Milciades Díaz Santil – Padre… ¿por qué me has abandonado?

Milciades Díaz Santil – Padre… ¿por qué me has abandonado?

«Padre, ¿por qué me has abandonado?»; «Perdónalos, porque no saben lo que hacen»; «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». ¡Qué bella enseñanza nos dio Jesús! Entonces, ¿para qué su muerte y la de nuestros mártires? Mis hijas ni yo merecemos el gobierno que tenemos. –piensa Gertrudis, joven cristiana, divorciada y desempleada, deambulando por las calles tristes de su comunidad en una plomiza mañana navideña del 2003, quien no sabe qué hacer para conseguir la comida de sus dos niñas. Mientras que, Hipólito y sus funcionarios –piensa ella- sí saben lo que hacen.

-Señorita, por favor ¿Qué debe hacer el gobierno de Hipólito con el manejo de la prima del dólar? –pregunta sorpresivamente un periodista a Gertrudis. -Esto no es cuestión de prima ni de ahijada, ni mucho menos del perro de mamá Belica -responde bastante agresiva, y agrega- sino de resolver los problemas, ¡pero resolverlos ya! y no pasarse el tiempo echándole la culpa de los males, primero a Leonel; después a las Torres Gemelas; después a la crisis de Venezuela; después a la guerra de Irak; y ahora al ya famoso hoyo de Baninter. Y mañana ¿qué será? Así también, mañana podríamos amanecer en un escenario mucho más grave que produzca una explosión social permanente. Entonces, ¿tenemos que seguir aceptándolo, y lo peor, cuatro años más porque él es atípico…? -Muchas gracias –dice el periodista y termina la entrevista.

Nosotros, al igual que Gertrudis, no estamos inscritos en ningún partido político, pero esta condición no nos da el derecho de creer que siempre tenemos la razón; pero sí nos da objetividad e independencia de criterio. Por consiguiente, cuando el 9 de noviembre del 2002 escribimos en este periódico HOY el artículo titulado, «Presidente, por favor…!atípico no!, lo que pedíamos a Hipólito era que, como presidente de la República no enseñara a nuestros hijos lo que nosotros no les hemos enseñado:

1. A ser atípicos.

2. A sentirse autocensurados.

3. A desconsiderar a periodistas.

4. A dar boches sin ton ni son.

5. A hacer del «revisar y echar para atrás» una norma de gestión.

6. A desconsiderar al adversario.

7. A echarle la culpa a otros de los errores propios.

8. A ser intolerantes con los críticos.

9. A desconocer los valores tradicionales de su partido.

10. A imponer sus decisiones.

11. A ser re-eleccionistas velados.

12. A entender que el «yo» es más importante que el «nosotros».

13. A gobernar «a decretazo limpio».

14. A hacer las cosas «a las buenas o a las malas».

15. A no ver más allá de la curva.

Pero no nos escuchó. Si negativo y criticable es el endeudamiento del país, peor ha sido el deterioro de la conducta de la gente; y si seguimos intoxicando a nuestros niños con el veneno de lo atípico, como el símbolo de la negación a todo lo formalmente establecido, estaremos cavando la fosa de la juventud dominicana y de hecho la historia registrará a Hipólito como culpable principal. A cumplir la palabra empeñada no se aprende después de grande. Lamentablemente.

En la campaña electoral del 2000, «el rostro del triunfo» presentaba a Hipólito con una amplia sonrisa. De inmediato y durante dos años después los amigos rodeando al presidente en la foto principal de la primera plana de los periódicos, siempre sonreían motivados por «las ocurrencias de Hipólito»; pero en el ahora ya no es así, porque «el horno no está para galletitas», como se leía en un letrero de un restaurant de comida rápida de la avenida Winston Churchill hace dos meses y donde ahora se lee: Se alquila este local. La empresa quebró. Igual a este son cientos y variados los ejemplos.

En este escenario cotidiano cuando llega la noche y Gertrudis regresa cansada al hogar, una vez más sin haber conseguido trabajo. «Padre, en tus manos encomiendo mis hijas» –dice esta calladamente al momento de dar, de comida y cena a sus hijas, pan con agua de azúcar; y termina la oración diciendo, -a Hipólito y sus funcionarios, perdónalos, pero ellos sí saben lo que hacen: -¡Continuismo! Hipólito para siempre o que entre el mar; escucha que le vocea un vecino del PPH. Mientras ella, con la mirada perdida en el espacio, observa una estrella de esperanza que en ese pedazo de noche anuncia la Navidad; y cuando una silenciosa lágrima que le humedece el alma y muestra en andrajos su momentánea miseria terrenal, mira sus hijas y levantando los brazos exclama, -Padre, ¿por qué me has abandonado?

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