Miguel Vargas,
entre tigres y el león

Miguel Vargas, <BR>entre tigres y el león

Aclaro inmediatamente que no utilizo los términos tigres y león en sentido peyorativo. Hace un tiempo se aplicó el término león al presidente Leonel Fernández, e incluyo aquí el nombre del equipo de béisbol que comparte Santo Domingo con los leones.

Pues bien, y pasando a la política, los lugartenientes que aconsejaron a Miguel Vargas pactar con el presidente Fernández la reforma constitucional, deberían ser dados de baja de la comandancia central. Calcularon triunfo y cosechan derrotas. Hasta en un curso de política elemental hubiesen aprendido que el camino al poder cerrado no se abre gratuitamente a los contrincantes.

Como he planteado en varios artículos en los últimos meses, la debilidad del liderazgo de Miguel Vargas, a pesar del noventa y tanto por ciento que lo apoyó para ser candidato en el 2008 y presidente del partido en el 2009, hizo creer que pactar con Leonel Fernández era la magia para afianzar su liderazgo en el PRD, ante la siempre amenaza de los insurrectos políticos perredeístas.

Pactó no sólo como oveja, sino también como abanderado de un proyecto de reforma constitucional que no le pertenecía al PRD, y que tampoco traía muchas cosas positivas para la democracia dominicana, a pesar de toda la fanfarria con el nuevo Tribunal Constitucional.

Ahora, por el espejismo del poder, Miguel Vargas se encuentra acorralado entre los tigres del PRD y el león del PLD.

Era evidente que si el PRD no avanzaba sustancialmente en las elecciones del pasado 16 de mayo, la dirección de Vargas sería cuestionada por los otros aspirantes.

Como resultado, no hay autoridad reconocible en el PRD,  los mecanismos de dirección no funcionan bien, y los precandidatos montan sus tiendas de campaña para la contienda, sin árbitros ni señales de tráfico.

Ser presidente del PRD es ahora un problema para Miguel Vargas, porque tiene que arbitrar para todos en la formalidad, y a la vez, promover su proyecto político. Misión imposible.

La comparación con Leonel Fernández de tener la presidencia del partido y del país no se aplica en el caso de Vargas, porque Fernández afianzó su liderazgo en el PLD después de haber sido llevado al poder de la mano de Juan Bosch y Joaquín Balaguer.

Miguel Vargas no ha sido Presidente de la República, y asumió el control del PRD en un momento de fuerte crisis partidaria por la aplastante derrota de 2004. En los seis años que Vargas ha sido la figura central de ese partido, el PRD ha perdido las elecciones de 2006, 2008 y 2010. Él no es la única causa, pero ha sido bajo su mandato que estos eventos han ocurrido.

El cálculo de que cuando el pueblo olvidara la experiencia de 2000-2004, Vargas se beneficiaría del voto popular, resulta erróneo. A partir de ahora, los otros aspirantes, en vez de desaparecer, se van a fortalecer, sobre todo Hipólito Mejía, a quien Miguel Vargas, con la reforma constitucional, le regaló el premio mayor.

No sólo eso, al presidente Fernández, Vargas le allanó el camino para la aprobación de la reforma constitucional con votos (por orden desde arriba) de todos los legisladores perredeístas. Sin embargo, en la proclamación de la nueva Constitución, Fernández ni por cortesía lo mencionó aunque se encontraba sentado en el auditorio.

Es muy peligroso para Miguel Vargas, a menos de dos años del 16 de mayo de 2012, encontrarse rodeado de tantos tigres con ganas de triunfo y un león que cruje política día y noche, dentro y fuera del país.

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