Minerva en el recuerdo de una entrañable amiga

Minerva en el recuerdo de una entrañable amiga

Doña Thelma Benedicto Guzmán viuda Pichardo conoce todos los secretos de juventud de Minerva Mirabal: era su mejor amiga. De sus vacaciones en Ojo de Agua y de las prolongadas estadías de la heroína en Santiago no sólo conserva vivencias compartidas sino un nutrido álbum de fotografías que las muestra en sus tiempos mejores.

Santiagueros como Poppy Bermúdez, Leo Antuñano, Sully Eduardo Bonnelly enloquecían al ver esa muchacha alegre y carismática caminando o en su auto Ford por las calles de la Hidalga u ocultando su hermosura tras el disfraz de egipcia o de rumbera. “Los muchachos se volvían locos, todos se enamoraban de ella, pero con quien a ella le gustaba más juntarse era con Sully Eduardo, a ella le gustaba”, confiesa doña Thelma a quien pretendía en esa época Fausto Caamaño, entonces de puesto en la Ciudad Corazón.

Es una preciosa dama que conserva los perfiles de sus encantos. Tiene el cabello totalmente blanco y una lucidez increíble que le permite recordar situaciones y nombres de aquellos años. Nació en Santiago el veintiuno de noviembre de 1930, hija de Tomás Benedicto y Delia Guzmán. Refiere que Minera era mayor que ella. Por ser inmensamente delgada, los padres la enviaban cada verano a Salcedo para que “cogiera unas libritas” en casa de su tía María Guzmán viuda Brache. Era muy amiga de Olga de Noboa, “hermana de Jaimito, que se casó con Dedé, y por Olga conocí a Minerva”, narra. A partir de ahí no volvió a quedarse donde sus parientes sino en la residencia de las Mirabal que también se hospedaban donde ella, en la calle La Barranca. “De Ojo de Agua las Mirabal se mudaron a un lugar entre Tenares y San Francisco de Macorís, donde también nos juntábamos”.

“En la habitación de Minerva había dos camitas, la de ella y la de María Teresa, yo ocupaba la de María Teresa, me dormía y ella amanecía leyendo libros políticos, no eran novelas románticas, ella no perdía su tiempo en eso”, manifiesta.

En Santiago iban al Centro de Recreo, al Tennis Club, al parque Duarte, a El Gallo… “Le encantaba ir de tiendas, le encargaba trajes a María Hernández, que los traía de Nueva York, compraba perfume Chanel Número Cinco y a veces íbamos al salón de belleza de Tina Vargas, en la calle Sánchez. Se usaba el permanente, de una forma muy incómoda, con un aparato, ella siempre quería hacérselo, pero la que se lo hizo fui yo, para mi cumpleaños”, afirma.

“Me hablaba mucho de Pericles Franco, que lo admiraba, pero por lo que era él, enemigo de Trujillo”, comenta.

En el álbum de adolescente de doña Thelma se aprecia una alegre, vivaracha, romántica, bella Minerva que pocos conocen y que la muestra recostada en los cocoteros, soñando con la vista dirigida al cielo, tocando guitarra, señalando la ruta de un aeroplano, cruzando arroyos, cargando a Noris, la hija de Patria, leyendo, con su amigo Rafael Llenas, con sus padres, en la graduación de María Teresa, en el Parque Ramfis, con vestidos de gala e informales, en falda, traje de baño, pantalones. Todos los sitios y personas los recuerda la amiga y confidente.

“Era muy elegante y vestía muy bien, todo lo que compraba era bueno, tenía ropa lindísima. Traía su carro, un Ford que manejaba José, su chofer. Nuestras amigas aquí eran Adalgisa Nicolás y Gilda Bonnelly. Tenía un pelo muy lindo, a veces largo, a veces corto. Tenía carácter”.

[b]LA POLÍTICA[/b]

“Hablarle a ella de Trujillo era una cosa terrible, decía que había que salir de ese hombre, lo criticaba en la terraza, delante de su papá y su mamá. Yo le aconsejaba que desistiera de eso y me decía que no, que como quiera que fuera ella no quería saber de ese hombre, que ni se lo mencionaran”, narra doña Thelma.

La relación de amistad entre las muchachas continuó pese a que Minerva recriminaba la indiferencia de Thelma. La última vez que pasaron más tiempos juntas fue en las vísperas de las bodas de doña Thelma con Silvino Pichardo Fernández, el tres de octubre de 1953. Minerva estuvo una semana en la casa de la amiga, ayudando en los preparativos. Después sus vidas tomaron rumbos diferentes, aunque mantenían contacto por correspondencia. “Siempre le escribía pero no le hablaba de política, a mi esposo lo tenían por comunista y lo “foreaban” porque era amigo del 14 de Junio, primo de Poncio Pou Saleta, de Joseíto Crespo, no podía buscarla, ya le habían advertido a Silvino que tendría problemas”.

Pichardo era empleado de la Casa Bermúdez. La pareja procreó cinco hijos: Thelma Delia, Silvino José, Martha Filomena, Tomás Arcadio y Fernandito. Vivieron en la calle Constanza y luego residieron durante trece años en Valverde, Mao, en la Máximo Gómez. “Yo iba mucho a Montecristi, mi esposo trabajaba una semana en Mao y sus alrededores y otra en Montecristi. Ahí fui a la casa Minerva y Manolo Tavárez Justo, que ya estaban casados, pero una sola vez, como por el 1959. Nos volvimos locas de contento, yo ya conocía a Manolo”.

El crimen del dictador Trujillo contra su amiga y sus dos hermanas, Patria y María Teresa, la conmovió profundamente, pero no fue sino meses después del fatal atentado contra las valientes luchadoras antitrujillistas cuando pudo ir a dar el pésame, debido a la situación de don Silvino. “Admiraba su valentía, su temperamento. Era mi mejor amiga, teníamos mucha afinidad, pero no en cuestiones políticas. Nunca me gustó y ella se ponía brava conmigo, que no se explicaba como no me interesaba”.

Hoy Minerva es una presencia latente en el hogar de doña Thelma por las fotos que conserva, por las evocaciones que recrea. Los retratos más impresionantes de las dos adornan las paredes de las casas de algunos de sus hijos, que las describen con vanidad, orgullo, admiración.

“Ella, comenta doña Thelma, tenia otra amiga, Emma Rodríguez, que coincidía mucho con ella, conmigo no podía expresar lo que sentía, porque no me gustaba la política, pero la quería entrañablemente. Emma era de La Vega, y era también antitrujllista”.

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