Militares constitucionalistas,
una historia pendiente

Militares constitucionalistas, <BR>una historia pendiente

Por definición, militar constitucionalista es aquel que respeta las leyes del país en que le toca servir como defensor de su soberanía nacional e integridad territorial. Esa categoría ha sido algo excepcional en República Dominicana.

En contraposición, las tiranías predominantes, el trujillismo como ideología y la guerra fría “made in USA” garantizaron la impunidad de los crímenes y abusos cometidos por militares. No sorprende entonces que las fuerzas armadas dominicanas, como institución, nunca hayan defendido la soberanía nacional. De ahí la importancia de una investigación que clarifique el origen, el desarrollo y la casi total extinción de los militares constitucionalistas en la historia contemporánea de República Dominicana.

Es difícil precisar el momento exacto del origen de los militares constitucionalistas. El teniente coronel Rafael Fernández Domínguez era el inspirador de esas ideas cuando el 25 de septiembre de 1963 se produjo el golpe de Estado contra el gobierno de Juan Bosch. Para deshacerse de ese “perturbador”, los golpistas lo deportaron como agregado militar a España. Desde el “exilio”, Fernández Domínguez siguió “complotando” a favor del respeto a la Carta Magna del país. La distancia le dificultaba conducir el proyecto, pero no le impedía inspirar lo que se conocería como Movimiento Enriquillo.

Luego de un año y siete meses de gobierno golpista, al filo del mediodía del 24 de abril de 1965, el jefe de Estado Mayor del Ejército fue hecho preso por militares que encabezaba el capitán Peña Taveras, miembro del Movimiento Enriquillo. Con esta acción, el levantamiento constitucionalista empezaba.

Desde el primer momento, hubo una multitud de oficiales que se vieron involucrados por la energía de algunos de sus colegas, así como por la certeza de una victoria rápida. Pero el brutal ataque aéreo de la tarde del 25 de abril de 1965 descargó un primer golpe sobre la confianza de muchos. El sentimiento a cada momento más extendido de la hostilidad de la Embajada estadounidense contra el levantamiento social, preocupaba a numerosos oficiales. El tiempo de los alardes llegaba a su fin. Enfrentados al desafío de los golpistas, cada hombre tuvo que asumir al máximo su responsabilidad, comprometer su vida y su futuro. Ante esa opción, algunos desertaron, buscando refugio en las embajadas. Otros permanecieron, pero no se les encontraba en el frente de combate ni se les veía a la cabeza de sus soldados. El movimiento de los militares constitucionalistas sufrió entonces una enorme decantación.

Es cuando surge la leyenda Caamaño; el líder circunstancial, inusitado dirigente que dio a las fuerzas populares la energía y el sentido para que civiles mal armados vencieran en enfrentamiento directo a las tropas especiales del CEFA golpista. Es alrededor del coronel Francisco Caamaño Deñó que renace la mística del militar constitucionalista creada por Fernández Domínguez.

La invasión militar de Estados Unidos y los desmesurados ataques contra la zona   constitucionalista de Santo Domingo constituyeron otra decantación de la cantidad de los militares democráticos. El abundante grupo inicial se redujo hasta el núcleo más sólido, el cual resistió hasta impedir la toma de la ciudad por las tropas extranjeras. Pero la lucha por la supervivencia de los constitucionalistas no había terminado.

El exilio disfrazado de nombramiento diplomático de los principales militares patriotas constituyó entonces el medio fundamental para desvincularlos del pueblo que había quedado atrás. El ostracismo permitió que el imperio y sus serviles desarrollaran un plan de seducción, soborno y amenaza hasta neutralizar a aquellos bravos militares que, por su cuenta y riesgo, asumieron, responsablemente, la defensa del suelo patrio.

Otro objetivo fundamental de los enemigos de la constitucionalidad dominicana fue el de desvincular a esos oficiales del coronel Francisco Caamaño Deñó. Tan eficientes fueron en su campaña de promover deserciones entre los constitucionalistas, que solo Claudio Caamaño Grullón siguió al líder, en los pasos que dio durante los seis años que mediaron entre su desaparición de la vida pública y su aparición en las montañas de Quisqueya.

Definitivamente, la historia de los militares constitucionalistas tiene que ser recopilada y escrita con todo el rigor histórico posible, para evitar que algún cobarde siga distorsionando la realidad para ocultar su traición, luego que no fuera lo suficientemente hombre para cumplir con la palabra empeñada.

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