Doce horas después de asesinar de varios balazos al ministro de Medio Ambiente, Orlando Jorge Mera, y ser interrogado por el Ministerio Público, Miguel Cruz se entregó a los brazos de “Morfeo” y durmió como un lirón hasta las 9:00 de la mañana de ayer, en la celda que le fue asignada en el Palacio de Justicia de Ciudad Nueva.
A esa hora fue necesario despertarlo para practicarle el chequeo médico rutinario a que son sometidos todos los reos que llegan allí, para determinar su estado de salud, informaron a Hoy fuentes que pidieron reservas de sus nombres.
Indicaron que Miguel Cruz solamente se quejó de dolor en la espalda y en el pecho, por el tiempo que duró con el chaleco antibalas puesto, el cual sintió muy apretado.
De acuerdo con las fuentes, no se le suministró ninguna medicina para el dolor, pero sí una pastilla para la presión arterial que él mismo llevó.
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Eran las 10:20 de la mañana, cuando en el destacamento estaban a la espera de algún familiar o abogado fuera a visitarlo para que le comprara las pastillas de la presión, pues solo le quedaba una.
También para que depositaran algo de dinero en la recepción de la cárcel, a los fines de venderle tickets para que pudiera comprar algo de comer en la cafetería, y también un chip para su teléfono.
“Aquí nadie ha venido a verlo, él quiere hacer algunas llamadas, pero dice que no se sabe ningún número de memoria, ni siquiera de un familiar; que los tiene en el celular, pero el celular se lo quitaron porque aquí no se le permite tenerlo”, añadieron las fuentes.
Asimismo, dijeron que Cruz fue alojado en una celda “bien ventilada”, y que su salud está bien.
Miguel Cruz, quien era amigo del ministro de Medio Ambiente Orlando Jorge Mera, desde que ambos eran niños, se presentó este lunes a su despacho alrededor de las 10:00 de la mañana y, por razones que aún se desconocen, lo mató de varios disparos.
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Luego de cometer el hecho, salió de la institución sin que nadie lo notara, se dirigió a la iglesia Jesucristo Eterno y Sumo Sacerdote y allí le confesó su crimen al párroco José Arismendy, pero sin identificar a su víctima. Le pidió que llamara a la prensa para entregarse y garantizar su vida. El sacerdote le dijo que ese no era lugar para rueda de prensa, y que lo que procedía era notificar a las autoridades.
Más tarde, llegaron a la iglesia la procuradora de Persecución, Yeni Berenice Reynoso y el director de la Policía, Eduardo Alberto Then, y lo llevaron al sede de la Procuraduría General, donde fue interrogado y posteriormente trasladado a la cárcel, donde espera por medida de coerción.