hablar franco y su cáustico sentido del humor, que la llevó a ser acusada por sus adversarios de antipatriota, arrogante y hasta de racista. Los cuestionamientos a su sentimiento patriótico derivaron de un acto en febrero de 2008 en el que afirmó: «Por primera vez en mi vida adulta estoy verdaderamente orgullosa de mi país».

   «Evidentemente amo mi país (…) En ningún otro lugar salvo en Estados Unidos mi historia hubiera sido posible», se defendió más adelante.

   Su forma de hacer saber que su marido «ronca y tiene mal aliento en la mañana» no siempre es apreciado. Ante las cámaras, Michelle no duda en interrumpir a Barack.

   Pero Michelle dice que no se ve ocupando un lugar eminente en la Casa Blanca. Y enfatiza: «Con Barack hablamos de todo, pero no soy su asesor político. Soy su esposa».

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