Miremos hacia los jóvenes

Miremos hacia los jóvenes

Es probable que los cambios y avances experimentados por la humanidad a través de los años permitan explicar -que no necesariamente justificar- la desaparición de ciertos agrupamientos sociales de metas muy definidas, sanas, orientados siempre al crecimiento humano de los jóvenes.

Hubo épocas en que el propio Estado fomentaba la creación de clubes culturales y deportivos, así como grupos de teatro y poesía coreada, como expresiones de los más altos valores que cultivaban el intelecto y la práctica de los deportes.

Para estos tiempos, sin embargo, con todo y el abrumador avance, facilidad de acceso y diversificación de las comunicaciones, el Estado ha cesado sus políticas de apoyo a los agrupamientos de la índole señalada.

No sólo han desaparecido los clubes culturales, en gran medida por falta de apoyo oficial, sino que no se han creado sustitutos que les superen cualitativamente. Los grupos teatrales han corrido esa misma suerte.

El fomento de la cultura ha declinado en todos los sentidos y son muy pocas las obras que se presentan en el Palacio de Bellas Artes o el Teatro Nacional como parte de calendarios de actividades culturales.

-II-

En los barrios y comunidades, como parte más bien de una involución cultural, géneros musicales foráneos con mensajes de dudosa reputación moral han sustituido las expresiones que pudieren alimentar el intelecto, o por lo menos el buen gusto. Lo grave no es que se haya abierto espacio a nuevas expresiones, locales o foráneas, sino que las mismas hayan desplazado a otras que reportaban algún beneficio cultural.

Muchos clubes deportivos que han sobrevivido al abandono oficial se han mantenido por el celo y la dedicación de sus mentores, que los preservan y mantienen como una especie de patrimonio y que han encontrado el respaldo de casas comerciales.

En esas circunstancias, es penoso ver que el universo de alternativas para la juventud se ha reducido de manera tan drástica que lo deportivo y cultural, como expresión de grupos con acceso a la ayuda o las políticas oficiales, sencillamente han desaparecido.

-III-

Las reflexiones anteriores vienen a cuento a propósito de la justificada queja externada durante el congreso «Dignidad y Moral de la Juventud», auspiciado por la Pastoral Juvenil de la Iglesia Católica, en el sentido de que el Estado invierte poco en los jóvenes.

Ciertamente, han decaído mucho los esfuerzos oficiales para apoyar a la juventud y orientarla hacia alterativas más provechosas que las que le abruman en sus barrios y comunidades.

Mientras se reducen los aportes para fomentar clubes, grupos de teatro y otras formas de crecimiento humano fundamentadas en valores sanos, en la mayoría de los barrios crecen el crimen, la delincuencia, las drogas, y las bandas se disputan los espacios a veces de manera violenta, mortífera.

En realidad, han sido abandonadas las fórmulas más idóneas de preservación de la juventud. No nos quejemos, pues, de que tantos muchachos estén sumidos en los vicios o en el delito, pues las buenas alternativas han sido liquidadas.

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