Miguelín y Andrés

Miguelín y Andrés

POR CHIQUI VICIOSO
La autora considera que el debate D. Mena-Mateo ha entristecido a gran parte de la intelectualidad dominicana
Ha visitado mi oficina en estos dias una madre angustiada.  Quería, con su habitual e inmensa dulzura, que interviniera en un debate que creo, sin dudas, ha entristecido a gran parte de la intelectualidad dominicana.  Me prometí hacerlo.

Conocí a Miguelín (Miguel D. Mena) vía el fenecido pionero de las artes graficas Frank Almánzar, a quien casi expulsan del Partido Socialista Popular por haberlo introducido a la lectura de Kafka y Baudelaire cuando apenas tenía unos trece o catorce años. 

Niño huérfano, Miguelín había descubierto en la lectura su razón de ser, su pasaporte a la significancia social, como otros prominentes intelectuales dominicanos de hoy.  A los catorce años se presentó frente a Freddy Gatón Arce, quien en ese entonces dirigía el suplemento cultural del periódico El Nacional, con su primera contribución, y este, asombrado, celebró su precocidad intelectual y la dio a conocer entre otros miembros de la Poesía Sorprendida, fama que llegó a Don Juan (Bosch) quien le acogió como un abuelo, o como un padre sustituto que ya era de otros tantos jóvenes con inquietudes,  a diferencia de Miguelín, huérfanos de padres vivos. 

Con él aparece Miguelín, muy delgadito y joven, en una foto con Gabo y Nicolás Guillén, cuando Don Juan celebró sus setenta años.

Miguelín acompaña esa voracidad intelectual con un gran sentido del humor, por eso es que sigue siendo niño a pesar de sus ya obesos cuarenta.  Es la única persona que llama desde Berlín para bromear, y el único que se atreve a hacerlo con Fidelio (Despradel), a quien siempre le pregunta qué  fue lo que le dijo Mella durante el Trabucazo. 

Cuando oigo a Fidelio riéndose a carcajadas se que es Miguelín telefoneando.  Así nos hemos vivido riendo todos con sus puestas en circulación, la primera en el cementerio de la Independencia, frente a una tumba que encontró con su mismo nombre; y la otra en un motel, en homenaje a los chinos por «haber resuelto los dos problemas básicos de la humanidad:  la buena comida y el sexo».  Esa, por cierto, se tuvo que cancelar porque no aparecía un colchón de agua donde cupiéramos todos los y las participantes.

En eso se parece a Pablo Neruda, quien según sus biógrafos siempre sorprendió a sus invitados a Isla Negra, o cualquiera de sus casas (quienes arribaban para una sesuda sesión de discusión literaria) disfrazado y listo para jugar, lo cual les llenaba de asombro.

Miguelín fundó, hace quince años, Cielo Naranja, una editorial cibernética que ha dado a conocer en el mundo nuestros trabajos literarios, y allí “sube” o “baja” los textos completos de autores que le apasionan, como René del Risco, o Sánchez Lamouth, o Aída Cartagena, y otros importantes escritores casi desconocidos, así como a los poetas mas jóvenes, de hecho ya lleva en su haber varias antologías poéticas, y ha terminado una recopilación de las obras completas de Pedro Henríquez Ureña, que le ha llevado una década de investigación y que aquí aun no logra le publiquen.

Sería bueno que alguien del gobierno explique lo de la DIAPE, de cuyo listado de “bocinas” que debían atacarlo, Andrés (L. Mateo) exonera a Miguelín, y cuya existencia desconocíamos hasta los dos artículos de Andrés, pero con respecto a nuestra Embajada en Berlín, doy fe de que  a diferencia de miles de botellas en el Estado, Miguelín trabaja incesantemente ya que es el único que habla alemán en esa Embajada, donde hace de todo un poco, y porque además se ha tomado muy en serio su trabajo de Attache Cultural, aunque es apenas un Primer Secretario.

¿Cuál ha sido su pecado?

Haber nacido en la pobreza y haber desarrollado una temprana responsabilidad con su madre que le llevó a buscar trabajo donde pudiera encontrarlo, aunque fuese (algo que yo también ignoraba) con esa aceitosa personalidad que se llamó Font Bernard.  Solo intercambié con ese señor una vez, y como todo aquel fiel a sus orígenes me mostró trocitos de “documentos secretos” que ante mi impasibilidad fueron en escalada hasta hablarme de un pseudo izquierdista “agente de la CIA” que vivía frente a su casa, y otros “agentes de la CIA” que eran militantes de izquierda y cuyo listado poseía, un viejo truco de todos aquellos con tradición de calié, que hicieron del chantaje y la difamación su pasaporte a la significación social, y de la crueldad intelectual (tan magistralmente descrita por Andrés, en el caso de Miguelín como un jovencito tartamudo obligado a recitar los poemas de otros,  para ayudar al sustento de su familia), un oficio.

Reconocimiento a Mateo

Al intelectual  Andrés lo conozco menos personalmente y más por el respeto que se le tiene en Cuba como intelectual, y por el reconocimiento que se ha ganado aquí con su trabajo incesante, adusto, desprovisto de todo juego de seducción o de pirotecnia, algo que le distingue de otros tantos ex-becados a Cuba, que no han dado la talla, o simplemente han utilizado ese estatus como escalera social.

Maestro responsable, poeta, novelista, articulista, excelente ensayista, hombre de pocas palabras, nunca he visto a Andrés sonreir, y más me lo imagino como un severo Eugenio María de Hostos, que como un Pedro Henríquez Ureña, conversador y bastante dandy, sobre todo en su juventud.

En fin, estamos frente a dos hombres que nos son vitales, cada uno con su forma y con su estilo, y es una gran pena que esas dos inteligencias se embistan entre si.

En nombre de Gabina (a la madre de Andrés solo la he visto en fotos, y la conozco a través de un emocionado tributo que este le dedicara a su trayectoria como maestra), les pido que no sigan llenando de estupor nuestros sábados.

La política, ya lo sabemos, pasa.  Lo que queda es nuestro trabajo como criterio de verdad, y su contribución, o no contribución, a nuestro mejoramiento como seres humanos, a nuestras pequeñas alegrías en este inacabable mar de profundas tristezas que es la República Dominicana.

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