Migración y política

Migración y política

Aproximadamente un 5% de las personas que viven en la República Dominicana son haitianas, o de descendencia haitiana. La inestabilidad política en el vecino país ha contribuido a esos flujos, además, por supuesto, de las diferencias económicas entre los dos países.
Debido a la inestabilidad política en Nicaragua ya mucho más de un 5% de los que viven en Costa Rica son nicaragüenses, o descendientes de nicaragüenses. Los generosos programas sociales y de salud de los ticos favorecen también a los nicas.
Existe el compromiso entre los países que integran a Caricom de eventualmente permitir el libre movimiento de las personas que conforman dicha comunidad entre la comunidad misma, compuesto principalmente por las islas angloparlantes. Pero como Haití tiene la intención de acercarse cada día más a Caricom, esa libre movilidad se atrasa en ser implementada por el temor de grandes flujos de haitianos hacia la cercana Jamaica, hacia una Guyana donde ya apareció petróleo, más las otras islas y territorios.
En la pequeñísima isla de Bahamas, cercana a Haití, hay unos 80,000 haitianos y su primer ministro recientemente declaró que nunca firmará el protocolo de Caricom sobre libre movimiento de personas, y, además, amenazó con expulsar a los indocumentados, que son la gran mayoría.
Chile envió soldados a Haití como parte de la Minustah y, tal vez por un gesto de conciencia, o por contar con una población envejeciente, ha sido muy generoso aceptando haitianos, pues ya hay allí más de 150,000, tres por cada 10 haitianos que tenemos en la República Dominicana. Brasil, que también contribuyó a la Minustah, igualmente ha aceptado muchos haitianos en su territorio.
Pero la región también enfrenta el éxodo de venezolanos debido a que allí también hay inestabilidad política. Las autoridades de la colindante isla de Trinidad y Tobago han declarado que no están dispuestas, ni preparadas, para convertirse en un campo de refugiados financiado por su petróleo y bajo supervisión de Naciones Unidas. Los venezolanos en Colombia son aún más numerosos. En Ecuador se acaba de declarar un estado de emergencia pues por ese país han pasado 454,000 venezolanos, la mayoría rumbo hacia Perú y Chile.
Los europeos, ingleses y americanos tumbaron a Gadafi en Libia sin pensar con qué sustituirlo y el resultado ha sido que diferentes tribus controlan hoy allí y se han dedicado al ilegal negocio de embarcar africanos hacia Europa, especialmente hacia la cercana Italia. Los sirios escapando de la guerra se han dirigido hacia Europa del Este y el resultado ha sido una ola racista y anti migración que ya ha elegido gobiernos derechistas y xenófobos en Italia y Hungría. La decisión del brexit por parte de los ingleses se debió a la búsqueda de un mayor control migratorio. En Estados Unidos Trump alimenta a su base electoral con epítetos racistas contra los latinos y contra la migración en general, pues crece cada día la proporción de la población conformada por latinos.
Todo esto lo habíamos visto antes, pero sin los ribetes políticos. Hace 130 años los sirio-libaneses, escapando de otro conflicto bélico, emigraron hacia América Latina, incluyendo nuestro país, donde erróneamente los llamamos “turcos”. Por razones económicas le siguieron españoles e italianos. Esas olas migratorias europeas, como lo apuntó Hoetink, hicieron que nuestro país prosperara hacia finales del siglo XIX. Hace cien años en Estados Unidos los americanos protestantes atacaban a los emigrantes italianos e irlandeses católicos y a los judíos en los barrios pobres de Manhattan.
Estudios científicos recientes de ADN confirman que dos terceras partes de los dominicanos somos mulatos, lo que mitiga las pasiones racistas. Somos la “comunidad mulata” proporcionalmente más amplia del mundo, como lo reconoció tempranamente Corpito Pérez.
En Nicaragua Daniel Ortega ha perdido el apoyo de empresarios, la iglesia y el grueso de la población y ya no recibe financiamiento de Petrocaribe. Solo cuenta con la policía y sus paramilitares. Sin embargo, la presión internacional en su contra se verá reducida con la reimposición por parte de López Obrador de la vieja política mexicana de no intervención en los asuntos internos de otros países. Si la extrema derecha gana en Brasil habrá menos interés aún en el tema de los derechos humanos en nuestro continente, incluyendo la OEA.

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