MIGRACION: CAUSAS Y EFECTOS
El éxodo al exterior se intensifica, muestra otras tendencias, nuevos destinos

MIGRACION: CAUSAS Y EFECTOS<BR><STRONG>El éxodo al exterior se intensifica, muestra otras tendencias, nuevos destinos</STRONG>

POR MINERVA ISA Y ELADIO PICHARDO
No puedo describirte el desgarramiento de mi alma cuando una de mis hijas empacó sus sueños y se los llevó lejos, muy lejos de aquí. Eran aquellos unos días tormentosos, no sólo se huía del campo, también la ciudad se volvía extraña, agresiva, incosteable, y otra gran ola emigratoria desterró a millares de dominicanos que, acosados por la insolvencia económica, abandonaron su tierra natal sobrecogidos por sentimientos ambiguos, una pugna entre la esperanza que despierta lo nuevo y el temor a lo desconocido.

En el contexto de la crisis económica y de la inestabilidad política, entre 1987 y 1994 se incrementó notablemente el éxodo al exterior, su dinámica se intensificó con perfiles distintos, otras tendencias, nuevos destinos.

Este segundo gran flujo se originó en el marco de la internacionalización y las políticas migratorias de Estados Unidos, España y otros países de la envejeciente Europa, urgidos de brazos vigorosos para el trabajo rudo, con los que revitalizaban, rejuvenecían su población, posibilitando los inevitables intercambios culturales, pese al racismo y la xenofobia.

Tras cerrar el gobierno norteamericano sus esclusas desde 1994, aumentó el flujo hacia España, años después el segundo país huésped de importancia. La proximidad sociocultural, ausencia de visado antes de 1993 y la apertura de los mercados de trabajo permitieron la rápida expansión de la inmigración dominicana en Madrid, Barcelona y otras ciudades europeas.

Me apena contarte que la exportación de mano de obra a esos países se convirtió en parte constitutiva del estilo de desarrollo dominicano. Lo revelaba la actitud gubernamental de apertura al éxodo, la implícita política estatal de laissez-faire como válvula de escape de los mercados laborales y la presión sociopolítica. Y, sobre todo los beneficios reportados por las remesas en dólares y otras transferencias de capital, que a partir de esa segunda ola emigratoria cobraron gran relevancia en la economía. Para 1989 su valor alcanzaba el aportado por la exportación de azúcar, café y tabaco, superadas sólo por el turismo, que seguía pelando sabanas, desmontando bosques por Higüey y La Romana para levantar nuevas infraestructuras.

Te contaré que a inicios de los noventa el 34% de la población recibía remesas, aumentando su bienestar económico y social. Pero, a la vez, tanto en las comunidades dominicanas en el extranjero como en las locales, ya se sentía con fuerza el impacto de la emigración en la desintegración familiar, con su secuela de desajustes psicosociales.

 Mecanismos de expulsión

El modelo económico de servicios configuró nuevas formas de integración al sistema mundial y a los Estados Unidos en particular, impuso reajustes estructurales y reformas institucionales orientados a una mayor apertura. Por su drástica repercusión en la devaluación monetaria y la calidad de vida se trocaron en poderosos mecanismos de expulsión masiva de dominicanos. Abandonaban el país individuos o familias que no resistieron el embate de la crisis, técnicos y profesionales como mi hija, se incorporaron a la fuerza productiva de otras naciones, entre ellas España.

Mi esposa y yo enviamos a nuestros hijos a universidades privadas, que empezaron a crecer como verdolaga con muy precaria calidad. Eran otros tiempos, pese a la rémora del analfabetismo y altísima deserción escolar, principalmente en la enseñanza superior, se mantenía la tendencia hacia una mayor escolaridad, determinando cambios en la movilidad intergeneracional: abuelos agricultores, padres obreros o pequeños mercaderes, hijos comerciantes, banqueros o ejecutivos de cuello blanco, técnicos y profesionales.

Te decía que priorizamos la educación, gastamos un dineral sobre todo en la hija que emigró, eligió odontología, una de las carreras más costosas. Recién graduada, se la llevó el deseo de materializar el sueño europeo, lo que posibilitó  el déficit en España de esos profesionales, permitiéndosele a sus colegas dominicanos ejercer allá. Una excepción, porque otros titulados en diferentes disciplinas han tenido que dedicarse a oficios menos calificados como en Estados Unidos, donde muchos médicos son taxistas, mientras ingenieros, abogados y economistas se han visto compelidos a tomar un swaper o andan la seca y la meca repartiendo pizzas.

En esta nueva etapa de la emigración al exterior, que los expertos denominan de expansión avanzada y presumen la más importante en su historia, se evidenciaban relevantes rearticulaciones en la composición social de los flujos migratorios. Hubo un descenso relativo de obreros, artesanos y operarios, y un incremento sostenido del éxodo laboral de calificación alta e intermedia. Crece la fuga de cerebros o “migración de competencias”, que reduce el acervo de habilidades y conocimientos indispensables para superar el modelo económico-institucional vigente.

¡Que barbaridad! Mandamos profesionales y en estos años han comenzado a enviarnos repatriados procedentes de cárceles norteamericanas, y si bien no todos son delincuentes, muchos llegan con maestría en el delito.

Impacto cultural

El espectro de nuestras fuentes de identidad variaba desde los ochenta con el peso progresivo y apabullante de la comunidad dominicana en el extranjero. El éxodo a Estados Unidos, Puerto Rico, Venezuela, Curazao, Panamá, y últimamente a España, un fenómeno multidimensional y multicausal, incidía en los estilos de vida, en los patrones de pensamiento y acción, en las expectativas de consumo transmitidos, entre otras vías, a través de las frecuentes visitas de los emigrantes que temporalmente venían o regresaban definitivamente al país.

Como una cadena, la dinámica emigratoria generaba efectos acumulativos mediante redes de relaciones sociales, flujos circulares, migración de retorno, remesas de dinero y mercancías, televisores, equipos de música, diversos electrodomésticos, consolidándose fenómenos socioculturales al constituirse los residentes en el exterior en una comunidad de referencia.

Los emigrantes son estremecidos por un fuerte impacto en la estresante y angustiante lucha para adaptarse a los abruptos cambios en sociedades avanzadas, principalmente los de la primera etapa emigratoria, con un perfil muy tradicional, en alta proporción rural, inclusive personas que nunca vivieron en ciudades y pasaban directamente del campo al aeropuerto y de ahí a territorio norteamericano.

En quienes no habían desarrollado una cultura urbana y de repente residían en una gran ciudad, Nueva York, Boston, Madrid, era mayor el choque de identidad, fenómeno que tendió a provocar importantes cambios culturales, influenciados por sociedades avanzadas, primordialmente la norteamericana.

Al producirse ese impacto muchos de los patrones de la cultura occidental comenzaron a ser asimilados y transmitidos hacia el país, pues en los años ochenta y noventa los emigrantes retornaban con bastante asiduidad, iban a su lugar de origen por un período bastante corto y volvían nuevamente a la gran ciudad. De los que emigraban entre 1965 y 1969 regresaba el 69.3%, mientras que entre 1990 y 1991 sólo lo hacía el 17.3%, según la encuesta Endesa 91.

Al salir de Santo Domingo u otra ciudad, donde no se podían insertar, y verse también en el exterior obligados a luchar para integrarse, muchos no podían interpretar los motivos de la no inserción en su tierra natal. Esto los inducía a adoptar la nacionalidad del país receptor sin criticidad, les allanaba el camino a la transculturación, a la asimilación de valores y costumbres foráneas, sin ningún cuestionamiento.

Perfil del emigrante

Los dominicanos en el exterior constituyen una población joven, el 68% tenía menos de 30 años de edad al salir del país, la mayoría era de procedencia urbana, el 73.3%, y sólo 26.7% rural. Conforme a ese perfil demográfico y socioeconómico determinado por Endesa-91, las mujeres -el 51.6%-, se van a más temprana edad que los hombres, el 73.3% con menos de 30 años.

Los que se marcharon no eran los sectores más pobres ni más afectados por el desempleo, por razones de costos, medios, información y selectividad migratoria. Esa encuesta estableció en 54% su nivel de ocupación al momento de emigrar.

Un 18.5% tenía un alto nivel de calificación, eran profesionales, técnicos y afines, mientras los comerciantes y vendedores constituían el 14.4%. Los ganaderos y agricultores el 13.8%, oficinistas y afines 9.6%. La reducción en la proporción de emigrantes con baja calificación, se registró especialmente en artesanos y operarios, categoría que en Estados Unidos bajó de 39% en el período 1970-1979, a 27.6% entre 1987-1990. Inclusive en España, con predominio en servicios domésticos y hotelería (84%), los profesionales y técnicos (7%) integraban el segundo grupo ocupacional, sobre todo médicos, odontólogos y técnicos afines.

Mejoría  económica

Aún con la recuperación económica y relativa estabilidad sociopolítica desde 1992, el éxodo al exterior prosiguió incrementándose hasta 1994. La inflación se redujo de más de 40% en 1991 a 4.3% en 1992, manteniéndose baja en los dos años siguientes. El PIB per cápita creció de 5.9% en 1992 y 2.3% en 1994. Entre 1991 y 1994 descendió la tasa de desempleo, de 20.2% a 15.5%.

La migración legal a Estados Unidos aumentó, la cuota de visado de inmigrantes fue ascendida a 45,000 en 1992, y se acrecentó aún más el éxodo ilegal. Además, es factible presumir un probable ascenso de la migración potencial, pues, pese a la tarifa en dólares, era dramática la aglomeración en las filas de solicitantes de visas norteamericanas, reducidas desde 1994.

Ante las mayores restricciones para acceder al visado y viajar a Estados Unidos, los dominicanos buscaron otros destinos de más fácil acceso en Europa y América Latina.

Principales destinos

Aunque Estados Unidos mantenía la primacía como país receptor de la emigración dominicana, en el período 1987-1994 se verificó un descenso relativo y una ampliación y diversificación de destinos.

Hacia ese país y Puerto Rico se dirigía en 1974 el 90.3% de los migrantes criollos, según la encuesta Diagnos, efectuada ese año por Salud Pública, pero a inicios de los noventa ambas naciones sólo concentraron el 76.4% del total, conforme con Endesa 91, en tanto un 23.5% se orientó a otros países.

No obstante, datos censales norteamericanos indican que la población criolla en esa nación se duplicó de 1980 a 1990, al pasar de 169,147 a 347,858 personas, 45.4% hombres y 54.6% mujeres. Otras fuentes estimaban en 417,096 los radicados en Norteamérica en 1990 y 69,238 en Puerto Rico.

El flujo de dominicanos a esa isla era reducido. Pero tras el cambio de modelo económico y la crisis de los ochenta, se registró un flujo laboral masivo, incorporándose predominantemente en el sector terciario de la economía boricua. Un estudio realizado a fines de los ochenta en Santurce determinó que el 83.2% se desempeñaba en el comercio y los servicios, principalmente doméstico. El 58.2% eran mujeres. Los incorporados a ocupaciones de alta calificación como profesionales y técnicos, administradores, gerentes y afines constituían el 7.5%.

El total de migrantes dominicanos, cuantificados a partir de Endesa 91, ascendió a 507,000, cantidad considerada más confiable por basarse en una encuesta de cobertura nacional. De todos modos, estaba por debajo de las cifras reales por el incremento de la emigración ilegal.

La pérdida de atracción de Venezuela como país de destino, se evidenció en la reducción de los criollos empadronados en esa nación, el censo de 1981 registró 17,719 y el de 1990 sólo 16,807. Un descenso que también constató Endesa-91: antes de 1985, el 10.7% de los emigrantes criollos prefería a ese país, y para 1985-1992 apenas el 1.6%.

Inmigrantes dominicanos admitidos en  EEUU, según grupo de ocupación
Grupos de ocupación (en %)  1987-1990

 Profesionales, técnicos y afines            9.2    

Gerentes y administradores                    5.4    

Comerciantes y vendedores                    5.5    

Empleados de oficina                               6.7    

Transporte, construcción                          44

Trabajadores de servicios.                      23.5   

Agricultores, ganaderos y afines.           5.7    

Fuente: PNUD

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