Militantes versus advenedizos

Militantes versus advenedizos

FABIO RAFAEL FIALLO
Angel Severo Cabral, a cuyo asesinato nos referimos en nuestro artículo precedente, no tuvo la suerte de Viriato Fiallo, o la del autor de estas líneas, entre otros, de que, en el momento de ser detectado o atacado en la zona constitucionalista, militantes del 14 de Junio lograsen evitar una injusticia. Me explico. Cuando la casa de la zona colonial en la que se encontraba Viriato Fiallo y su familia es ametrallada por un comando constitucionalista bajo las órdenes de un extranjero, llega afortunadamente al lugar Diego Guerra Nouel, del comando del 14 de Junio, para interceder por los Fiallo e impedir lo irreparable.

Guerra Nouel consiguió incluso que Viriato Fiallo y su familia pudiesen abandonar al día siguiente aquel sector escoltados por el Nuncio Apostólico del Vaticano, después de que un representante del Gobierno Constitucionalista les expresara que no estaba en condiciones de garantizarles la integridad física.

Semanas más tarde, el autor de este artículo, no teniendo nada que reprocharse, decide entrar en el sector constitucionalista, pero es interceptado y apresado por algunos milicianos por el único hecho de ser nieto de Viriato Fiallo. Surgen entonces de no sé dónde José Antonio Valera Benítez y Luis Martínez Cerón (alias Luis “Palitos”), ambos del comando del 14 de Junio, quienes intervienen con éxito a su favor, impidiendo con su oportuna intervención la materialización de aquel injusto arresto.

En lo que respecta a Severo Cabral, cuando es herido, entrando a su casa, por una turba exaltada, alguien llega apresuradamente al lugar, lo ayuda a salir por el traspatio y lo acompaña hasta la ambulancia que había ido a socorrerlo. Ese alguien de buena voluntad resulta ser un miembro del movimiento 14 de Junio: el doctor Daniel Ozuna Hernández. (Desafortunadamente, el noble gesto del doctor Ozuna Hernández no bastó para salvarle la vida Severo Cabral, pues, como mencionamos en nuestro artículo anterior, éste fue abatido indefenso y a quemarropa cuando se encontraba ya, sangrando, dentro de la ambulancia).

Cabe precisar que el movimiento 14 de Junio se distinguía por su pugnacidad ideológica y mostraba una indiscutible simpatía por la opción armada como medio de lograr el triunfo de su “revolución de liberación nacional”. Abogaba por reformas extremas, no muy distintas de las que se implantaban en ese momento en la vecina Cuba. Además, ya en la época de la Revolución de Abril, dicho movimiento era víctima de pugnas ideológicas intestinas que lo conducirían finalmente, más tarde, a desaparecer para siempre, y por desgracia, del paisaje político dominicano. Pero, no obstante sus posiciones radicales, e independientemente de sus divisiones ideológicas, dos rasgos fundamentales de dicho partido inducían a sus miembros a tratar de impedir que se perpetrasen actos insensatos, criminales, como el que le costó la vida a Severo Cabral, o como aquel que hubiera podido hacer, correr la misma suerte a Viriato Fiallo.

Primero: el espíritu de disciplina, con todo lo que esto implica. Los miembros de aquella organización estaban fogueados en la lucha política; muchos habían sufrido prisión en los finales del trujillato, todos habían formado parte activa en la campaña de 1961 en contra del régimen de Ramfis Trujillo y Joaquín Balaguer. Habían aprendido así a actuar en función de consignas preestablecidas y no antojadizamente. Para ellos, no se trataba de tirar balas vengativas. Prueba de ello es la manera en que miembros del “brazo armado” del 14 de Junio llevaron a cabo, al inicio de la contienda, el desarme de los casos blancos (las fuerzas de choque de la policía) que se encontraban en un destacamento situado en las cercanías del parque Independencia: sin abusos ni vejaciones. Además, por ser luchadores bien conocidos, no tenían por qué probarse a sí mismos, ni a un público cualquiera, la solidez de su compromiso. Todo eso los diferenciaba de los advenedizos en estos menesteres.

Segundo: la fibra antitrujillista. El 14 de Junio había compartido días difíciles con antitrujillistas notorios que ahora recibían el anatema constitucionalista, unos por haber apoyado el golpe de Estado, otros simplemente por no haber tomado partido a favor del retorno de Bosch al poder, otros, por último, porque sencillamente se entendía que habían apoyado el golpe, aunque no hubiese sido así. A pesar de sus diferencias, nada desdeñables con esos otros antitrujillistas, los miembros del 14 de Junio, a menos de tener razones precisas y ante todo sopesadas, hubieran difícilmente dirigido sus armas contra antiguos compañeros de lucha antitrujillista.

Lo mismo no puede decirse, claro está, de algunos de los recién llegados en el combate popular y menos aún de aquellos constitucionalistas que (permítaseme emplear un eufemismo) carecían de pedigrí antitrujillista o de cualquier otro quilate ético o patriótico.

Como para atrapar el tiempo perdido o hacerse perdonar un pasado no glorioso, estos últimos, los advenedizos, necesitaban dar testimonio de fervor ante sus camaradas y ante el público, hasta el punto, si fuese preciso, de cometer o tolerar vejámenes y tropelías en nombre de su causa.

En toda revolución, no son los militantes de la primera hora los que suelen mostrarse más radicales y extremistas, sino aquellos, los tardíos, que tienen, o creen tener, que demostrar su flamante fervor. Son éstos, y no los militantes de los primeros tiempos, quienes, por sus actos, contribuyen con frecuencia a mermar el potencial de popularidad que porta normalmente en sus inicios los movimientos que luchan por causas populares. Y en esa materia, desgraciadamente, la Revolución de Abril no constituyó una excepción.

En el próximo artículo trataremos de evaluar lo que nuestro país perdió con la desaparición política del 14 de Junio.

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