Miquel Barceló en Avignon

Miquel Barceló en Avignon

Para celebrar sus 10 años, la famosa «Collection Lambert» expone al maestro mayorquino Miquel Barceló en la ciudad papal, capital de las artes mediterráneas, en la que en carne y hueso, el artista honra  Avignon, importante ciudad francesa que actualmente se encuentra en pleno festival de las Artes Dramáticas, hasta el 9 de noviembre de este año.

Mejor selección no pudieron haber hecho, porque no hay una obra visual más teatral y trágica en los últimos 20 años que supere a la de Barceló, quien se impone con sus esculturas, sus pinturas y sus escenografías en esta ciudad francesa en la que Picasso produjo y creó sus revolucionarias «Señoritas de Avignon».

La sensualidad visual y plástica de este precoz y pródigo artista es estremecedora y embriagadora. Este no saca su cuerpo de la tierra en África o en Mallorca, logrando una obra que es un parto desde las entrañas de nuestro planeta. Expone en los mismos escenarios y lugares que Picasso utilizó en su ultima exposición de 1970.  Aquí, Barceló viste los hoyos de las paredes con cráneos, cabritos, máscaras africanas intervenidas y esculturas representando luchadores mejicanos, en fin, obras nunca antes expuestas y pensadas y trabajadas durante más de 10 años.

Hablando de hoyos en las paredes, confirmamos que en lo más profundo de la obra de Barceló tiene mucho que ver con su pasión por el período paleolítico. El confiesa su atracción por las pinturas de las cuevas de Chauvet y nos dice que «todo lo que los artistas prehistóricos pintaban, eran obras mágicas e instintivas, con una empatía total con la fauna».

Hace ya más de 20 años, abundamos sobre la relación de Barceló con los elementos naturales celebrados en la ejecución de su obra como lo hace natural y místicamente todo, «ser chaman o no» implicado con el lenguaje y la percepción mística y alquímica de la materia tierra.

Todo en su obra escenográfica es un discurso sobre el mundo intemporal, pero también, eterno, espiritual y real, así como concreto y poético; contrapuntos que le conducen a dudas grandes y tenebrosas. Su obra es una lucha permanente entre materia y espíritu, concreto y abstracto, carne y agua. Entonces, surge la inmensidad de la obra y nos trae una fuerza bestial que hoy día aterriza en la representación de un bestiario genial como si Barceló quisiera llevar al mundo animal a un puesto de alta jerarquía…

Para los y las críticos de arte post-modernos, la obra de Miquel Barceló permite considerar la fuerza de la pintura y de la materia en toda su dimensión experimental. Hace años que enfrenta la investigación con el azar, y la premeditación con la intención, justamente, su obra nace de esas relaciones y combinaciones. Este, puede salpicar de arcilla una pared y dejarse llevar por el movimiento del relieve de la tierra sobre la superficie llana; para entonces, emprender una escultura donde el rostro humano o bestial se cuecen naturalmente frente a la luz solar, en representación de máscaras nacidas del manejo y aplastamiento de la arcilla. Porque en Barceló la mística viene y está adentro y al frente. Un frente que permite adivinar y fabular sobre el misterio… Entonces, este alquimista y dueño de sus experimentos, aparece en un autorretrato lleno de humor y poesía, en bufa, presentando un cuerpo inexistente, hundido y escondido en su mono blanco de trabajar, con su máscara-rostro pegada al buzo, como si el artista fuera un hombre rana cavando con su escafandra los fondos de la tierra y del mar. En su auto-máscara, Barceló logró la expresión perfecta de su rostro con una suave armonía de sabiduría y humildad que confiesan o muestran el secreto más callado y que jamás será revelado…

En síntesis

Miquel Barceló

Nació en el pueblo de Felanitx (Mallorca). Cursó estudios en la Escuela de Artes Decorativas de Palma de Mallorca y en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona (1974). Más adelante se unió al grupo mallorquín de arte conceptual Taller Lunatic. Miquel Barceló tuvo el reconocimiento internacional tras participar en la Bienal de São Paulo de el año 1981 y en la Documental de Kassel de 1982. Su técnica se caracteriza por el uso de materia pictórica que empasta sus cuadros logrando efectos de relieve. Barceló pinta «sobre la vida y la muerte» y reconoce que el tiempo es una constante en su trabajo. «Nunca pinto la muerte como espantapájaros.

En África estoy rodeado de calaveras, que incluso colecciono. Siempre me he alimentado de la cultura europea y cuando pensaba que huía de ella no lo podía conseguir, cuando iba cargado de libros de Shakespeare y Lowry. Sigo siendo un producto de esta cultura». Una de las características de la prolífica obra de Barceló es su nexo evidente con la literatura y es común que el mismo Barceló sea el autor de los prólogos de sus catálogos así como también de cuadernos dibujados donde reflexiona sobre el arte en general y en el proceso de la creación de su obra en particular. Su obra expresa un notable interés por los motivos procedentes de la naturaleza, tratados desde una paleta densa, espesa, y generalmente oscura, que ha ejercido una gran influencia. Su personal universo tiene como elementos recurrentes la visión del mundo como una vorágine y la obsesión por plasmar y reivindicar la presencia de lo orgánico en todas sus formas. De ahí que África, y en concreto Malí, le hayan servido como fuente de inspiración, base de sus texturas, colores y creatividad visceral.

El 12 de junio de 2003 fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Artes. El jurado, que otorgó a Barceló este premio por mayoría, le considera, «en su juventud, uno de los nombres máximos de la pintura europea contemporánea» y le destaca por vivir consagrado a su obra, haber entroncado con la mejor tradición española y reflejar desde un prisma mediterráneo la proximidad a la realidad vital.

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