Mirar, soñar la frontera

Mirar, soñar la frontera

Hay dos formas de mirar la frontera. Una, la tradicional, es verla desde afuera. Entonces la frontera aparece como una zona homogénea, geopolíticamente definida como la franja que nos separa de Haití, dicho en la jerga trujillista, “el confín de la patria”.

La otra manera es verla desde adentro, como una cadena de sociedades locales diferentes entre sí y con respecto a su vecina Haití, pero en una relación imprescindible con ella. La frontera, vista así, es una puerta de la patria, no su confín, como pudiera suceder con el aeropuerto de Punta Cana o Punta Caucedo.

Si se le ve como el confín, la frontera es “una valla social, étnica, económica y religiosa”, de separación del otro antitético, del haitiano, negro, pagano y africano (al decir de Peña Batlle). Es peligrosa, desnacionalizada y degradada.

Si se le ve desde adentro, la frontera es la línea que pone en contacto sociedades locales interdependientes, diferentes y desiguales. Y uno descubre que estas provincias poseen los menores índices delincuenciales del país y que las personas son tan dominicanas como en cualquier otro sitio de la nación.

Son dos formas de mirar la frontera. Desde afuera, como un bastión de resistencia contra los haitianos en nombre de la dominicanidad definida en Palacio. Desde adentro, como una compleja convivencia con los vecinos haitianos y con los poderes centralizadores, en función de una dominicanidad definida desde la vida cotidiana y las experiencias seculares.

La primera mirada da lugar a la visión satanizada de la frontera, predominante en quienes nunca la visitan o que cuando lo hacen, llegan a la zona como el gran hermano que no entiende nada pero todo lo reglamenta.

La segunda ofrece una oportunidad para exorcizar el maleficio ideológico trujillista, mirar a este mundo desde él mismo y comprenderlo. Verlo como una sociedad local violentada muchas veces en su historia (la devastación, la Revolución Haitiana y las invasiones posteriores, la dominicanización) y en proceso de recomposión.

Los costos de las miradas.  Mirar a la frontera desde el centro, como el traspatio de la nación, tiene su costo no solo en términos ideológicos culturales –los dominicanos somos más pobres culturalmente por no poder apreciar la riqueza de la diferencia- sino también en términos socioeconómicos. Desde Horacio Vázquez con sus colonias agrícolas, pasando por la dominicanización trujillista hasta hoy, el desarrollo de la frontera ha querido realizarse desde el centro, fomentando lo que no existe y que algunos técnicos y políticos han considerado conveniente. Es lo que llamo el fomentalismo.

Leyes fomentalistas no han faltado. Una de ellas, por ejemplo, patrocinaba zonas francas en la frontera donde apenas hay población, malos viales y pésima infraestructura. Tres lustros después hay dos zonas francas en toda la frontera –una en Montecristi y otra en Pedernales- que en conjunto no contratan más de un centenar de trabajadores pésimamente pagados. El último intento ha sido la famosa ley 28-01, un buen propósito mal acompañado. Tras siete años de funcionamiento, el cuadro no es halagüeño: más de la mitad de las empresas y de los empleos se ubican en Santiago Rodríguez y Montecristi, es decir en “la frontera de la frontera” tan cerca de Santiago como ha sido posible.

En cambio, las actividades económicas que sí son efectivamente dinámicas en la frontera y pudieran generar empleos e ingresos, como es el comercio con Haití, siguen sin normas ni estímulos, sin protección legal, afectadas por decisiones contradictorias y sometidas a las depredaciones de quienes están llamados –por ley y por costumbre- a velar por su buena marcha.

El comercio con Haití es un tema complejo y manipulado.

En algunas parcelas políticas y de prensa es llamado informal –otra manifestación de la mirada etnocentrista- o son destacadas sus aristas de ilegalidad y tráfico criminal, a veces con la aviesa exageración que achaca a la frontera todo contrabando que ocurre en el país. También se le describe como un comercio “humanitario” que ayuda al pueblo haitiano a paliar su pobreza.

La realidad es muy diferente.  Es un comercio de centenares de millones de dólares, que beneficia principalmente a República Dominicana, que incide positivamente en muchas provincias y del que vive buena parte del casi medio millón de personas que habita la frontera. Los fronterizos trabajan en los mercados, venden allí sus productos o servicios, ganan su dinero y ahorran comprando los productos que los haitianos venden. Pero a favor del comercio no existen leyes de incentivos, ni sistemas de créditos, ni fomento de microempresas, ni diseños de encadenamientos económicos viables. Tampoco hay acuerdos transfronterizos, y la comisión mixta binacional, con sus miembros y asesores, sigue siendo un buen propósito que espera un turno.

Y por ello el involucramiento de los fronterizos les permite vivir, pero no salir de la pobreza. Aunque la pobreza ha disminuido en términos absolutos, la frontera es hoy relativamente más pobre que hace diez años: su distancia de los promedios nacionales es mayor. Y por eso se sigue despoblando, al punto que hay provincias como Dajabón y Elías Piña cuyas poblaciones decrecen y donde más de la mitad de las personas que nacieron en ellas viven hoy en otros lugares. Casi siempre las personas jóvenes y con mayor nivel educacional.

La frontera está perdiendo lo más importante: sus recursos humanos.

Soñar la frontera.  La frontera necesita del apoyo nacional, pero sin paternalismos ni etnocentrismos. Se requiere desarrollar los recursos humanos de la frontera, mejorar sus depauperados sistemas de salud, mejorar sus vías y estimular la inversión en sus oportunidades reales. En primer lugar, el comercio, pero también en el turismo ambiental y cultural, sin lugar a dudas el principal recurso que esta zona tiene para su futuro.

Los paisajes incomparables de Pedernales, la insólita variedad ambiental del Enriquillo, el gagá de Elías Piña, el clima insuperable de Hondo Valle, los mercados binacionales, la costa jurásica de Montecristi, siempre la oportunidad de ver dos mundos en una ocasión, son todos partes de este potencial desde el cual podemos soñar la frontera y sonreír.

El autor es historiador y sociólgo.  Coordina el Grupo de Estudios Ciudades y Fronteras. Ha escrito  una decena de libros entre ellos “Frontera y Transición”.

En síntesis

Descuido y contradicciones

El tema del comercio con Haití es complejo y manipulado. Las actividades económicas  que son efectivamente dinámicas en la frontera y pudieran generar empleos e ingresos, como es el comercio con Haití, siguen sin normas ni estímulos, sin protección legal, afectadas por decisiones contradictorias.

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