UBI RIVAS
Aunque se atribuye a Manuel Rodríguez Objío escribir la Autobiografía del general Gregorio Luperón, porque el estilo, que es el hombre, del que es imposible evadir, es el mismo de la biografía del primero sobre el segundo, se atribuye al segundo iniciar la tanda de los militares escritores dominicanos. El llamado Gran Ciudadano, Buenaventura Báez Méndez, una de las mentes más brillantes de la Primera República, no obstante su cultura, no se le conoce una obra, ostentando el rango de general.
Tampoco otro personaje entorchado como Ulises Heureaux, de fina cultura, políglota, inteligentísimo, no escribió una obra que se conozca, también general de la República, perverso y valiente, dos valores que difícilmente se unen en un individuo.
En la Era de Trujillo (1930-61) descollaron como escritores los militares Ernesto Vega Pagán, Radhamés Hungría Morell, César de Windt Lavandier y Julio Didiez Burgos.
Posterior a la Era de Trujillo han descollado como escritores militares o viceversa, Leonidas Pérez y Pérez, una autoridad eminente como historiador, Rafael Percival Peña, José Miguel Soto Jiménez, Eurípides Peguero, Rafael Ramírez Ferreira y Ramiro Matos González, que también es escultor.
De todos los militares escritores el de mayor impresión editorial lo es Soto Jiménez, que además de historiador es poeta, con doce títulos, para constituirse en el militar escritor más prolífico que conoce la República, miembro de número de la Academia Dominicana de Historia, el primero matriculado militar en la prestigiosa institución.
Es una norma universal, no autóctona, que los militares son parcos y su lenguaje más bien se traduce en acciones, como los jueces en sentencias.
Esa regla tiene sus excepciones, como son los casos de las autobiografías de los generales de cinco estrellas Douglas McArthur y Dwight Eisenhower, el primero de los dos, el militar más brillante que conoce la historia dos veces centenaria de West Point y los Estados Unidos de América.
También Winston Churchill y Charles de Gaulle, los dos militares más brillantes que produjo tanto el Reino Unido como Francia el siglo pasado, fueron escritores y el primero ganó el Nóbel de Literatura por su obra en cinco tomos sobre la II Guerra Mundial.
En nuestro país, como resulta un rasero en los restantes 191 del mundo, los condicionamientos políticos limitan muchísimo la excursión de los militares en la literatura y en sentido abrumador empiezan a debutar en las letras una vez han pasado a retiro, a la vida civil. El caso de Soto Jiménez es excepcional, porque desempeñándose como titular de las FFAA por cuatro años, escribía cada domingo una página en Listín Diario, costumbre que ha mantenido una vez pasado a retiro, no así Pérez y Pérez que escribe ocasionalmente en la remozada revista de las FFAA.
Homero Luis Lajara Solá sigue los pasos como marino y escritor de su progenitor, contralmirante Luis Homero Lajara Burgos, que lamentablemente nos dejó hace unos años.
Dominicano Alvarez Gonell, que también nos dejó muy temprano, se desempeñó como articulista del desaparecido vespertino Ultima Hora.
La impronta feliz de media docena de militares escritores actuales denota un estadio de superación cultural gratísimo en los cuarteles y la simiente del ejemplo aspira la sociedad dominicana que fructifique y se esparza con sostenibilidad y bríos nuevos.