Migraciones y reingeniería de naciones

Migraciones y reingeniería de naciones

ADOLFO MORETA FÉLIZ
Emigrar siempre crea incertidumbre por las expectativas que generan el camino, y las que producen los escenarios y las situaciones desconocidas. Las migraciones no sólo son exclusivas del hombre. También, «algunas especies animales siguen el ritmo de las estaciones en busca de cobijo y alimentos». Pero de todas las corrientes migratorias -como dice Louis Dollot-, «las humanas con sus consecuencias políticas, económicas y morales son las más importantes complejas y originales».

Antes eran predominantes las clásicas migraciones espontáneas. Luego, llegó el declive de esas migraciones para dar paso a desplazamientos humanos mediante acciones y programas preconcebidos dirigiendo los flujos hacia específicos destinos. A esa modalidad, Dollot la denominó: «migraciones dirigidas». Cuando éstas se producen en riadas, pueden causar impacto y transformaciones de consecuencias impredecibles. El ejemplo contemporáneo más representativo es el que algunos analistas norteamericanos denominan como el «mal de Ruanda». Que no es más que la atomización de las migraciones en toda Africa Central, con la consiguiente generación de sangrientos conflictos intrafronterizos. En proporciones más discretas, pero no menos dramáticas, sucede en otras regiones del planeta. Muchos son los modelos que pueden servirnos como referentes.

Con el nuevo reordenamiento que se le da a «la aldea», la «agenda migratoria global» o construcción de canales migratorios desde un extremo al otro del mundo, se ha constituido en la herramienta estratégica puntual de integración. Es así, como existen flujos inducidos desde un país a otro. Desde zonas rurales hacia las periferias urbanas. Y desde centros de ciudades a las orillas. Sus complejidades, mezclan pueblos, transforman costumbres, quiebran voluntades. Borran identidades nacionales. Derrumban fronteras. Aunque la diversidad étnica enriquece el acervo cultural creando interesantes fenómenos de convivencia, «la búsqueda» en espacios que habitan y comparten –en los países subdesarrollados– es lo que más se parece a un polvorín.

La Hispaniola con un erial en occidente, y un diversificado hato aún cultivable en el oriente, no está exenta al fenómeno de la reingeniería de sus naciones fruto de la migraciones provenientes desde todas las latitudes del planeta. Pero Haití, por sus deplorables condiciones materiales de existencia y el intenso flujo de sus migraciones hacia «namponyól», está destinado a ocasionar las más importantes transformaciones del estatus territorial, social y político de la isla.

Haití es un país sin agua ni alimentos ni instituciones ni orden ni autoridad. Cargado de una tribal violencia social y política que cada día se torna más compleja, y la avalancha humana continúa en forma indetenible hacia la República Dominicana en un ingreso sin retorno. Y la pelota de lo impredecible, empieza a sentirse en el lado de la cancha anfitriona de las migraciones.

Luego de la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), es pauta normativa transferir experiencias y modelos de una región a otra. Lo que ocurre en un lado del mundo, puede servir de paralelo para repetirse o comprender lo que sucede en el otro. ¿Acaso representa Haití, una Ruanda en el Caribe? Si analizamos el «mal de Ruanda», y tomamos la advertencia de Jean Bertrand Aristide de que «Francia y Estados Unidos preparan un holocausto negro en Haití», podría entenderse alguna dinámica de la situación del drama haitiano y su posible efecto en toda la isla.

Ruanda es una de las naciones más pobres del mundo. Con una extensión de 26,338 Km2 y aproximadamente 8 millones de habitantes. Se estima que más de dos millones han emigrado a la República Democrática del Congo (RDC), una cantidad similar hacia Uganda y otros países de Africa Central. Ruanda es gobernada por la minoría tutsi que representa apenas el 5% de la población. Los hutus son el 95%.

Haití tiene una extensión de 27,750 Km2 y se estiman poco más de 8 millones de habitantes. La élite gobernante (los haitiander) es el 3%. La mayoría haitiana (los haitianos) representan el 97%. La escala de violencia tanto en Ruanda como en Haití es terrible. Y los métodos de exterminio sobrecogedores. Bueno o malo, Jean Bertrand Aristide es considerado por la mayoría del pueblo haitiano su legítimo presidente. La élite y la comunidad internacional representada por Estados Unidos, Francia, Inglaterra y Canadá no opinan lo mismo.

El comentarista Philip Rejntyns de la cadena BBC, considera que los recurrentes conflictos en Ruanda son consecuencia de dos problemas no resueltos: «el status legal de los inmigrantes ruandeses en el Este del Congo, y el propio conflicto en Ruanda entre mayoría hutus y el gobierno tutsi». Los tutsis, tomaron el poder en 1994 después de sacar del escenario político a Juvenal Habyarimana primer presidente de la etnia hutus, quien fue asesinado. Eso desencadenó, uno de los genocidios más grande del siglo pasado. El «holocausto negro de Ruanda».

Hasta dos millones de hutus y tutsis abandonaron Ruanda huyendo de ese escenario de terror. La mayoría se estableció en el antiguo Zaire, uniéndose a los ruandeses que en décadas anteriores se había asentados en ese país. «La presencia de grandes comunidades de refugiados alteraron rápidamente el equilibrio en Zaire, ayudando a revivir resentimientos contra cualquiera que fuera considerado ruandés, quienes exigían derecho de suelo, políticos y sociales. Al mismo tiempo, hacían incursiones a Ruanda para atacar a sus contrarios auspiciados e instigados por activistas de terceras naciones.

Mientras el exterminio de pobres contra pobres o «mal de Ruanda», se extiende por toda Africa Central, las naciones desarrolladas «cuidan» de sus riquezas para ayudar a combatir la pobreza, en tanto, los países van cambiando el régimen en la tenencia de tierra, transformando el estatus político y social de las naciones. Es así -según el New York Time- que «la historia de cómo Zaire se convirtió en el Congo, no es sino la historia de cómo Ruanda prosiguió su guerra civil en territorio vecino».

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