Las recientes manifestaciones de xenofobia antihaitiana en la sociedad dominicana, mueven a reflexionar acerca de esta situación.
1) Las migraciones son un fenómeno universal cuando los pueblos tienen oportunidad de mejorar sus condiciones de vida o para escapar de desastres naturales, socioeconómicos o políticos.
2) En el caso de Haití, están los precedentes históricos de las incursiones de 1801,1805 y 1822, la Orden Ejecutiva del Gobierno Intervencionista Norteamericano del 1919 que prohibió “inmigrantes que no sean de raza aria”, para posibilitar que solo vinieran haitianos como trabajadores temporeros, sin derechos, por unos cuantos pesos para sus centrales azucareros; y la matanza haitiana ordenada por Trujillo, aunque luego los protegió al convertirse en dueño de 12 ingenios.
3) Somos un país de inmigrantes y emigrantes de todos los colores, razas y culturas, desde los inicios de la conquista y colonización de la isla, con la inmigración forzosa de indios del Caribe y de esclavos africanos. Eso no lo va a detener la onerosa construcción de un muro porque éste solo haría más costoso su paso para los inmigrantes ilegales y una mayor corrupción en la frontera, por donde pasan ya impunemente muchos otros extranjeros, armas, vehículos robados, drogas, ajo, alcoholes, cigarrillos y otros demonios. Esa campaña es pura demagogia patriotera para ganar poder, que pone en peligro la paz social de la nación.
4) El trabajo haitiano y el intercambio comercial transfronterizo bien controlado es una gran fuente de riqueza para muchos dominicanos y su gobierno.
5) En el país hay muchos millares de descendientes de haitianos que se han integrado a la sociedad dominicana a todos los niveles: empresarios, profesionales, militares, obreros y agricultores.
6) Corresponde a las autoridades cumplir y hacer cumplir las leyes de migración, de manera que solo permanezcan en el territorio nacional los que trabajen efectivamente en tareas productivas; pero nunca más de los que pueda resistir la economía dominicana y el empleo de sus ciudadanos. Hay que deportar a todos los delincuentes una vez cumplan las penas por las que hayan sido condenados.
7) Entre los deberes de los alcaldes y gobernadores provinciales hay que incluir el identificar a los habitantes de sus demarcaciones, tramitar la extranjería legal de los que trabajan de acuerdo a la ley y hacer deportar a los que no lo hacen. Así se hace humanitarismo, sacando del país a los que no alcanzan a socializarse para convivir con nosotros. Debe castigarse ejemplarmente a las autoridades y demás ciudadanos que abusan de ellos, por racismo o por fobia a sus miserias… en casi todos los países europeos.
8) Los viejos bateyes azucareros y los barrios segregados de haitianos en las ciudades son centros de odio antidominicano que no permiten su integración armónica. Allí no conocen su historia ni la nuestra. Allí no deben integrarse más inmigrantes ilegales, sino enseñarles a ser buenos ciudadanos, ofrecerles salud, seguridad y escuela.
9) Debe fortalecerse la actividad económica y cultural dominicana en la frontera, con personal calificado y no permitir que se construya o se negocie en la carretera internacional, tal como está establecido en el tratado del 1929, lo que se hace actualmente, con los peligros que esto conlleva.
10) El problema de la inmigración haitiana hay que manejarlo sin abusos, con humanitarismo.