Nikaury Confidente, con apenas ocho meses de vida, ya realizó su primera caminata hacia el Instituto Dominicano de Seguros Sociales (IDSS). Su recorrido fue plácido, la cubría una manta rosada y la sombrilla de su abuela materna, Rafaela. Sin embargo, a su alrededor sus compatriotas: ciegos, cojos, inválidos, con las rodillas hinchadas, con extremidades amputadas y la mirada perdida, unieron sus pasos en espera de que sean reconocidas las pensiones de más de 18 mil trabajadores cañeros de los diferentes ingenios del Consejo Estatal del Azúcar (CEA).

“El Consejo Estatal del Azúcar creó grandes riquezas para el país pero dejó cientos de miles de cañeros envejecientes mutilados, enfermos y sin sus pensiones”, explicó Jesús Núñez, coordinador nacional de la Unión de Trabajadores Cañeros (UTC).

Tal es el caso de José Reynoso, quien perdió una mano en el  Batey 359, del ingenio  Catarey, de Villa Altagracia, donde trabajó por 19 años. El hombre de tez negra dijo que laboró en el  Central Montellano, Puerto Plata, durante  cinco años y en el Río Haina por espacio de  cuatro y desde 2011 sometió su expediente para recibir su pensión y aún está a la espera.