Minusválida lucha por vivir sin perder la fe en el futuro

Minusválida lucha por vivir sin perder la fe en el futuro

Quien ve su amplia sonrisa y el brillo de su mirada llena de esperanza, no puede imaginar lo dura que ha sido la existencia para esta mujer minusválida y abandonada, cuya vida ahora gira en torno a su más preciado tesoro: su hijo.

Yudy Belkis Jiménez vive encima de un pozo séptico del cual sale un olor insoportable. Además, corre el riesgo de ahogarse en excrementos en cualquier momento, o morir asfixiada por los gases que inundan la habitación a toda hora, sobre todo al mediodía y en las noches calurosas. Por eso clama porque alguien la ayude a salir de allí, especialmente por su niño.

Yudy Belkis no camina, se arrastra como puede con la ayuda de un andador que le regaló el doctor Félix Antonio Cruz Jiminián. Su madre la abandonó cuando apenas tenía cuatro años. A esa edad sufrió un accidente, se lastimó la columna vertebral y quedó paralítica, se le atrofiaron las piernas.

Desde entonces vive en ese lugar, en la parte atrás de la calle Ortega y Gasset número 78, en Cristo Rey, donde sobrevive gracias a la caridad de los vecinos y el doctor Cruz Jiminián.

Tiene 31 años y dos piernas débiles y cortísimas, que casi no pueden con su cuerpo. Hace tres años tuvo una relación con un hombre y de allí surgió José David, lo único que la inspira en la vida. Frank González, que así se llama el hombre, la abandonó desde que estaba embarazada.

Yudy comparte sus días y su miseria con su hijo, en una miserable habitación de menos de ocho metros cuadrados. Un pedazo de tela sirve de «pared» entre la mesita donde cocina y la destartalada cama -sin sábana-, donde duerme junto a su hijo.

Entre la cama y la «cocina» hay un pequeño orificio del cual salen cucarachas, ciempiés y, sobre todo, un olor a huevo podrido y a heces fecales. En ese mismo espacio funcionaba alguna vez un sanitario, pero hoy es un foco de contaminación.

[b]UNA CASITA, AUNQUE SEA CHIQUITA[/b]

Por eso, Yudy quiere que alguien la ayude a conseguir «una casita, aunque sea chiquita», donde pueda vivir dignamente con su pequeño José David, de tres años, y salir de la pequeña habitación donde ha pasado los 31 años que tiene.

Le han salido callos en las manos de tanto agarrar su andador mientras va de un lugar a otro en busca de ayuda. Ha tocado muchas puertas, pero sólo ha recibido promesas.

En la Lotería Nacional le dijeron que podían ayudarla, pero necesitaban que ella votara por Hipólito. La mamá de Peggy Cabral, presidenta del Gabinete Social, prometió ayudarla, Corporán De los Santos también.

Pero la promesa que más la entusiasma se la hizo recientemente el jefe del Ejército, Jorge Radhamés Rodríguez Ozuna.

«El señor Zorrilla Ozuna me prometió un apartamento y Corporán me dijo que me lo iba a amueblar, y ya yo me siento bien, porque aunque sea en el otro año, ya yo sé que…», expresa Yudy al tiempo que muestra sus blancos dientes, con la misma sonrisa que siempre tiene a flor de labios.

Tan confiada se siente en la promesa del general que no ha vuelto a salir a buscar ayuda en ningún otro lado. Dijo que el militar le regaló RD$2 mil y le garantizó que le iba a dar RD$2 mil cada mes.

Para cualquier otro ser humano las condiciones de vida de esta mujer -a quien la suerte ha olvidado- serían inaguantables. Por necesidad, ella, su hijo y su primo Nelson, han vivido allí durante años.

Pero ya se cansó de tantos malos olores, por la noche, cuando cocina, cuando come, cuando lee la Biblia y cuando duerme.

Ahora sólo quiere que alguien la ayude a conseguir un lugar decente para vivir junto a su hijo, nada más.

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