Las cantidades suelen referirse, en su mayoría, al dinero: miles o millones de dólares, pesos e incluso yuanes. Sin embargo, al vincularlas a un concepto expresado en un sistema de convivencia basado en un “pacto social”, los millones pesan más que los miles.
No es lo mismo ganar unas elecciones con miles de votos que con millones; por tanto, las cantidades adquieren valor en la medida en que sirvan o no a determinadas causas.
Por ejemplo, en el ámbito de la salud, podríamos referirnos perfectamente a millones de personas que no reciben un servicio adecuado porque cientos de hospitales —volvemos con las cantidades— carecen de los elementos indispensables para ofrecer una atención digna a millones de enfermos.
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Este tema de los hospitales duele hasta los huesos; he tenido que lidiar con personas que no tienen otra alternativa que acudir a un hospital público. La mayoría de las enfermedades que requieren hospitalización se deben al deterioro causado por enfermedades prevenibles; carecemos de un sistema de información adecuado para la prevención estas enfermedades.
Con este preámbulo buscamos refrescar un concepto que se ha planteado como respuesta a la aplicación del Etiquetado Frontal de Advertencia Nutricional (EFAN), al que se opone la industria local bajo el argumento de que miles de empresarios y sus familiares perderían dinero si se implementa, y que miles también se irían a la quiebra.
Es todo lo contrario: la industria ganaría la confianza de sus consumidores. Es falso afirmar que los países que aplican el EFAN no han logrado mejorar los indicadores de salud o que se produjo una caída en la venta de productos locales. Por el contrario, la industria continúa operando, y su colaboración para lograr una población saludable la ha posicionado como responsable y comprometida con la buena salud de los ciudadanos, además es una herramienta para la buena competencia en el mercado.
Existen indicadores sobre los resultados de la aplicación del EFAN, suministrados por el INCAP, que avalan los cambios producidos debido a que las empresas han ajustado sus ofertas y producción conforme a los requerimientos para advertir sobre las enfermedades crónicas.
Con la cantidad de información a la que tienen acceso los consumidores, cada vez más exigentes, lo inteligente para las empresas es ser transparentes, respetuosas y responsables, lo suficiente para ganarse su confianza.
En relación con el EFAN, la empresa local debe ser aliada de las políticas públicas de prevención en salud, no verla como una afrenta, sino como un compromiso con una población saludable y vincular el bienestar en la salud con el éxito empresarial; eso sí generaría ganancias y no pérdidas.
Nadie hará daño a la industria local, todo lo contrario; pero esta debe entender la función del Estado de proteger no solo a los miles de empresarios, sino a los millones de ciudadanos, sobre todo a los más vulnerables, que constituyen la mayoría de los dominicanos, y una forma de hacerlo es evitar que se enfermen.
El Estado gastaría menos si abordara la prevención de las enfermedades que causan la muerte del 70 por ciento de los dominicanos, en lugar de mantener almacenes de enfermos esperando la muerte en un hospital.
La empresa local debe ser una aliada en esa tarea porque todos estamos en el mismo barco y apostar por la buena salud y la paz social es un compromiso de todos.