Miguel Ramón Bona Rivera – El superávit fiscal

Miguel Ramón Bona Rivera – El superávit fiscal

En su comparecencia del 21 de abril pasado ante la audiencia de la Cámara Americana de Comercio, el Presidente Leonel Fernández Reyna expuso a grandes rasgos cuáles serían los lineamientos de su gobierno a iniciarse el próximo 16 de agosto.

Señaló el Presidente Fernández de manera categórica, que su gobierno establecerá una política de austeridad, asignando límites al crecimiento del gasto corriente en la nómina pública y en el consumo de materiales y suministros.

Y resumió la política económica de su gobierno en cuatro puntos básicos:

Primero, encontrar una solución justa y duradera al déficit cuasi-fiscal del Banco Central.

Segundo, encontrar una solución en el corto y mediano plazo, a la falta de sostenimiento financiero del sector eléctrico.

Tercero, enfrentar el grave problema de la deuda externa.

Y cuarto, realizar una reforma fiscal en consonancia con los acuerdos con el FMI, que modifique la composición de los impuestos y equilibre las finanzas públicas, tomando en cuenta la eliminación de impuestos aduanales que habrá de producirse en el futuro cercano como consecuencia de los tratados internacionales de libre comercio.

A estos cuatro puntos básicos de importancia capital, nosotros nos permitimos añadir que el nuevo gobierno de Leonel Fernández, que a partir del próximo 16 de agosto dirigirá los destinos nacionales, deberá de inmediato propiciar una reactivación económica mediante la implementación de un vasto programa de obras públicas.

Desde luego que esta aspiración chocará con la desastrosa realidad de las arcas nacionales que habrá de heredar el Dr. Leonel Fernández Reyna.

Aún así, su gobierno deberá abocarse de inmediato a revertir la estructura del gasto público para producir un aumento sostenido del gasto de capital frente a una disminución de los gastos corrientes.

Deberá lograr el ahorro interno.

El ahorro interno, o ahorro público, es la diferencia que le queda al gobierno entre la totalidad de sus ingresos corrientes menos la totalidad de sus gastos corrientes.

La clave para obtener este ahorro interno de manera sistematizada, la da Joaquín Balaguer en un método muy especial utilizado por el desaparecido estadista a lo largo de sus veintidós años de gobierno.

Dicho método consistía en lo siguiente: cada año Balaguer elaboraba un presupuesto de gastos corrientes casi igual al monto de los gastos corrientes ejecutados el año anterior. De esta forma se constreñía al máximo el crecimiento de las corrientes, logrando un superávit fiscal.

Entonces ese superávit era utilizado a discreción por la Presidencia de la República en el programa de inversiones públicas.

El resultado de la aplicación de este método balaguerista se expresó en el hecho de que año tras año se fue produciendo un aumento sostenido de los gastos de capital frente a los gastos corrientes.

Y así se convirtió en costumbre que año tras año la ejecución presupuestaria estuviera compuesta por más de un sesenta por ciento correspondiente a gastos de capital y menos de un cuarenta por ciento asignado a gastos corrientes.

De esa manera el presupuesto del gobierno central se convirtió durante los períodos del Dr. Balaguer en un verdadero instrumento de desarrollo y de creación de la riqueza nacional mediante la realización de un programa masivo de obras públicas.

Al retornar al poder en 1986, el presidenta Balaguer puso en ejecución de inmediato su método presupuestario de ahorro público y constreñimiento del gasto corriente.

El siguiente ejemplo es elocuente: Los gastos corrientes del gobierno en el año de 1986 alcanzaron cifra de Un Mil Seiscientos Veinticuatro Millones de Pesos (1,624 millones). Entonces el nuevo gobierno de Balaguer elaboró un presupuesto de gastos corrientes para el año de 1987, de apenas Un Mil Trescientos Treinta y Ocho Millones de Pesos (1,338 millones). Y aunque dichos gastos corrientes alcanzaron ese año la suma de Un Mil Cuatrocientos Sesenta y Dos Millones de Pesos (1,462 millones), siempre quedaron por debajo de los gastos corrientes del año anterior.

Con el ahorro obtenido Balaguer inició de inmediato un vasto programa de inversiones públicas y reactivación económica, que solo en la ciudad de Santo Domingo durante el cuatrenio 1986-1990 incluyó una serie de obras que transformaron la faz de la capital del país.

Una nueva terminal del Aeropuerto de las Américas, el Acuario y el Faro a Colón y su entorno, otro Puente Mella, Avenida del Puerto, la prolongación Avenida México y la remodelación urbana de Villa Francisca y San Carlos, la Avenida Quinto Centenario y la remodelación urbana de Villa Juana y Villa Consuelo, el Túnel de la Núñez de Cáceres, la remodelación urbana del Hoyo de Chulín y decenas de proyectos habitacionales con miles de viviendas, son solo algunos puntos de referencia al respecto de esta revolución urbana.

Cabe señalar aquí, que en apenas un cuatrenio el presidente Leonel Fernández realizó igualmente una sorprendente transformación del sistema vial de la ciudad de Santo Domingo, amén de otros centros urbanos de importancia, que otorgó a nuestra capital características de una gran metrópolis.

El sistema de túneles y elevados que facilitan grandemente el flujo del torrente vehicular, constituye un conjunto de obras altamente reproductivas, por cuanto han generado al país un significativo ahorro de divisas en combustibles y piezas, que ha cubierto ya repetidas veces el costo de ejecución de dichas obras.

Es cierto que debido al desastre económico que habrá de heredar, el gobierno de Leonel Fernández se enfrentará a enormes dificultades para la solución de los cuatro puntos básicos de su programa económico, pero aún así deberá redoblar sus esfuerzos para producir el ahorro que permita realizar las obras materiales que contribuyan al bienestar de ese pueblo dominicano que le confía nuevamente la conducción de sus destinos.

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