Miguel y su Trío

Miguel y su Trío

POR ALEXIS MÉNDEZ
Una tarde, Miguel iba manejando el automóvil de Don Bartolomé Rodríguez, para quien trabajaba como chofer. Mientras llevaba a su patrón a una diligencia, un gentío frente a una tienda de disco lo detuvo. Don Bartolomé preguntó a Miguel si sabía lo que estaba pasando allí.

-Probablemente salió un disco nuevo-contestó Miguel- Seguro, es eso lo que tiene alborotada a esa muchedumbre.

La curiosidad, apoderada de Don Bartolomé, lo obligó a enviar a Miguel a comprar aquel producto. Quería conocer el contenido musical que había aglomerado a tantas personas.

Esos episodios, frente a la tienda «La Gloriosa», se repetían con frecuencias, y Miguel estaba acostumbrado a presenciarlos. Pero ese día quedó sorprendido. Fue un momento especial para él, porque en el disco que se vendía como pan caliente estaban registrados los temas «El que siembra su maíz» y «Olvido». Dos de las grabaciones que él había realizado semanas atrás, junto a Siro y Cueto.

Miguel le entregó el disco a Don Bartolomé, guardó sus emociones y encendió el carro para continuar con su rol de chofer. A la mañana siguiente, Don Bartolomé mandó a buscarlo para preguntarle si ese que canta en el disco que había comprado era familiar suyo, porque, al igual que él, llevaba el apellido Matamoros.

-No señor-respondió Miguel-ese que canta soy yo.

El hombre había pedido unas vacaciones a Don Bartolomé, y viajó con sus compañeros a los Estados Unidos donde, en New Jersey, grabaron esas dos canciones, además del tema «Promesa». Estaban apadrinados por un ejecutivo de la RCA Víctor, conocido como Mr.Terry, el cual quedó enamorado del Trío desde el primer momento en que lo escuchó.

En aquel momento se llamaban Trío Oriental. Fue antes de empezar las grabaciones, en el mismo estudio, cuando un técnico de la RCA les sugirió que cambiaran de nombre, porque ya existían varios tríos «Oriental».

-Entonces nos llamaremos «Trío Matamoros», propuso Miguel.

-Sí, Trío Matamoros, pero con Siro, Cueto y Miguel, añadió Siro.

Escuchar música no era una afición de Don Bartolomé, pero ese día solo se dedicó a disfrutar de aquella expresión de trova, y lo que más le emocionaba era saber que tenía de cerca su creador.

Al poco rato, Don Bartolomé volvió a llamar a Miguel, a quien le entregó un sobre y le dijo que se tomara el día libre. Minutos después, ya fuera de la casa, Miguel abrió el sobre, el cual contenía un billete de cien pesos y una nota donde Don Bartolomé lo dejaba libre para que volcara todas sus energías en la música. Decía que «un cantante de su talla no merecía estar trabajando como un chofer particular».

A partir de ese momento Miguel se dedicó por completo a su Trío. Cueto, que había perdido su empleo de mecanógrafo por causa de aquel viaje a los Estados Unidos, le ayudó en la coordinación de las actividades, hasta que encontraron un manejador. Siro continuó alternando su oficio de herrero con el de músico, hasta que aumentaron las presentaciones.

Aquel disco que había comprado Don Bartolomé, alcanzó la cifra de 64,000 copias vendidas. La euforia llegó a la Habana. Los nuevos ídolos realizaron su primer concierto, en la capital cubana, en el teatro «Campoamor», donde el público quedó impresionado con las interpretaciones, de «Promesa», «Olvido», «El que siembra su maíz», «Son de la loma» y «Lagrimas negras». La fama del «Trío Matamoros» fue tan grande, que llegaron a presentarse en cinco teatros en un mismo día.

Publicaciones Relacionadas