Microtráfico de drogas va de la mano con la pobreza

Microtráfico de drogas va de la mano con la pobreza

La retórica mediática le llama microtráfico. Pero en realidad son pequeños puntos de ventas de drogas que se diseminan por doquier y que se reproducen como hongos. Operan en casi todo el país, pero sus puntos fuertes están en el Distrito Nacional y la provincia Santo Domingo, en Santiago, en San Francisco de Macorís, en Puerto Plata y en La Romana.

La actual gestión de la Dirección Nacional de Control de Drogas dice haber desmantelado 29 mil puestos de venta de estupefacientes. Pero reconoce que donde elimina uno, pocos días después operan tres, cuatro y hasta cinco. El microtráfico de drogas actúa como una red que se teje y entreteje en una pobreza que cada vez se extiende más.

Poco a poco, subrepticiamente, se fue tejiendo la red. La cadena eslabonada por traficantes y consumidores de drogas en pequeña escala, el microtráfico de estupefacientes que se apodera de los barrios periféricos ganando espacio como modus vivendi de excluidos y marginados, convirtiéndose en fuente de ingresos que suple carencias vitales y, a la vez, en detonante de la delincuencia y de la inseguridad social.

A la sombra de la complicidad policial y de agentes antinarcóticos, de parientes y vecinos, opera este creciente y enajenante negocio ilegal, soterrado, engarzando en la clandestinidad a menores, jóvenes y adultos, a miembros de pandillas y naciones, a niñas utilizadas como “mulas” hasta por su propia madre, a la anciana sin medios de sobrevivencia. Una intrincada red protegida por un cerco de contubernio, de temor y de silencio. 

Desde las capas altas y medias donde la drogadicción había tenido mayor arraigo, el poderoso narcotráfico y crimen organizado fue destilando su venenosa miel, permea los sectores empobrecidos. De la cima a la base de la pirámide social, poblada por millones de pobres e indigentes, masificando el tráfico y consumo, generando el microtráfico que parece ganar la batalla a las autoridades.

Un fenómeno, complejo y diverso, de alta peligrosidad, generador de violencia, de delincuencia y criminalidad, de robos y asaltos, promiscuidad sexual, embarazos prematuros y contagio del Sida. Negocio floreciente que sacia el hambre y satisface expectativas de vida. Unos venden y consumen, otros protegen, unos llegan de madrugada a los barrios en busca de la mercancía, también transportada a domicilio por los “deliverys” que van y vienen con cocaína y crack, mientras otros rondan escuelas, colegios y universidades, donde en muchos casos los suplidores ya no son extraños, alumnos las revenden para solventar el consumo, financiado además con robos, atracos y otros actos delictivos.

Origen.  La pobreza como fenómeno masivo se asoció a la droga desde que los traficantes del país comenzaran a recibir en especie una parte del pago, 10, 15 ó 20% de la que llega de tránsito hacia Estados Unidos y Europa. La que se queda, cada vez más, se vende y consume internamente en los puntos de drogas: un chimichurri, un ventorrillo, bajo la copa de un árbol o una construcción abandonada, a veces no es más que una sola persona que va y viene en un motor.

Aunque diseminado por todo el país, hasta en zonas rurales, este fenómeno tiene su mayor expresión en las ciudades de Santiago, Puerto Plata, San Francisco de Macorís, La Romana, sobre todo en los populosos barrios de Santo Domingo, entre otras urbes donde en un año y diez meses de la gestión del mayor general Rafael Radhamés Ramírez Ferreira al frente de la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD), ha desmantelado a nivel nacional 29,000 puntos de drogas, los sitios de venta -fijos o itinerantes- que retoñan al instante multiplicándose como hongos.

“El punto de droga no es algo estático, algo donde cerramos y se acabó –apunta Ramírez Ferreira-, hay sitios que hemos ido más de diez veces y vuelve a aparecer otra vez, y volvemos, y vuelve otra vez. Hemos llegado al colmo de tener que solicitarle autorización a Medio Ambiente para tumbar matas grandes en la zona oriental para salir del problema. Ocho y diez veces hemos ido al mismo sitio, 30, 40, 50 detenidos y vuelven a lo mismo”.

Eliminan diez y surgen quince incorporando al chiripero y al limpiabotas, a la adolescente que vende flores, el frutero que entre naranjas y guineos solapadamente oferta una nueva mercancía: crack, cocaína, la marihuana  deslizada por la frontera con Haití, canal de contrabando  de mercancías, drogas y armas.

La red.  El microtráfico funciona a toda hora con una red debidamente estructurada: de madrugada llega alguien en una yipeta o un carro que no es parte de la dinámica  barrial, y llevan la droga a los puntos, a personas del sector que tienen conexiones con grandes distribuidores, quienes reclutan a muchachos y muchachas para llevarla a los consumidores, generalmente de estratos medios y altos. Crean un núcleo organizado, empiezan dos o tres, pero la red se amplía, buscan otros niños y jóvenes de 8 a 17 años, aprovechando su condición de menores protegidos por la ley, usados por padres dedicados al microtráfico.

“Mandados bien pagados” ocupan a niños y  abuelas, a gentes del barrio. Toda una red. Abuelos que no participan pero encubren al nieto que le lleva mil o dos mil pesos. Saben que está en el negocio como otros del barrio, que un pariente se involucró en el narcotráfico en Nueva York. Muchos padres lo ignoran, otros no cuestionan el origen del dinero que entra a la casa, el televisor o la nevera adquiridos, como ocurre con la prostitución que ejerce una hija aquí o en el exterior.

Si bien la participación de familias completas no está generalizada, poco a poco se pierde el estigma de traficar con drogas. Hay casos de grupos familiares que intervienen en el trasiego dentro de su estrategia para sobrevivir. Hijos de padres y madres con experiencia en  las drogas, vinculados a ese negocio ilícito desde antes de casarse o  conocerse, que consumen y están en bandas delictivas. Parejas de 30 y 35 años con hijos de diez y doce años.

El narcotráfico  penetra en las familias prematuras, advierte la presidenta del Consejo Nacional de Drogas (CND),  Mabel Féliz. “Trae grandes problemas, porque hay niñas de 14 y 15 años que son mamás, son inmaduras y caen en  drogas,  el  hijo, todos, porque no hay madurez para educarlo, ellas están para que las eduquen, también el papá de 18 años”.

Hay estudios de interconexión de familias del barrio, porque de eso es que ellos viven, sostiene el siquiatra Manuel Herrera, coordinador interinstitucional del CND, y agrega:

 –El microtráfico ha creado un colchón en las zonas de pobreza, en unos lugares más que en otros, se ha convertido en la grave problemática de la droga. Compleja y  diversa, ya no es sólo la lucha con los adictos de clases alta y media, no es el tratar a jóvenes en un consultorio. No, es algo masivo, pero además complica todo el sistema judicial, penitenciario. Si antes en un barrio había diez personas, ahora hay cien, doscientas, están negociando porque eso les deja dinero, es una forma de vida, es el dinero que llevan a la esposa, al papá, a la mamá, con el que cubren la enfermedad.

–No es ya la droga per se que genera cambios en el cerebro, en la personalidad, en la conducta, el fenómeno va mucho más allá, es lo que la sustancia genera en términos económicos, la creación de una organización para defender su medio de vida. No es sólo la gran organización del narcotráfico con toda su trama arriba, el microtráfico es un retrato de eso a nivel popular.

–No son sólo los grandes ajustes de cuentas del crimen organizado, sino que a imagen y semejanza de eso, también ocurren a nivel de microtráfico, un joven mata a otro de una banda que invade su territorio, la zona de sus puntos de drogas. Ahí empiezan las grandes violencias, todo eso ha imbricado una situación  preocupante para la sociedad, porque adquieren  todo tipo de armas para defender su espacio.

Esta gente empieza a degradarse mucho más allá que la degradación social en los cordones de miseria, no tenían la familia, nada –precisa Herrera-, ahora la degradación es mucho mayor porque tiene una expresión primaria, el placer de comer, de cubrir necesidades no resueltas, ponerse ropa de marca, andar en un carro, acumulan capitales para eso, que ya es parte de su propia vida.

Las frases

Manuel Herrera

Su exclusión, todo ese manto inmenso de la pobreza empieza a ser suplido por las drogas ilegales, pero comercializan también las drogas legales, ansiolíticos, anfetaminas, que pasan del canal legal al ilegal”.

Mabel Féliz

Es una situación muy compleja, tenemos que ver las causas que lleva- ron a un joven a la drogadicción,  viven en condiciones infrahumanas, precariedad por todos lados, sienten el rechazo por la sociedad”.

Rafael R. Ramírez F.

El pago en especie creció en la medida que crecía el tránsito de drogas. Pero también fue creciendo la irresponsabilidad para trabajar en eso, aquí se llegó demasiado lejos, demasiado descuido”.

Las claves

Organización

1- El microtráfico opera con mayor organización desde finales de los años 90, cuando ya proliferaban las pandillas y los narcos vieron un gran mercado entre los pobres, ponerlos a distribuir y consumir. Si entran al país mil kilos de cocaína y otra cantidad de marihuana, le dan cien kilos al que la recibe en el país, quien la distribuye a los revendedores. Así se fue creando el engranaje, desarrollándose el microtráfico, un fenómeno en auge en otros países latinoamericanos. 

2-  Entre el macro y microtráfico de drogas hay una diferencia abismal. En el micro una persona puede vender menos de un kilo, y en el macro 50, 100 kilos y más.

3- Sólo elementos de formación, de ética, de moral, impiden la participación  en el tráfico de drogas. Inclusive hay personal de salud que roba  los medicamentos, drogas legales que son adictivas, desvían el uso de esos medicamentos, y los farmacéuticos también.

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