Miedo y aburrimiento se apodera de mexicanos recluidos en sus hogares

Miedo y aburrimiento se apodera de mexicanos recluidos en sus hogares

MÉXICO. AFP. «Nos morimos de aburrimiento y estamos asustados». Como millones de mexicanos, la familia Cortés no se atreve a salir de su casa por temor a la gripe porcina, que obligó a niños y adultos a adaptarse a esta vida monacal.

 Cuatro generaciones se amontonan desde hace más de una semana en una modesta vivienda, cerca de un ruidoso y contaminado cruce de carreteras, en el barrio popular de Tlacotal, periférico de la capital mexicana.

El cierre preventivo de todas las escuelas, cines y restaurantes de la capital, una megalópolis con 20 millones de habitantes, impone a los padres una dura tarea: tener que cuidar a sus hijos todo el tiempo.

Haciendo oídos sordos a las protestas, José Luis, de 43 años, prohibió a sus tres hijas adolescentes todo tipo de salidas, con lo que éstas se refugian frente a las pantallas de televisión y de la computadora.

«Ni sé qué escribir a mis amigos, no tenemos ninguna anécdota para contar, nada que hacer. La verdad, es muy feo», cuenta Fernanda, de 14 años, una fanática de voleibol que tuvo que dejar quieta su pelota por un tiempo.

Sus hermanas menores se convirtieron en una importante fuente de ingresos para el videoclub de la esquina, que llegó a alquilarles tres películas por día.

El padre intenta aprovechar la oportunidad para «hablar más con las niñas o jugar con ellas», pero reconoce, mostrando cierto agotamiento: «no vamos a aguantar mucho tiempo».

La preocupación invade a este contador, cuya empresa empezó a programar algunos días de paro parcial, en respuesta a la dramática situación.  «Para que lleguemos a este punto, significa que la situación sanitaria está muy grave, pero no se sabe la verdad», dice.  Su suegra, Marina, de 69 años, asegura que tampoco conoció «nunca una situación tan agustiante», antes de evocar la lista macabra de las víctimas de la gripe porcina A (H1N1), que el ministerio de Salud enumera todas las noches en la cadena de televisión nacional.  Para conjurar este destino, la bisabuela, Manuela, de 90 años, se disponía a ir a misa, pero las iglesias también cerraron ayer. «Me siento tan triste de no poder ver al Padre», dice.  Hasta el perro de la familia parecer notar una cierta tensión y da vueltas en el comedor mientras ladra, con la esperanza de volver a sus paseos habituales.  El encierro en la casa presenta una ventaja, reconoce Virginia, la madre: «Al menos me permite librarme del tráfico y la contaminación» de la capital mexicana, famosa por sus interminables atascos.

La cifra

20 MM

De habitantes en Ciudad de México. El cierre preventivo de todas las escuelas, cines y restaurantes de la capital, una megalópolis con 20 millones de habitantes, impone a los padres una dura tarea: tener que cuidar a sus hijos todo el tiempo.

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