Millares visitan la Tierra
en el Parque Independencia

Millares visitan la Tierra <BR>en el Parque Independencia

POR MARIANNE DE TOLENTINO
Hay varios puntos fuertes en este «retrato del planeta», como lo llama su autor, el fotógrafo francés Yann Arthus-Bertrand. Está la belleza de las obras, su composición perfecta, su colorido impactante. Está la diversidad de los lugares captados en decenas de países y cinco continentes.

Está la calidad de los textos que informan, describen y conciencian. Están el montaje y la sucesión de las fotografías, ordenadas según un criterio estético.

Cada imagen significa un descubrimiento aunque conozcamos el monumento, el plano o la región tomados. Así sucede con las 17 fotografías de la República Dominicana, que son eje focal de la exposición y provocan tal vez los mayores comentarios. Arthus-Bertrand suele buscar el ángulo inesperado y al mismo tiempo una vista testimonial, razón por la cual dice conjugar la emoción y el reportaje.

Ahora bien, más allá de un análisis de las obras y sus rasgos distintivos, impresiona el increíble flujo de visitantes que ha generado esta muestra fotográfica, y sabiendo que su duración se extiende hasta el 25 de junio, es imposible calcular cuántas personas la visitarán, una, dos, hasta seis veces, según nos contaba un señor entusiasta. Al comprobar la inusual y masiva asistencia en Santo Domingo, nos parece plausible que millones la hayan visitado en París y en Londres.

RESURRECCIÓN DEL PARQUE INDEPENDENCIA

No cabe duda de que el Parque Independencia es el corazón de Santo Domingo, por su significación patriótica y su ubicación geográfica. Tradicional lugar de paseo, descanso y recreación, este sitial había perdido mucho de su vitalidad y sus atractivos, sobre todo después de su último rediseño y la supresión de su famosa glorieta, sin hablar de puertas laterales semi cerradas.

Un artista, cuya morada y taller da sobre el parque, se quejaba amargamente de ese abandono y soñaba tristemente con algún acontecimiento que le resucitase. Hoy ese amigo se siente feliz, ante el espectáculo insólito de tanta multitud que de nuevo acude a la plaza. No se cansa de cruzar, mirar, volver, cruzar otra vez… Más allá de una exposición formidable, se trata para él de una vida devuelta.

Creemos que numerosas personas han reaccionado de la misma manera, y ciertamente agrada contemplar el Parque hoy, con la elegancia de su ropaje fotográfico como un hermoso traje hecho a la medida. Lejos de restarle autenticidad y prestancia, permite apreciar su forma, su tamaño, su ubicación radiante. Ahora, con la Tierra en sus rejas, el jardín se ha convertido en el centro del mundo.

Incontables transeúntes entran, charlan, llegan al monumento a los héroes nacionales, se sientan, salen. Muchos jóvenes comparten hoy espacios que parecían solamente destinados a gente fatigada y a unos cuantos ilusos que resistían al descuido de la jardinería.

No pocos preguntan lo que va a suceder después que termine esta exposición –¡qué hasta quisieran permanente!–, si luego no cabría presentar otra, si el Parque Independencia no podría volverse museo. «Museo», una palabra que escuchamos más de una vez, asociada al parque y nos pone a pensar.

«¡MIRA QUÉ CHULO!»

Este adjetivo, tan de moda, sobre todo entre las chicas, lo oímos repetidamente, a veces en superlativo: «chulísimo». Lo cierto es que los espectadores aquí dialogan y gozan las maravillas de la Tierra, las expresiones infinitas de la vida, hasta los íconos de la desgracia. Brindan frutos del oficio y del talento de un artista –pese a que YAB minimiza en él esa condición–. Él no se plantea una tendencia o la modernidad obligada, sino fija lo que siente y lo emociona, luego esto se lleva al papel. Puede haberlo tomado decenas de veces desde su helicóptero… y finalmente escoger «una» imagen, que va a ser la buena, la mejor, la expuesta. No hay un ejemplo más fehaciente que el famoso Corazón de Voh, en Nueva Caledonia, diseño asombroso, obra natural de arena y manglar, coincidencia milagrosa, que se ha vuelto en 1995 el símbolo de «La Tierra vista desde el Cielo».

ACCESIBLE, GRATUITO Y AL AIRE LIBRE

La comunicación, que se establece entre el fotógrafo y su objetivo, se transmite a través de la imagen. Y cada uno acoge esa imagen y la siente al igual que el propio artista. Por ese motivo, la exposición «La Tierra vista desde el cielo» –como medio y fin primordial– exige un montaje accesible a todos, gratuito y preferentemente al aire libre. ¡A menos que se llenen esas condiciones, no hay exposición!

Entonces la colección de fotografías se convierte en arte público, en arte de la calle, pero a un nivel exquisito, respetando y estimulando la sensibilidad de los públicos. La receptividad extraordinaria, manifestada en nuestro país como en los demás que tuvieron el privilegio de esta exposición, demuestra cuánto en todo ser humano existe el placer estético.

Desgraciadamente todavía los recintos museales intimidan –excepto si coinciden con una enorme manifestación de masa como la Feria del Libro–. Las obras de arte contemporáneo, extrañas, desconcertantes, adrede liberadas de los cánones clásicos, no atraen al receptor adulto común –distinta es la aceptación del niño-. Insistiendo en esa definición y su dificultad, se arriesga ahuyentar al espectador, en lugar de incentivar su interés hacia el arte.

Por el contrario la fuerza, la poesía, el caudal comunicativo del lente de Arthus-Bertrand estimularán a ver más exposiciones, a conocer nuevos modos de expresión, lenguajes y estilos. A la mayoría de los ojos les gusta ver lo inmediatamente comprehensible. Que ciertos críticos foráneos hayan objetado la «complacencia» de YAB, ellos se equivocan y de seguro no han leído los textos acompañantes. Sin embargo, el público, sí los lee, y aquí está otro milagro.

En Santo Domingo, no solemos leer las fichas, las notas, los comentarios, en las exposiciones, al igual que menospreciamos bastantes videos y documentales, si explican la propuesta y el proceso creativo. «La Tierra vista desde el Cielo» enseña que puede suceder lo contrario… si los textos están claros. Hemos observado cómo los contempladores se detienen ante los altos triángulos, portadores de escritos. Con avidez se informan de la opinión, la vida y la técnica del fotógrafo, de las palabras del Embajador de Francia y el Secretario de Medio Ambiente, hasta de la lista-árbol de los patrocinadores del evento y su generoso mensaje.

Acentuando la importancia de la parte escrita, hay una enorme demanda de los suplementos informativos… que no encontramos tirados en la calle como a menudo pasa con los catálogos. Han pedido que, al igual que el panel sobre el Desarrollo sostenible, se coloque un panel acerca de los daños ecológicos en la República Dominicana. Y nos parece formidable comprobar cuántos jóvenes y menos jóvenes toman notas, cuántos retratan los retratos del planeta…

Más que un evento, «La Tierra vista desde el Cielo», cuya iniciativa se debe a la Embajada de Francia, que ha logrado una participación institucional y un apoyo impresionante de mecenazgo, es un acontecimiento. Representa un testimonio del gusto y el interés de los dominicanos por grandes exposiciones. Afirma que a la seducción del arte se puede agregar un pronunciamiento positivo, necesario, bien acogido. En fin la exposición se presta para muchas reflexiones y las suscitará.

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