Miguel Aquino García – Las sepulturas de Trujillo

Miguel Aquino García – Las sepulturas de Trujillo

En el artículo de opinión «La insepultura de Trujillo» que apareció publicado en este diario el pasado 5 de junio, se plantea una defensa histórica de la tiranía de Trujillo que debe ser objeto de un ponderado análisis.

Creemos que las afirmaciones expuestas en dicho artículo se deben a un enfoque miópico y distorsionado de lo que en verdad constituye el bienestar de una sociedad en el enfoque amplio del destino histórico de una nación, pues los conceptos externados pierden de vista no solo el retraso en la institucionalización del país como consecuencia del mantenimiento de un estado policial implacable por más de 30 años, sino que deja además de lado el análisis de la importancia de determinantes factores externos en el establecimiento y mantenimiento de la dictadura de Trujillo, y que nada tenían que ver con los dotes personales del dictador, como eran los intereses de geopolítica de los Estados Unidos, que favorecieron primero el ascenso de Trujillo y otras dictaduras latinoamericanas al poder bajo la «política del gran garrote» de Teodoro Roosevelt, y más tarde el mantenimiento y apoyo de estas dictaduras militares «anticomunistas» debido a la «guerra fría» con la Unión Soviética, hasta el advenimiento de Fidel Castro al poder. Con una Cuba comunista en las narices, las dictaduras militares latinoamericanas que antes favorecían los intereses de Estados Unidos, se convirtieron entonces en un riesgo político para ese país, y los «Trujillo» de estas regiones comenzaron entonces a desaparecer, de hecho «nuestro» Rafael Trujillo fue uno de los primeros en caer con el patrocinio del gobierno americano, que le había ya advertido directamente que debía abandonar el poder.

Es cierto que el dictador Rafael Trujillo estaba dotado de una gran intuición e inteligencia que en el plano interno hizo posible que fuera él y no otro quien por más de 30 años le estuviera «agarrando la chiva» al gran poder del Norte, y con el apoyo de este consolidar su posición interna. Pero hay que recordar que el simbolismo de bienestar y orden público que se observó durante la dictadura, se logró al precio de hacer desaparecer el más preciado de todos los derechos innatos del ser humano, el derecho a la vida. En efecto, el menosprecio total por la santidad de la vida humana llevó a Trujillo a cometer los crímenes mas horripilantes contra todo a quien a él le pareciera, con razón o sin ella, que era un obstáculo para la permanencia de su hegemonía y control total del país. Ya antes de las viciadas elecciones del 16 de mayo de 1930, en la que siendo jefe del ejército se presentó como candidato a la presidencia de la república, Trujillo demostró su despotismo reprimiendo a tiros limpios las manifestaciones públicas de los que se oponían a su postulación, y haciendo desbandar también a pura metralla y en plena corte a quienes a través de la justicia, trataron de impedir su arbitrariedad de asumir el control de la junta electoral. Pero los crímenes más aleccionadores vendrían luego de la toma oficial del poder al concluir los fraudulentos comicios, pues usando una banda paramilitar armada hasta los dientes, y utilizando un vehículo Packard de color rojo que el pueblo llegó a denominar «el carro de la muerte», Trujillo llevó a cabo la decapitación sistemática de opositores en todo el país, quienes fueron perseguidos y cazados como bestias en plena calle o en la santidad de sus hogares. Los que lograron sobrevivir, lo hicieron embarcándose a escondidas a tierras extrañas. Pero ni los fueros externos les sirvieron de protección, pues innumerables exiliados de entonces y de años por venir, fueron durante 30 años buscados y asesinados en Cuba, Puerto Rico y hasta en Estados Unidos, por agentes de Trujillo. El horripilante y calculado crimen de las hermanas Mirabal en las postrimerías del régimen, ilustra también a perfección la profundidad de los laberintos de aquella mente profundamente intuitiva y altamente criminal, para quien una sola de sus cabezas de ganado tenía mucho más valor que la vida de cualquiera de sus desgobernados. Ello así porque en el plano interno se vivió un estado policial que no permitía el menor disentimiento. Una simple palabra o gesto mal interpretado, o un chisme de un calié del gobierno podía costarle la vida a cualquier ciudadano. El siquiatra Antonio Zaglul concluyó que la tiranía de Trujillo había causado una paranoia colectiva en el pueblo, un temor innato a ser perseguido que todavía permanece insepulto en la sique del dominicano, siempre temeroso de «caer en un gancho». Hubo una conculcación total de todas las libertades públicas, y un saturamiento de todos los medios de comunicación que eran de su pertenencia, con continuas alabanzas y endiosamiento del dictador y su familia. El fenecido doctor Germán Hornes Coiscou, dueño y editor del diario El Caribe y autor del prólogo de mi primera obra acerca de Trujillo, me contó como había recibido instrucciones directas del dictador para que su foto fuera siempre la de mayor tamaño y debía publicarse en primera plana. Todos los medios de comunicación del país habían sido reducidos a puros apéndices de su gobierno, o los había hecho desaparecer.

Obsérvese como incluso Font Bernard, un intelectual de profundo conocimiento de la idiosincracia del pueblo dominicano y en particular conocedor íntimo de la persona del dictador Rafael Trujillo, y quien desde los tiempos de aquella dictadura ha prestado sus servicios al país desde una posición de honorabilidad y decencia, al tratar de pasar juicio sereno sobre el régimen de Trujillo en el contexto histórico de aquella dictadura en un artículo publicado en este diario hace ya algún tiempo, no pudo dejar de señalar como el crimen de las hermanas Mirabal y otras aberraciones de las postrimerías del régimen, le dieron una caracterización totalmente distinta a la imagen histórica de aquella dictadura, señalando por ello que solo hasta 1955 el balance de aquel régimen podía enfocarse como positivo, al tiempo que se suscribía de alguna manera a la teoría de un Trujillo insepulto basado en el debate permanente de su obra de gobierno. Nosotros creemos sin embargo que los acontecimientos que dan origen a ese legado insepulto de Trujillo no fueron logros positivos o construcciones materiales antes de 1955, los orígenes de ese legado hay que buscarlos en las «sepulturas de Trujillo» que precedieron incluso la farsa electoral de 1930, en aquella represión política letal hasta ese momento nunca vista en el país, la cual se tornaría permanente y sofisticada a lo largo y ancho de su régimen, con el consiguiente alienamiento mental de generaciones de dominicanos. Para describir aquel ambiente de terror sicológico que vivió el pueblo dominicano bajo Trujillo, que no comenzó pero se intensificó a partir de 1955, el exiliado Jesús de Galíndez secuestrado espectacularmente en Nueva York y transportado al país en 1956 por órdenes directas del dictador, para asesinarle por haber escrito la obra crítica «La Era de Trujillo», afirmaba en la misma, adelantándose por años al diagnóstico siquiátrico de Zaglul que «lo grave de esta dictadura no son los asesinatos políticos , los crímenes. Lo grave es la destrucción total del espíritu de la gente…». De hecho permanece aún insepulto esa mentalidad creada por Trujillo en los cuarteles contra «el elemento civil» que debía considerarse siempre conspirador y pernicioso y enemigo de «las fuerzas del orden», lo que explica los asesinatos extra judiciales que todavía a 40 años de su desaparición se siguen dando por centenares cada año, en la simple interacción de «civiles contra militares», y que solo el advenimiento de nuevas generaciones de dominicanos sin vivencias ni memorias cercanas de aquella dictadura, harán posible la desaparición gradual de estas prácticas.

Nada de positivo tiene tampoco el hecho de que Trujillo hubiera creado una Aviación Militar y una Marina más poderosas que la de México, un país con una población 12 veces mayor que la nuestra, pues este armamentismo solo sirvió luego para matar dominicanos. Otros logros y obras materiales de aquella dictadura deben igualmente enjuiciarse en su debido contexto histórico. Así se observa que la nacionalización de la industria azucarera fue mas bien una «trujillización» de la misma, pues estas pasaron a su control y usufructo directo, tal como sucedió también con La Tabacalera y con los productores de leche y con cualquier otra iniciativa privada productora de riqueza. Mientras con Balaguer la corrupción «se detenía a la puerta de su despacho», durante Trujillo la corrupción «nunca salió de su despacho». Su monopolio de la riqueza del país al que convirtió en su propia finca, las cuotas preferenciales para la exportación de los productos de industria azucarera y otros rubros agrícolas, por parte del agradecido gobierno americano durante la «guerra fría», facilitó la creación de una moneda nacional con el apoyo político y estratégico del gobierno americano. Sin embargo ya en 1959 Trujillo se había visto obligado a suscribir la primera deuda de unos 12 millones de dólares con el Fondo Monetario Internacional, lo que indica que su gobierno, tal como los que le han sucedido, no podía escapar las variables de la economía mundial. Es cierto que Trujillo protegió zonas verdes vírgenes e impidió que reservas de arena como las de Baní fueran explotadas por empresas extranjeras, pero recordemos que su interés principal era controlar lo que ya estaba en producción. Otros logros como la creación del «Código de trabajo» para regular las relaciones patronos empleados o la legislación de 1942 otorgándole a la mujer el derecho al voto, no tenían mas valor que el de la tinta del papel en que se escribieron, pues el asesinato vía ahorcamiento de los primeros trabajadores estatales que se atrevieron a hacer huelga en ingenios del Este en 1942, dejó ver la otra cara del «Código de trabajo», y el voto de las mujeres al igual que el de los hombres no valía nada, pues durante la dictadura solo se podía votar por el Partido Dominicano de Trujillo. Hospitales, monumentos y puentes hubieran sido construídos de todas formas por otros gobiernos, solo que no hubieran llevado el nombre de Trujillo o de sus familiares, sino los de los fundadores de la patria. A la caída del gobierno de Horacio Vásquez en 1930, ya se habían traído las vigas y otros materiales pesados para la construcción del hoy Puente Duarte, finalizado por el dictador. Las principales carreteras que enlazaron por primera vez los principales núcleos poblados del país facilitando un ejercicio efectivo del poder central, habían sido construídas por las fuerzas de ocupación americanas, y mientras el presidente Vásquez las había usado para facilitar una gradual imposición del orden social en todo el país pero manteniendo las libertades públicas, Trujillo las utilizó para ejercer una despiadada represión en todo el pueblo.

Basado en la conducta de censura y total control del país ejercida por Trujillo, hay que imaginar lo que habría hecho sino le rompen el cocote y llega a gobernar en tiempos de internet y de comunicación global. )cómo iba a permitir que los dominicanos pudieran intercambiar información con el resto del mundo sin su conocimiento y control, en un país en que hasta las llamadas telefónicas y el correo cotidiano eran objeto de rutinaria violación?. Al igual que los regímenes totalitarios comunistas, Trujillo hubiera limitado el uso de las computadoras a su servicio de inteligencia militar y a aislados académicos del gobierno bajo supervisión oficial, sumiendo al país en el mayor de los atrasos. Qué bueno que aquella maléfica pesadilla de gobierno para siempre está sepultada. )a quién en su sano juicio se le ocurre desear el retorno de un «Trujillo insepulto»?. Déjense de asustar a la gente.

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