“Mira… ¡anda!”

“Mira… ¡anda!”

“Había una vez una niña chulísima… -nos cuenta Píndaro-… Una niña tan bella y formalita que, a fuerza de conversar con todos, fue capaz de mostrarles su inmensa riqueza por dentro… Y la belleza que se aseguraba en el futuro… Una belleza y una riqueza que, con su crecimiento, garantizaba el multiplicarse para beneficiar no sólo a sus padres, sino a gran masa amiga de ellos… ¡Todos los que pasaban frente a ella se impactaban!… Otros pasaban, de vez en cuando, cerca de ella pero nunca se interesaron en su potencial desarrollo y los beneficios que ella era capaz de proyectar garantizar en el futuro inmediato….”.

“Durante sus años de juventud, nunca pareció llamar la atención de sus más cercanos amiguitos, de los amigos más adultos y, lo que es más llamativo, ni siquiera en casi todos esos años -y aunque parezca mentira- de sus propios padres… Es como si ahora, todos los sectores que le rodean se hayan dado cuenta de que la niña tiene vida propia y riqueza interna, además de su belleza, y se han inventado una serie de arugumentos para volver a los años de la colonia… Ignoramos, a propósito, que estamos en el siglo XXI porque nos conviene mirar al siglo XIX disfrutando de los beneficios de hoy…”.

Píndaro se mira al espejo… y, en ese momento, le viene a la memoria unas expresiones de uno de los religiosos que hoy está pujando porque a la niña no se le deje crecer y explotar su belleza interna… Y, se dice para sí mismo: “Como líder barrial, más que espiritual, esa figura ha sido consistente… pero, esta vez, está utilizando las calles para tratar de ganar su feligresía perdida… Olvida, que a los jóvenes de hoy no se les imponen condiciones, sino que se les razona… No se les obliga a no crecer porque “me da la gana”, sino que se les permite desarrollarse… prepararse… estudiar… asociarse… Da pena ver, cómo se parapeta detrás de algunos sectores de oscuras intenciones y hasta hace uso de mecanismos transnochados de presión para crear una imagen de que a esa niña no se le puede dejar crecer porque, en su mismo intento de crecer, va a morir…”.

“¿Por qué no se le permite libertad de tener sus propias amistades? ¿Por qué se le quiere imponer a sus papás condiciones de crianza para la niña, cuando ellos tienen sobradas razones para garantizar su crecimiento y educarla en su rendimiento para cubrir futuros proyectos familiares… o, niveles de deuda que han sido heredados de otros familiares y que ellos, como padres responsables, no les queda otra cosa que cumplir con la obligación de cubrir?”

Mientras bebe su cafecito de esta mañana, Píndaro no hace más que rascarse la cabeza… y, al enterarse del acontecer, lee varias noticias en los matutinos: ‘Sectores presionan’… ‘Hace un vía crucis’… ‘Se va a matar el nacimiento del agua’… “¡Cómo se repite la historia! –explota-… ¡Me parece estar leyendo las noticias del gobierno de los doce años! ¿Es que no progresamos mentalmente? ¿Acaso los niveles de educación que dicen haber aumentado han penetrado para hacernos ver a distancia corta y no en el largo plazo de nuestra historia económica y política? ¿No será que se están creando, en contubernio, oscuras condiciones para en río revuelto y creado por varios sectores, puedan tener ganancias algunos pescadores del sector en que tiene su residencia nuestra niña?… Caray… –se dice Píndaro para sí mismo-… ¡qué lástima que se manipule, tan eficientemente, una realidad que en un futuro no muy lejano habremos todos de pagar a unos pocos… a unos pocos, que hoy están interesados en que a esta niña se le cercene su crecimiento!… Ojalá y recapacitemos y que, podamos con mucha madurez y sin prejuicios poder decir: Mira… ¡anda!”.

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