Michelle Lavaughn Robinson
La esposa de Obama, auténtica y cercana

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EFE.REPORTAJES. Su mensaje cercano y casero caló entre los estadounidenses convirtiéndola en el mejor reclamo electoral de su  marido. Y es que Michelle Obama tiene un gran sentido del humor y con frecuencia hace comentarios como que su marido ronca y tiene mal aliento por la mañana, según dijo a la revista «Glamour Magazine» .

Sabe que no a todos les gustan sus bromas, pero no parece interesarle cuidar su lenguaje. “Estoy tratando de ser yo misma de la manera más auténtica que puedo”, dijo en la entrevista, y añadió: “Mis declaraciones son el resultado de mis experiencias, de mis observaciones y mis frustraciones”.

Ante las críticas surgidas cuando dijo que se lo pensaría antes de decidir si formar o no un tándem con Hillary Clinton, la adversaria de su marido, dijo: “Nosotros somos gente normal y no unos marcianos que hemos vivido siempre con una cuchara de plata en nuestras bocas. Yo nací en una diminuta casa de Chicago y tuve que esforzarme mucho para estudiar y llegar a donde estoy hoy”.

Esta licenciada en Derecho por Harvard, después de su paso por la prestigiosa universidad de Pricentown, y que gana dos veces más que su marido, no presume de currículum ante el público, sino de ser capaz de atender a sus dos hijas, Malia de 9 años y Sasha de 6, mientras tiene que recoger los calcetines de su marido. Una imagen que llega directamente al corazón de las madres trabajadoras.

“Si te pesa mucho déjalo que corra por el escenario, a mí no me molesta”. Aunque Michelle Obama se dirigía a una madre que lleva a su niño en brazos, su comentario fue lo primero que oyó la masa de seguidores el pasado 12 de febrero que acudieron al Instituto de Bethesda, en el estado de Maryland, para escuchar en un mitin a la posible futura primera dama de Estados Unidos.

La señora Obama se siente orgullosa de ser una representante de las madres «multitaskers», ésas que tienen hijos, trabajan, van al supermercado, no descuidan a sus padres y tienen tiempo para comprarse ropa, mantenerse en forma, almorzar con sus amigas y salir al cine con ellas.

“Acabo todos los días agotada y rendida y lo único que quiero es acostar a mis hijas tomarme una copa de vino y meterme en la cama. Mi familia para mí es lo primero porque si no podemos criar a nuestros hijos y darles una vida saludable, ¿cómo los ciudadanos pueden confiar en nosotros para solucionarlos problemas del mundo?”, declaró a la prensa.

Elegante
La señora Obama, de 44 años y casi un metro ochenta, es una figura atlética que irradia autoridad en sus trajes de pantalones y faldas ajustadas. Elegida por la revista «Vanity Fair» como una de las mujeres más elegantes del momento, muchos insisten en compararla con Jackie Kennedy, icono por excelencia del glamour presidencial.

Dicen que tienen en común su juventud, elegancia, el apoyo incondicional a sus esposos y, cómo no, su magnetismo con los medios.

Su particular estilo se ha deslizado en cada una de sus apariciones públicas durante la campaña electoral: vestidos de tonos vivos, cinturones anchos que la marcan, ausencia de accesorios y, para los actos más formales, trajes en blanco y negro.

Los expertos valoran su estética como prolija, que da cuenta de su acierto a la hora de elegir su ropa.

Sin embargo, Michelle es mucho más auténtica, audaz, independiente y con temperamento.

Esta es la imagen que ha dado durante este tiempo y así lo demostró el día de su cumpleaños, el pasado 16 de enero en plena campaña por California.

Su marido había prometido llevarla a cenar a un restaurante de Las Vegas, pero antes tenía que dar un mitin.

Con naturalidad, ella llegó despeinada, con  botas oscuras, un traje grisáceo y mal ajustado. No era precisamente glamour lo que desprendía. Daba la impresión de haberse puesto lo primero que tenía a mano en el armario. Aunque poco importaba su aspecto; el hecho de que ella estuviera allí llenaba de alegría a sus seguidores.

 Muy humilde
Aun así, tiene los pies en la tierra esta  hija de una ama de casa y de un trabajador en los depósitos municipales de agua, que llegó a ser dirigente local del Partido Demócrata.

 A pesar de su cargo de abogada en la firma Sidley Austin, especializada en casos de propiedad intelectual, no dudó en salir, en el verano de 1988, con Barack Obama, entonces becario a sus órdenes, nacido en Hawai, de padre keniano y dos años mayor que ella.

Éste le propuso ver la película «Do the Right Thing» (Haz lo que debas), de Spike Lee y cuatro años más tarde terminaron casándose.

Una mujer cercana y elegante
Directa y sencilla al hablar, con un agudo sentido del humor no común en la esposa de un político, Michelle, la esposa del  aspirante demócrata a la presidencia de Estados Unidos, se desenvuelve de una manera muy normal, sin la ostentación de la esposa de un político. Obama suele decir que no es un hombre perfecto y añade “como me recuerda cada día mi esposa”.  Ella le hace bajar de su pedestal intelectual, de su ensimismamiento retórico.

En su libro “La audacia de la esperanza”, Obama cuenta que después de una victoria legislativa en el Senado, llamó a Michelle para expresarle su alegría. Ella le cortó y le dijo que había una invasión de hormigas en la casa de Chicago y que antes de regresar debía comprar insecticida.

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