Miedo al miedo

Miedo al miedo

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
Recuerdo el día que aprendí a derrotar el miedo. Quizá fue cuando descubrí que la audacia no es valor o puede que cuando entendí, como me enseñó mi abuelita Rosario Piñeyro, que “el miedo lo hace uno mismo”

No sé, realmente.

A lo mejor fue el día que entendí que la vergüenza es uno de los principales componentes del valor, la vergüenza y el respeto a uno mismo, la vergüenza y el poder ver a todos de frente, sin ningún rubor.

No sé, repito.

A lo mejor fue cuando tuve que caminar medio pueblo para llegar a mi casa, pasada la medianoche, bajo el silencio cómplice de los búcaros que despiertan las estrellas con su llamada indefectible, cada hora.

El miedo es un sentimiento muy importante. Enseña que te puedes esconder de la vida, pero no la vas a vivir. Muestra la cara dura de cobardes que ocultan el verdadero miedo tras la maldad de sus actuaciones.

El miedo es un riesgo difícil, hiriente, cortante, que provoca dolor, aislamiento, vergüenza, exclusión, que contribuye a poner aceite en las columnas vertebrales como acción previa a la reverencia.

El miedo enseña a ocultarse tras una risa nerviosa, que nada tiene que ver con la alegría, porque el temor es tenebroso, engañoso, formado por múltiples espejismos y visiones inexistentes que llenan la vida de inseguridad.

Eso sí, el miedo es inseguridad, no hay duda.

La vida enseña que el miedo confunde, asusta, ciega y paraliza.

En toda actividad humana hay un componente de dificultades, obstáculos, falsedades, miedos, audacia, imposiciones, oposiciones, luces, sombras, pero sobre todo, hay la oportunidad de hacer o de no hacer, de mantenerse estático, expectante, o convertirse en un ser activo, forjador de planes y ejecutor de decisiones.

A vivir enseña saber sobreponerse al miedo.

La primera decisión que tiene que tomar una persona que decide opinar públicamente, es mandar el miedo de vacaciones. Nunca olvidarlo. El miedo es quizá el componente más importante del valor.

Si no hubiera miedo no habría posibilidad de sobreponerse a esa fuerza interior que pone las piernas tan pesadas que impide caminar. Entonces es cuando se derrota al miedo y se actúa, en el terreno que sea.

No sé si Juan TH conoció el miedo aunque sí sé que es valiente sin alharacas, sin aspavientos.

Cuando un hombre como Juan Taveras Hernández decide usar el espacio de su columna para denunciar amenazas de muerte contra su persona, hay que prestar atención.

Juan sabe los riesgos que se afrontan como periodista cuando se busca la verdad, la verdad de cada quien, su verdad y la expone sin temor.

Siempre hay adulones, chupamedias y cobardes que actúan desde la sombra, dispuestos a intentar callar las voces disidentes, las voces que dicen lo que no les gusta a los eternos hijos de la caverna.

Este país no estaba preparado para un crimen tan grave como el asesinato de Orlando Martínez y sus asesinos perpetraron el crimen como si se tomaran un refresco.

Cuidemos la vida de Juan TH con quien se puede estar o no de acuerdo, pero merece respeto por su valor, porque actúa de frente, como pedía Martí, de cara al sol.

Mi respaldo irrestricto a su quehacer periodístico.

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