Mientras ellos se matan, el Estado calla y se olvida

Mientras ellos se matan, el Estado calla y se olvida

La muñeca, triste, descansa en una esquina. Ha quedado olvidada. Hace unos meses, aunque aún no debía ser así, su dueña la cambió por un juguete de carne y hueso. De repente, y no puede imaginar cómo, ella cambió su mundo por el de los grandes. A pesar de sus trece años, ya tiene un hijo del que se tiene que “ocupar”.

Trece años son muy pocos. También los once,  doce, catorce, quince…  edades en las que ni siquiera se debería pensar  en que el sexo es una opción. Pero pasa. Sobre todo en los barrios  pobres, muchas de nuestras niñas se convierten en “mujeres” cuando aún deberían estar jugando. Producto de ello, la tasa de embarazos en adolescentes es de un 28%.

Los números nos dicen claramente que debemos  hacer algo. Por ello, Profamilia decidió sacar una campaña de concienciación que promueve el uso del condón. La Iglesia, enojada, respondió sometiendo un recurso de amparo. Producto de ello, comenzaron los eternos dimes y diretes de una sociedad que siempre habla.

El Gobierno, sin embargo, ha callado. A pesar de que al Estado  le corresponde actuar en el asunto, ya que se trata de un tema de salud pública, las autoridades se tapan los ojos. Poco importa que haya niñas pequeñas inciándose en el sexo o abusadas por adultos. Da igual que tengan relaciones sexuales sin protección y queden embarazadas o terminen contagiadas de VIH o de  Papiloma (que en un 90%  deriva en cáncer). Hoy es evidente que la educación sexual a temprana edad es una  urgencia y  que el Gobierno no debe postergarlo más. Ya es hora de ponerse los pantalones.

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