Miremos la raíz de la violencia y delincuencia

Miremos la raíz de la violencia y delincuencia

No hay que rasgarse la vestimenta cada vez que en una barriada, generalmente poblada de perdedores y excluidos del largo crecimiento económico, la violencia asoma su cabeza deletérea y se burla de los planes en marcha para combatirla. Los políticos suelen ser personas inteligentes y conocedoras del alma humana, pero suelen equivocarse y persistir en sus errores. Aquí hemos tenido planes contra la violencia y la delincuencia en los últimos 30 años, pero todos, absolutamente todos, han fracasado de manera estrepitosa. Y la violencia sigue ahí; la delincuencia sigue ahí, cada vez más amplia, cada vez más extendida en nuevos territorios; cada vez más cruel, más sádica, más estremecedora. Se han gastado millones y millones de pesos y los expertos de aquí y de allá han desfilado como muchachas en pasarelas sin lograr resolver nada.

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La República Dominicana es una de las sociedades con mayores abismos entre los que tienen y los que no tienen nada. El PIB crece y los centros de riqueza aumentan y se solazan y las élites disfrutan sus patrimonios, mientras aumenta la migración de dominicanos, mientras crece la economía informal, mientras la droga se expande como tránsito, como almacén y como mercado de consumo. Los barrios se llenan de pobres en educación y en ingresos. Son perdedores del progreso, son hombres y mujeres, ancianos y adolescentes que se refugian en lo que esté a su alcance. Mientras la República Dominicana no rompa con la desigualdad, con la pobreza, con la exclusión económica, hasta que los gobernantes se den cuenta de que en los barrios, habitados por millones de dominicanos, necesitan de todo para vivir con un mínimo de decencia y que el progreso del PIB debe alcanzar para todos, mientras no se den cuenta de eso, repetimos, la violencia y la delincuencia seguirán levantando la cabeza, cada vez con más sadismo.

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