Migración, Precios y Pasivo Laboral

Migración, Precios y Pasivo Laboral

Osvaldo Montalvo

Al pretender justificar la permanencia de legiones de ilegales en el país, los “haitian lovers” han utilizado argumentos de distinto tipo. Han dicho, por ejemplo, que deportar a los ilegales es una violación a sus derechos humanos. No hay que argumentar mucho sobre semejante disparate, pero algo tienen que decir para justificar su “solidaridad honorífica”.

Un argumento aparentemente más sólido es que “la economía dominicana” se beneficia de la mano de obra extranjera, prueba de lo cual es la utilización de abundante mano de obra en el sector de la construcción, la agricultura y los servicios sin calificación (los serenos, por ejemplo). La pregunta es: ¿se beneficia “la economía (o la sociedad) dominicana” o los empresarios, entre los que hay dominicanos y extranjeros? Convenientemente nunca se han hecho esa pregunta. Otra pregunta imprescindible es: ¿y cómo construyen (y cosechan, y vigilan, etc.) en los países en que no hay mano de obra ilegal? ¿O en los países en que están sujetas a controles estrictos? En dos palabras, ¿cómo construyen en Noruega, si no hay haitianos?

Los componentes del precio –de cualquier precio- son: a) La restitución del capital utilizado, que financieramente toma la forma de reservas por depreciación. b) la restitución de las materias primas y materiales utilizados, lo que contablemente denominamos gastos. c) Los gastos financieros, es decir los intereses pagados sobre los fondos tomados en préstamo. d) Los impuestos directos, a la actividad de que se trate o al ingreso. e) Los sueldos y salarios pagados. f) La ganancia del capitalista. Es decir P = a + b + c + d + e + f.

Por un principio que aprendemos temprano en la escuela, y más rápido en la práctica, sabemos que si la suma de dos variables es fija, una puede aumentar sólo si la otra disminuye en la misma magnitud, y viceversa. ¿Cómo aumentar f, la ganancia? El impulso inmediato es aumentar P, el precio, pero esto encuentra su límite al momento en que empiezan a reducirse las ventas. Queda reducir costos objetivos: la depreciación, el valor unitario de las compras, etc. Lo mismo, tienen un límite hacia abajo. Entonces, ¿los costos subjetivos, los salarios? Los salarios llegan a ser un componente importante del costo total en los procesos intensivos en mano de obra, como la agricultura, la construcción, la maquila y la fase manual de procesos automatizados (como el embalaje). Pero, ¿no tiene la reducción de los salarios unitarios un límite inferior? Por supuesto, lo tiene, y a él se llega rápidamente pues es el único insumo que aboga y combate por su propia causa. Entonces, estamos presos…

No tan rápido, Willy… Los trabajadores ilegales están dispuestos a aceptar condiciones y compensaciones inferiores a los trabajadores nacionales, a veces diferencias importantes. Aceptan pagos en especie, trueque, que no lo hacen los locales, por ejemplo cuando se les ofrece una vivienda (ruinosa, debe ser) a cambio de vigilancia. ¿Y por qué aceptan estos trabajadores ilegales este trato desigual? ¿Son irracionales, será que quieren enriquecer al capitalista? No, aceptan esas condiciones porque conocen en carne propia la diferencia entre malo y peor.

¿Con esto abaratamos el precio de la producción local? ¿O aumenta el capitalista sus ganancias sin efecto sobre el precio? ¿No tiene la contratación de ilegales consecuencias específicamente económicas pero en plano agregado? Lo primero, si el mercado, por la razón que sea, está muy concentrado o cartelizado, la reducción en salarios se transfiere a mayores ganancias sin reducción de precio. No hay una socialización del ahorro en salarios. Menor e se convierte en mayor f, no en menor P. Ya vamos entendiendo la “solidaridad” de los empresarios.

Sobre lo segundo, recordemos lo que los economistas denominan externalidades negativas, como la polución, la contaminación del agua o el daño ecológico. Las empresas extractivas (mineras) típicamente “descreman” la tierra y dejan el pasivo ecológico a la sociedad. Que lo arreglen otros o que lo dejen así. Con el trabajador ilegal sucede algo parecido: su empleador se apropia del ahorro laboral, pero los costos en todos los plazos de su existencia social se transfieren al resto de la sociedad. Los trabajadores ilegales utilizan toda la infraestructura pública, desde el sistema de transporte hasta los de salud y educación, sin que exista la contribución fiscal correspondiente por parte del trabajador ni del empleador. Simplemente se deja a cargo del resto de la sociedad. Luego de utilizado, el trabajador se abandona a las vicisitudes del mercado laboral, mientras sigue dependiendo de los servicios sociales y la asistencia pública, por precarios que puedan ser. Todavía más: el empleo de un ilegal alimenta las expectativas de muchos otros. La sobrevivencia estrecha de algunos crea el incentivo para muchos más que también saben la diferencia entre malo y peor. En cualquier caso, una economía absorbe una determinada mano de obra y no más. Una sociedad absorbe una determinada cantidad de indigencia y no más. Por lo menos antes de hacerse indigente ella misma.

Pero, ¿cómo es que construyen donde no hay trabajadores ilegales, o donde el número de ellos es muy reducido? Porque mantener a raya a los trabajadores ilegales es muy fácil, sólo hay que imponer multas severas a quienes los contraten. El empleador no es irracional, comparará el ahorro en costos al emplear a un ilegal con la probabilidad de la multa. Y hay multas que son realmente disuasivas. Otra cosa es cuando se quiere mantener la situación con un discurso de regulación y una práctica de “hagan lo que quieran”. ¿Cómo lo hacen? Fácil: capitalizando los procesos y tecnificando. Un machete cuesta 150 pesos, una cosechadora de arroz 250 mil dólares. Ya entendemos mejor la “solidaridad” empresarial. No obstante, Argentina exportó el año pasado 25.6 billones de dólares sin trabajadores ilegales. ¿Magia? ¿Vudú? Pronto la verdad golpeará a los dominicanos más pobres e indefensos, cuando dejen fuera de las escuelas públicas a sus hijos para hacerle espacio a los derechos humanos de los pobres haitianos. El presupuesto nacional no da para los dos.

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