Madrid. Miguel Bosé se siente hoy por hoy “fuera de las modas” que, en su opinión, dictaminan los aforos completos en los conciertos en España.
“Este es el año de Pablo Alborán y de Joaquín Sabina”, apunta.
No obstante, este “adicto al escenario” ha vuelto a prescribirse una gran gira mundial. ¿O debería llamarlo “terapia”? “Me he subido al escenario con 40 de fiebre y he bajado sin ella.
He actuado con un tobillo torcido y se me ha arreglado allí y he empezado un concierto queriendo matar al mundo y he salido suave como un guante.
Cualquier problema se me esfuma sobre el escenario, es tan beneficioso para mí como la meditación y el yoga”, afirma.
En una entrevista con Efe en su casa de Madrid, el músico, que el pasado otoño publicó su vigésimo disco de estudio, “Amo”, se muestra entusiasmado con su nuevo “tour”, un aspecto de su carrera que, como es bien sabido, mima hasta el detalle junto a un equipo muy estable de profesionales internacionales.
“Este es un viaje y, para viajar, las cosas se tenían que mover”, avanza enigmático sobre un espectáculo de algo más de dos horas de duración y “sin interrupciones”, que sorprenderá de partida con un escenario completamente blanco y vacío, sin músicos, sin estructura aérea, sin colores… pero solo de partida.
Cerrado el capítulo de los “Papitos”, como se refiere a los dos exitosos discos “Papito” (2007) y “Papitwo” (2012), en los que reinterpretó a través de dúos su producción musical más destacada, ahora toca abrir una nueva etapa.
En este repertorio, sonarán las canciones de “Amo”, “dos o tres temas míticos de culto” que hacía tiempo que no rescataba en sus conciertos y grandes éxitos de siempre como “Bandido”, pero en sus versiones originales (ligeramente actualizadas).
Promete que “no habrá merma de medios” respecto a giras anteriores, pero las circunstancias actuales en España obligan a mostrarse más cauto, de forma que, inicialmente, su gira nacional constará sólo de once grandes conciertos.
“Vamos a hacer un estupendo verano, pero el arranque está siendo más dificultoso por varias razones”, reconoce.
Después de un largo recorrido por México a partir de mayo, su gira por España arrancará el 20 de junio en la plaza de toros de Valencia y llegará después a Las Ventas de Madrid (25 de junio).
Bosé, que tocó por primera vez en ese coliseo taurino en 1987 con su disco “Salamandra”, ya ha perdido la cuenta del número de veces que ha disfrutado de un concierto en su arena.
“Es un templo, tiene una energía muy especial y se crea una fiesta tremenda”, destaca.
A Las Ventas le seguirán el Auditorio Rocío Jurado de Sevilla (día 27) y las plazas de toros de Palma de Mallorca (4 de julio), de Murcia (10 de julio) y de Alicante (día 11).
En agosto, irá el día 4 a Calella de Palafrugell (Girona), el 5 a la localidad tarraconense de Cambrils y el 16 a la plaza de toros de Benidorm, en la provincia de Alicante.
En septiembre finalizará el tour nacional en el Palau Sant Jordi de Barcelona (día 9) y en La Ería de Oviedo (17).
“España va muy por modas, este es el año de Alborán y de Sabina. Cuando yo monté ‘Papitour’, hacía un concierto en Toledo y al día siguiente podía hacer otro a 100 kilómetros, que se volvía a llenar”, comenta el músico, que se siente ahora “fuera de esas modas” o inercias que arrastran gente a los auditorios como si nada.
A ello, expone, se suma una endeble situación económica, sobre todo para la música en directo, “penalizada” por un 21 por ciento de IVA contra el que se ha rebelado públicamente (es uno de los artistas que se han adherido al “Día Sin Música” del 20 de mayo, organizado por los promotores de conciertos del país).
“Por otra parte, la actitud del público ante un concierto es diferente en España respecto a Latinoamérica. Allí la cesta de la compra se compone de huevos, pan, leche y música en directo”, argumenta.
Ante los próximos comicios municipales, otra fuente de incertidumbre en el que los ayuntamientos evitan comprometer sus presupuestos a largo plazo, Bosé vislumbra no obstante una luz al final del túnel.
“Va a haber un cambio de panorama bastante importante”, anticipa, con un mayor número de conciertos, si no como en el pasado, con aquellas agendas plagadas de “eventos magnos”, al menos más positivo que el paisaje actual.
“Pero primero hay que bajar el 21 por ciento”, insiste.