Miedos infantiles ante los retos cotidianos

Miedos infantiles ante los retos cotidianos

Por Margarita Quiroz
El miedo a asumir retos no es exclusividad de adultos. Los niños también sienten pánico en momentos en que tienen que aprender o ejecutar algo; la diferencia es que por ser entes  inmaduros y sin experiencia alguna de la vida, en lugar de buscar alternativas para salir airosos ante las dificultades, actúan inconscientemente y crean a su vez, mecanismos de defensa para así evadir responsabilidades.

El mundo de los pequeños se resume en horas. La hora de despertar, desayunar, salir al colegio, recreo, llegar a casa, comer, hacer tareas, jugar, ver televisión, compartir con los padres, cenar e ir a la cama. No obstante, este mundo para ellos es complicado, debido a que durante esas horas ven de frente retos que no saben si pueden vencer.

Por esta razón, algunos padres tienen que luchar ante la negativa de sus hijos de ir al colegio, aprender a leer o escribir o simplemente de socializarse con sus compañeros.

La conducta asumida por algunos niños de ser un ente renuente a ejecutar cosas se convierte en un problema para los padres y a la larga, de no tomarse medidas a tiempo, para el niño. La incapacidad de algunos niños de enfrentarse a retos puede incluso inhibirlos e interrumpir su proceso de aprendizaje y socialización.

Para la psicóloga escolar Indhira De la Cruz, propietaria del colegio Mi Pequeño Mundo, normalmente cuando los niños llegan a la escuela tienen que enfrentar una serie de ansiedades. Cuando este cuadro se presenta es común ver al niño llorar todos los días al llegar al colegio, sudar, fingir estar enfermo e incluso vomitar. Esto por lo general, pasa en la etapa preescolar y básica, aunque los estudiantes de secundaria no escapan del pánico; por ejemplo, en un momento en que le toca tomar un examen, exponer un tema delante de sus compañeros, hacer una pregunta al profesor y demás.

En cualquier etapa de la vida de un estudiante hay retos que enfrentar, pero como todas las cosas, éstos tienen su origen en múltiples factores que tanto los padres como el maestro tienen que aprender a manejar.

El niño en edad preescolar y básica, es decir, de dos a 12 años, enfrenta el reto de la socialización, de aprender a manejar sus emociones y profundizar en la lectura o escritura; esto último es lo que los psicólogos llaman problemas cognitivos o de aprendizaje.

Otras limitantes que enfrentan algunos niños y por el cual asumen esta conducta, es lograr empatía con el maestro y sus compañeros y en otro caso aunque resulte simple, repetir o cambiar de curso también puede sensibilizar las emociones de un niño.

Algunas veces el profesor osa ridiculizar al niño y por tanto éste, producto de la vergüenza pasada frente a sus compañeros, entiende que la solución es negarse ir al colegio.

Según De la Cruz, cuando surgen estos inconvenientes lo recomendable es realizar un trabajo comunitario, donde intervengan los padres, el maestro y el director del centro educativo, para de esta forma tratar de buscar una solución.

 Si es el niño quien realmente tiene el problema entonces debe ser referido al psicólogo de la escuela quien lo evaluará desde la óptica cognitiva. Si el caso lo requiere, entonces se referirá a un psicólogo-pediatra.

Por eso, es vital que el profesor, por ser la persona que tiene a su cargo el papel de ayudar al niño en su proceso de aprendizaje, detecte e informe a tiempo la conducta anómala que está experimentando el infante.

En caso de que sea el profesor, entonces éste tiene que autoevaluar su conducta y cambiar de estrategias de disciplina y aprendizaje para así lograr un mejor desempeño dentro del aula.

“ Lo que pasa es que la mayoría de los profesores no toman en cuenta esto y en lugar de buscar fórmulas para solucionar la situación optan por presionar al niño, pero la educación moderna no permite presiones sino que ante cualquier acción se determina qué es lo que realmente pasa con el niño a través de una evaluación psicológica”, dice la especialista.

Ante esta situación, el niño nunca debe ser presionado ya que detrás de cualquier conducta  se pueden esconder problemas más serios como neurológicos, visuales o auditivos.

Algunos profesores tienden a etiquetar al alumno y en ocasiones hacer correcciones incorrectas y hasta llegar al extremo de ridiculizar. De su lado, el padre, debe estar siempre vigilante ante cualquier conducta extraña del hijo. Es recomendable, dice la especialista, que los padres tengan presentes pequeños detalles, como por ejemplo, el estado de deterioro de los útiles escolares, ya que esto por simple que resulte ante la vista de cualquiera podría llegar a determinar el nivel de cuidado y responsabilidad que el maestro tiene para con el hijo.

El director a su vez tiene que estar empapado de todo lo que pasa en el colegio y de la relación alumno-profesor-padres.

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