Microgordofobia: prejuicios que alimentan inseguridades

Microgordofobia: prejuicios que alimentan inseguridades

La microgordofobia, concebida como toda práctica socialmente legitimada que desprecia a aquel que no encaje en los estándares sociales normativos físicos, es tan frecuente como disimulada. Se disfraza, pasa desapercibida y echa raíces en la concepción social de la obesidad y del sobrepeso.

De esta forma, se construye una conceptualización concreta de lo que supone padecerlo.

Prejuicios que engloban la microgordofobia

Los profesores y colaboradores de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), la psicóloga Amalia Gordóvil y el sociólogo Ferrán Giménez, recogen los prejuicios más extendidos:

  • En lo referente al atractivo: Las personas con exceso de peso no resultan atractivas. Es más, se ven obligadas a compensar con personalidad el sobrepeso.
  • Su vida sexual: La concepción de que aquellos que padecen de obesidad o sobrepeso no tienen una vida sexual activa es muy común.
  • Éxito: Sea en lo personal o en lo laboral, carecen de éxito a ojos de la sociedad.
  • Alimentación: Todos los que tienen sobrepeso se alimentan mal o tienen malos hábitos de salud.
  • Sedentarismo: Están así porque quieren. Son vagos, no se esfuerzan.
  • Un rasgo convertido en insulto: La propia palabra “gordo” tiene una fuerte connotación negativa. Se trata de un insulto y no de una característica.
  • Los clichés: En este sentido, los medios de comunicación masivos han incidido en la creación de una imagen estereotipada y poco realista que, todavía en la actualidad, se prolonga en el tiempo.

Estos convencionalismos que engloba la microgordofobia son, en palabras de Amalia Gordóvil, “una carta de presentación”: Ser gordo se ha convertido en un constructo social que trae implícitos factores positivos (aunque ridiculizados) y negativos, pesando más estos últimos.

No son pocos los que padecen obesidad y sobrepreso

Todos estos prejuicios someten, de manera directa o no, a un importante segmento de la población:

Según la última encuesta poblacional de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO), más de la mitad de los españoles (53,8%) padecen exceso de peso. Este estudio, que parte de una muestra de un millar de participantes, estima que un 36,6% padece sobrepeso y un 17,2% obesidad.

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Se hable de una cosa u otra, las consecuencias no se deben contemplar sólo desde el punto de vista físico, pese a la frecuencia con la que eso ocurre. Ambas causan estragos en la salud tanto física como mental.

Es más, según la encuesta anteriormente mencionada, un 43,9% de los que creen tener exceso de peso se han sentido acomplejados por ello. Al hablar de mujeres, la cifra sube al 54,5%.

Pero la cosa no queda ahí: el 14,1% asegura haberse sentido rechazado por su peso en alguna ocasión.

La salud mental en juego

“No somos conscientes del sufrimiento que todos estos prejuicios pueden ocasionarles”, señala la experta Amalia Gordóvil.

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EFE/Museo de la Mente de Roma

Y es que quienes padecen de ello pueden llegar a desarrollar sintomatología ansiosa y un bajo estado de ánimo que, en ocasiones, desemboca en trastornos depresivos o alimentarios, entre otras patologías psiquiátricas.

La situación se puede agravar, más aún si cabe, cuando se trata de adolescentes: la interiorización de inseguridades y prejuicios, unido con la necesidad de pertenencia al grupo, las redes sociales y el manejo de la imagen en los medios de comunicación conforma una bomba de relojería.

“Esto hace que la gordofobia lo impregne todo”, asegura la psicóloga.

Y la microgordofobia no es más que la práctica silenciosa que pone esto en marcha.

Por qué el normopeso es la referencia

Pero más allá de salud, la idealización del cuerpo es una cuestión recurrente y ya estudiada.

El sociólogo Ferrán Giménez, explica: “En la sociedad liberal occidental, una persona obesa no se corresponde con el modelo de sujeto de explotación y del rendimiento”.

El sujeto de rendimiento, un concepto acuñado por el filósofo coreano Byung Chul Han, hace referencia al hecho de que no somos libres, sino que vivimos sujetos a determinados estándares, bien sea en el trabajo, la salud o el consumo. La sociedad, mercantilista e individualista, prácticamente nos esclaviza en base a aspiraciones comunes.

Así, los gimnasios, la ropa o los superalimentos no son más que parte de una gran parafernalia que nos convierte en sujetos de consumo. La presión estética que subyace de ese hecho es ineludible y, precisamente por eso, quienes no encajan en la imagen de referencia, el molde al que debemos adaptarnos, son inmediatamente señalados.

Un cambio a mejor

“Hay personas muy resilientes o que han hecho un buen trabajo para sobrevivir a tales injusticias”, indica Amalia Gordóvil.

Aquel que se levanta y cuestiona lo normativo es quien marca la diferencia. Porque tal y como señala la psicóloga, hay más concienciación social, más críticos del cuerpo normativo. Las nuevas generaciones están tratando de cambiar los cánones. Pero todavía queda mucho camino por recorrer.

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