Estar ante la presencia de una persona que no cumple las normas establecidas por la sociedad, o bien que cuyos actos puedan poner en peligro la vida de los demás, genera temor e incertidumbre.
Hacer cosas sencillas, como salir a hacer la compra, caminar por obligación por una calle oscura o desolada, salir de noche… puede resultar una verdadera tortura, debido la presencia de los antisociales.
Pero, ¿qué pasa cuando este miedo va más allá de la realidad, provocando que la persona no quiera salir de su zona de confort, privándolo esto de llevar una vida normal?
El sociólogo y catedrático de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), Pedro A. Hernández, explica que son numerosas las causas por las cuales se le tiene miedo a los antisociales, entre ella: porque no acatan las normas y los convencionalismos sociales, por el contrario las desafían se burlan de ellas, las irrespetan.
“Por esa actitud, la sociedad los ha estigmatizados, los ha etiquetados como violentos, peligrosos, desalmados, rencorosos, y por vía de consecuencia, capaces de hacer daños a las demás personas, a sus vidas, a sus bienes”, asegura.
Hernández, explica que ese miedo se fortalece con la recreación diaria por parte de los medios de comunicación, del rumor público y del chisme, de actos, sucesos y experiencias escenificadas por antisociales.
“Hay que agregar que el miedo a los antisociales se fortalece también en el imaginario social porque las personas se sienten desprotegidas de los órganos estatales creados para protegerlas: el Gobierno y sus mecanismos tales como la Policía y la Justicia”, detalla el catedrático.
Entiende además que el miedo hay que trabajarlo: reconocerlo, es decir, estar consciente de que existe, que afecta; analizar su base real, sus mitos; socializar su conocimiento, el análisis de sus causas y consecuencias, y para de esa forma, poder afrontarlo.
¿Cómo manejar este miedo? Para la psicóloga Iris Bello, el miedo a estas personas puede convertirse en un problema cuando va más allá de una señal de alerta y se convierte en un elemento paralizante que no permite disfrutar el día a día, ya sea por no querer salir a la calle o no relacionarse para evitar situaciones potencialmente peligrosas.
“Hay que considerar que las personas reaccionamos de manera distinta cuando tenemos contacto con una persona antisocial, y la reacción que tengamos va a depender del tipo de contacto: como sea la persona, los apoyos familiares y sociales con los que se cuenten y si previamente se ha sido víctima de alguna persona de estas características”, explica Bello, Psicóloga Clínica, Jurídica y de la Salud.
Detalla que en este punto, el primer paso es comprender que el miedo es una reacción normal y para poder gestionarlo de manera que nos beneficie, es necesario aceptarlo, comprender que bajo la situación social que se está viviendo y ante una persona con estas características es de esperar sentir miedo.
“No es señal de ser débil, ni de tener ‘problemas’, es señal de que apreciamos suficientemente nuestro bienestar para preocuparnos de que este se vea alterado” enfatiza.
La especialista señala que vivir con temor es muy desgastante y lo más adaptativo es transformar ese miedo en un agente movilizador que nos lleve a tomar medidas de protección. La única manera de gestionar el miedo es afrontándolo y al tomar las medidas de protección necesarias enfrentar y analizar nuestra vulnerabilidad, al final, esto se traduce en que el miedo no nos dirige ni nos impide que avancemos porque desarrollamos un amplio repertorio de respuestas ante situaciones potencialmente negativas que nos permite recuperar la sensación de control sobre nuestras vidas.
“Muchas veces, y más si hemos sido víctimas directas de un antisocial, esto se dificulta y en estos casos, lo recomendable es buscar asistencia especializada”, concluye la especialista de la conducta.